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La paradoja y el estilo
Columna
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La respuesta está en el viento

Las revoluciones terminan haciéndose mayores, premiadas, incluso académicas

Marlene Dietrich durante una actuación en Las Vegas en 1954.
Marlene Dietrich durante una actuación en Las Vegas en 1954.Pictorial Parade (Getty Images)
Boris Izaguirre

Todo el bululú por el Nobel de Dylan me hace pensar en que la Academia Sueca sabe mucho más de publicidad de lo que creíamos. Y que Dylan sabe mucho de suspense. Igual que Donald Trump nos ha dejado en ascuas por si reconocerá o no el resultado de las próximas elecciones. El Nobel de Literatura y el candidato republicano son casi de la misma edad. Y es que premiar a un símbolo de la revolución cultural de los años sesenta tiene mucho que ver con que tanto Dylan como los miembros de la academia también disfrutan de la misma edad y se celebran sus batallas de juventud. Las revoluciones terminan haciéndose mayores, premiadas, incluso académicas.

Estos días he recordado a Marlene Dietrich interpretando La respuesta está en el viento, el éxito de Bob Dylan, con arreglos de Burt Bacharach. Mi versión favorita. Una mezcla perfecta de revolución cultural, glamur hollywoodense con un poco de compromiso político. Marlene supo ver que antisistema y sistema podían ser unidos por la rara gloria del glamur.

Pertenezco a una tribu dispersa que cree mucho en el estilo. Siempre encontré mucho de ese estilo en las entrevistas que hacía Elena Santonja, en su programa de cocina, Con las manos en la masa, emitido en TVE. Revisándolas, se percibe un ingrediente común: casi todos los entrevistados han crecido en un terreno difícil y se han convertido en estrellas que arrastran consigo los alimentos y la forma de cocinarlos de sus padres. Almodóvar, por ejemplo, llama a su madre en La Mancha para preguntarle si los ajos se agregan antes de dorar el cordero o después. Lucía Bosé explica cómo puedes decorar algo tan soso como un ñoqui pasándolo por el revés de un tenedor y demostrar que la belleza puede estar en todas partes. Sara Montiel cocina orgullosa unas gachas, un plato asociado a la posguerra, mostrando una sortija de esmeraldas del tamaño de un pimiento verde. Observando esas imágenes en estos días de confesiones de señores pillados con las manos en la masa, como Francisco Correa, piensas que antes de la fantasía de sentirnos ricos durante la burbuja inmobiliaria hubo una España más interesada en guisar para celebrar lo conseguido que para enriquecerse con ansiedad antes del postre.

La vida está repleta de premios, triunfos y también materia exótica, cuyo estudio ha sido premiado con el Nobel de Física este año. Se trata de saber qué pasa con las cosas cuando se someten a condiciones extremas, temperaturas muy altas o muy bajas, o a una situación de superaplanamiento. Quizás algo de esto hubo en el reencuentro de los integrantes de Operación Triunfo. Bisbal estuvo friísimo con Chenoa y ella aplanadísima. Otro suspense, calientan a la audiencia para darlo todo cuando los dos interpreten Escondidos, el día de Halloween. Y es que hay mucha más materia exótica en el ambiente de lo que podamos ver a simple vista. Algo así sucedió con el último debate entre Hillary y Donald. Igual que Chenoa y David, los candidatos, con ganas o sin ellas, tienen que reencontrarse. Hillary se vistió de blanco, que según Carolina Herrera es el color para ganarte un Oscar.

Los reencuentros a veces pueden darte una respuesta que necesitas. Después de presentar los premios ICON, un detalle que no recogió la crónica sobre el evento, y que me sorprendió en el vuelo a Nueva York para asistir al festival organizado por la revista People en español. Allí coincidí con Kate del Castillo, la célebre actriz mexicana protagonista de La reina del sur que este año sacudió los medios por haber entrevistado en su escondite a El Chapo Guzmán, el rey del narcotráfico. Kate es una mujer fuerte, intensa pero con mucho humor. “De todas las cosas por las que he pasado, matrimonios y divorcios, el tequila es lo único que ha estado siempre allí”, me dijo mientras admirábamos la luna llena entre los rascacielos. Aproveché para preguntarle si la persecución mediática que sobrevivió no era una cortina de humo para desviar la atención sobre la situación de la justicia en México. “Sé lo que hice y lo volvería a hacer. Todo, la entrevista, el viaje, no decirlo a nadie porque era un proyecto cinematográfico. Ha sido horrible, pero me tranquiliza saber que todo lo que me pasó sirve para preguntar públicamente si en mi país la justicia puede actuar contra el crimen”. Amiga, la respuesta está en el viento.

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