_
_
_
_

Con la moda llegó el escándalo

Una exposición revisita las prendas más polémicas y cómo la clase social o el género determinan los códigos en el vestir

La actriz Marlene Dietrich en Berlín, en 1930.
La actriz Marlene Dietrich en Berlín, en 1930.EUGENE ROBERT RICHEE
Álex Vicente

En la historia de la moda abundan las prendas que han provocado polémicas mayúsculas, dejando al descubierto esas reglas casi invisibles que determinan, desde los albores de la civilización, cuál es la manera correcta de vestirse. Una nueva exposición, inaugurada el jueves en el Museo de Artes Decorativas de París, pasa revista a las prendas más escandalosas que se opusieron a la prohibición dictada por pasajes bíblicos, códigos civiles y ordenanzas reales. El recorrido abarca desde los atuendos de las más atrevidas monarcas europeas hasta la revolución que supuso el biquini, y desde la célebre camiseta de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo(1951) hasta una de las últimas colecciones del sulfuroso Rick Owens, que dejaba al descubierto el sexo de sus modelos.

Marlon Brando en 'Un tranvía llamado deseo' (1951).
Marlon Brando en 'Un tranvía llamado deseo' (1951).BRIDGEMAN IMAGES

La muestra, titulada Tenue correcte exigée (Se requiere vestimenta adecuada, en castellano) y que está abierta hasta el 24 de abril, empieza con la hoja de parra que cubría las partes íntimas de Adán y Eva, retratados por Cranach el Viejo. Una forma de recordar que la primera prohibición está vinculada al pecado original. “Para el cristianismo, el atuendo siempre ha sido sinónimo de pecado”, afirma el historiador Michel Pastoureau en el catálogo de la muestra. En el momento de su expulsión del paraíso, ambos recibieron ropajes que escondían su desnudez. “La vestimenta recordará para siempre su falta, como un símbolo de la decadencia de la humanidad”, añade.

Los ejemplos recogidos por la exposición suelen concernir a las mujeres. Convertida en reina de los franceses, María Antonieta levantó el escándalo al retratarse vestida con una túnica de algodón impropia de una mujer de su rango. El cuadro firmado por su pintora oficial, Élisabeth Vigée Le Brun, fue retirado de inmediato. En 2012, poco después de ser nombrada ministra de Vivienda, la ecologista francesa Cécile Duflot despertó una gran polémica al personarse en la Asamblea Nacional francesa con un estampado floral, que ahora ha donado para esta exposición. Pese a los tres siglos de diferencia que separan ambos ejemplos, las reacciones fueron las mismas.

Desfile del diseñador Walter Van Beirendonck de su colección prêt-à-porter otoño-invierno 1996-1997.
Desfile del diseñador Walter Van Beirendonck de su colección prêt-à-porter otoño-invierno 1996-1997.Guy Marineau

“Ha habido una evolución, porque ya no nos vestimos como entonces, pero el código sigue siendo el mismo. Uno debe vestir acorde con su edad, su género, su clase social, su cultura y su orientación sexual”, afirma el comisario de la exposición, Denis Bruna.

El travestismo ocupa un lugar primordial en el recorrido. Juana de Arco fue juzgada por herejía, pero también por vestir como un hombre mucho antes de que Yves Saint Laurent legitimara el esmoquin femenino en su mítica colección de 1966. La exposición recuerda que las mujeres tomaron prestadas numerosas prendas a los hombres: el pantalón, el sombrero, la camisa, el abrigo e incluso el tacón, que hasta el siglo XVI fue de uso exclusivo para los varones. En cambio, en el sentido contrario los ejemplos no abundan. Modistos como Jean-Paul Gaultier Vivienne Westwood lo intentaron con la falda para hombre, pero la prenda nunca arraigó. “Si ese afeminamiento está mal visto, es porque tomar prestado el atuendo femenino significa adoptar un estatus considerado inferior durante siglos”, explica Bruna.

La muestra de París también se centra en los supuestos excesos. Demuestra que han existido prendas demasiado altas, como los tacones de Roger Vivier. O demasiado provocadas, como los escotes de Lady Di al acceder al trono. Las ha habido demasiado estrechas, como el look slim para hombres que impuso el diseñador Hedi Slimane. O excesivamente cortas, como las minifaldas de Mary Quant, después convertidas casi en la regla.

Micheline Bernardini en un concurso de ropa de baño en 1946.
Micheline Bernardini en un concurso de ropa de baño en 1946.AFP

“El exceso nunca ha estado bien visto. Se nos insta a encontrar una neutralidad casi total. Y, cuando no es el caso, la censura vuelve de forma inmediata”, añade el comisario. Un equilibrio tan perfecto como imposible, además de ocasionalmente contradictorio.

La reciente circular que prohibió el burkini en las playas francesas instaba a las mujeres a descubrir sus cuerpos. Y lo hacía en el mismo lugar donde, solo medio siglo antes, se las obligó a ocultarlo.

Síguenos en redes sociales

| Twitter | Facebook | El Bot de EL PAÍS | Portada de Estilo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_