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Tribuna
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No desconecten a Cataluña

Asuntos Exteriores no debe abandonar el patronato del Cidob, uno de los más prestigiosos laboratorios españoles de ideas

El ministro español de Asuntos Exsteriores y Cooperación, Alfonso Dastis
El ministro español de Asuntos Exsteriores y Cooperación, Alfonso DastisLuca Piergiovanni (EFE)

El Ministerio de Asuntos Exteriores está a punto de abandonar el patronato del Cidob, uno de los más prestigiosos laboratorios españoles de ideas dedicados al estudio de las relaciones internacionales, con sede en Barcelona. El motivo es la remodelación de su cúpula, mediante la incorporación de nuevos patronos sesgados hacia el soberanismo. Y de su mandato rector, priorizando la reflexión sobre los procesos de autodeterminación y secesión. La idea subyacente es convertir al centro, con 40 años de fructífera independencia, en lanzadera intelectual del soberanismo en la escena internacional.

Editoriales anteriores

Exteriores lamenta no haber tenido voz en ese giro. Tiene buenas razones, porque su opinión ha sido ignorada. Pero al tiempo, su compromiso económico con el Cidob es muy inferior al de las instituciones locales presentes en él.

Más allá de rencillas y agravios comprensibles, el Gobierno debería evitar este grave error. No es solo porque el centro sea uno de los escasos lugares de encuentro que aún engarzan a los catalanes con los demás españoles, y a todos con el mundo. Es que la desconexión autónoma de las instituciones respecto de Cataluña es lo que pretende el secesionismo más tribal: así los demás le hacen el trabajo sucio, le justifican y validan el desencuentro intelectual, moral y político.

Si el ministro de Exteriores se retira de la añeja institución barcelonesa —homologable a los mejores centros de pensamiento europeo— prestaría el peor servicio a España. El Cidob es un ente de gobernanza consorciada, ese modelo catalán que, como los Juegos Olímpicos de 1992, ha rendido óptimos servicios.

Precisamente en el momento en que el Gobierno pugna por reforzar los puentes de diálogo y crear otros, dinamitar los existentes no es una idea genial. Además, a los catalanes cosmopolitas les deja a los pies de los caballos. Y sin ellos, España pierde.

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