Notas musicales que alivian el dolor
La musicoterapia es una experiencia positiva tanto para pacientes como para las familias porque ayuda también a disminuir la ansiedad y la necesidad de sedación
Sorprende que algo que nos rodea desde que nacemos, como es la música, este arte universal al alcance de todos, pueda convertirse en una herramienta terapéutica para los niños. Sin embargo, los expertos en este campo no dudan de su eficacia y resultados. “La musicoterapia es la aplicación científica del sonido, la música y el movimiento, a través del entrenamiento de la escucha y la ejecución sonora, integrando así lo cognitivo, lo afectivo y lo motriz. Y desarrolla la conciencia y potencia el proceso creativo. Así, podemos facilitar la comunicación, promover la expresión individual y favorecer la integración social, explica Patxi del Campo, director del Instituto Música Arte y Proceso (MAP).
La musicoterapia se aplica en chavales con diversas circunstancias, desde aquellos que padecen dificultades de comunicación, como niños con autismo, hiperactivos o con problemas auditivos, hasta aquellos con problemas emocionales, derivados de vivencias traumáticas, como malos tratos o niños hospitalizados con enfermedades graves, crónicas o que tienen que superar cirugías.
“Es una experiencia positiva tanto para los pacientes como para sus familias porque ayuda a disminuir la ansiedad, la sensación de dolor y, por tanto, la necesidad de sedación. Pero también facilita al personal sanitario la realización del trabajo con otro enfoque, porque al relacionarte de una manera distinta con los pacientes, se rompen barreras impuestas por el contexto médico-paciente”, explica María Victoria Ramos, médico de un centro sanitario donde se practica la musicoterapia con los pacientes, la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátrica del Hospital 12 de Octubre de Madrid.
Las emociones que surgen cuando un niño lleva hospitalizado mucho tiempo, o ha sido sometido a varias cirugías o cada día tiene que afrontar pruebas médicas dolorosas también se gestionan con más facilidad con la musicoterapia. “Los instrumentos musicales del terapeuta se adaptan al momento emocional del niño y su familia a través del ritmo y del sonido. Si afloran el llanto o la risa, el instrumento de percusión o la guitarra los acompaña de forma suave y se crea un marco amable donde es más sencillo que pacientes y familiares se desenvuelvan”, matiza la doctora del Hospital 12 de Octubre.
La música es un idioma universal que nos conecta con las emociones, nos ayuda a tomar perspectiva con respecto a nuestros miedos, traumas y dolor y podemos trascenderlos. Por ello, los resultados de los pacientes infantiles de musicoterapia pasan por la mejora de la autoestima y del manejo de las emociones y el avance en el aprendizaje y en la comunicación con el entorno. La mejora integral de los niños que asisten a musicoterapia repercute en todas las áreas de su vida: ámbito escolar, familiar, social e individual.
“La musicoterapia es una disciplina que se practica fundamentalmente con música con instrumentos musicales, en directo. Solo un 10% de la terapia se hace con música grabada. Eso no quiere decir que no cantemos la música que les gusta, pero casi siempre en directo, con la posibilidad de que el niño y la niña la toquen y modifiquen, de acuerdo con las necesidades de su momento presente”, explica el terapeuta musical Patxi del Campo.
La música que todos llevamos dentro
La musicoterapia va más allá de la conexión instintiva que sentimos con este arte. Las personas sonamos y hay que saber escuchar esa música. “Hay niños que antes de hablar, casi de saludar, entran en la sesión de musicoterapia sonando. Si no escuchas, si no permites que todo eso que suena, como tensión, nerviosismo, inquietud, descarga o deseo lo compartan, no podemos coincidir, ni vincularnos, ni comunicar, ni elaborar nada”, comenta Marta Nieto, Psicóloga y Musicoterapeuta del Instituto MAP.
La conexión con el mismo ritmo entre paciente y terapeuta es fundamental. La música es un buen canal para conseguirlo. “Ante la dispersión del niño, la falta de control sobre sí mismo, los nervios, aparece la estructura de la música. La música es tempo, ritmo y pulso. No solo aparece como estructura, sino que la ofrece y posibilita. El niño/a puede depositar sus sonidos en un objeto intermediario, en este caso un instrumento musical”, explica la psicóloga Marta Nieto.
El niño juega con el sonido y crea su propia música con diferentes instrumentos musicales, como pianos, baterías, panderetas o los que construyen ellos mismos. Cuando el niño “compone una canción o cuando crea una música o cambia la letra de una melodía conocida, gana identidad y poder sobre sí mismo y sobre el medio. La creación musical le abre y genera posibilidades nuevas respecto a sí mismo y sobre todo le hace sentir protagonista de su propia vida”, añade la psicóloga.
Musicoterapia en hospitales para niños
Los médicos de los hospitales que cuentan con proyectos de musicoterapia pueden recomendar a los padres del niño su participación en este tipo de terapia complementaria. Son los padres quienes deciden si el niño participa en el programa de musicoterapia del hospital.
La inclusión de la musicoterapia en los centros de salud y hospitales no está institucionalizada en España. Su existencia depende de recursos económicos externos, como las becas de investigación o donaciones privadas. Los profesionales que practican terapia musical “tienen una formación específica, un máster en musicoterapia donde se imparten asignaturas relacionadas con la psicología y la música (instrumentos, historia)”, explica Diego Salamanca, maestro de educación musical, musicoterapeuta y miembro de la asociación Música y Salud, MUSA.
Cualquier persona puede acogerse a un programa de musicoterapia, desde un bebé hospitalizado, que necesita tranquilizarse y dormir, hasta personas que hablan diferentes idiomas y que conectan gracias al lenguaje musical universal. Como en el caso que nos cuenta Diego Salamanca: “Una niña de 9 meses ingresada en la UCI pediátrica estaba muy nerviosa y tenía que asistir a una sesión de fisioterapia. Estaba muy tensa y lloraba mucho. Me dijeron que necesitaban que se relajara para trabajar con ella y con mi guitarra canté una canción para que hiciera sin miedo los movimientos. Se consiguió que la niña se relajara, sonriera y así poder completar la sesión de fisioterapia con ella”.
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