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Tentaciones
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¿Es ahora el feminismo más sexual que nunca?

Del academicismo al 'cine X', la igualdad de las mujeres ha ido reclamándose desde todos los ámbitos. Pero, ¿dónde ha quedado el deseo y su derecho a disfrutar del sexo? ¿Se ha culpabilizado o se comienza a reivindicar?

Una imagen de la película 'Nymphomaniac'.
Una imagen de la película 'Nymphomaniac'.

En su célebre monólogo Todos deberíamos ser feministas, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie dice: "Cada vez que intento leer los libros llamados feministas clásicos me aburro y realmente lucho por terminarlos". La sublimación intelectual de Simone de Beauvoir, referente literario absoluto para la lucha de género, ha ido bifurcándose en obras que apuestan por la igualdad desde el propio cuerpo. El último episodio fue el 'spot' del Salón Erótico de Barcelona, que ha levantado ampollas por sus reivindicaciones sociales desde un sector, el del cine para adultos, con ancestral hegemonía masculina y de tintes patriarcales. La protagonista, la actriz porno Amarna Miller, contestó así a las críticas recibidas unos días después: "El feminismo siempre ha tratado cuestiones sexuales. No hemos descubierto la pólvora. Parece que ahora hay quien se empeña en ir repartiendo carnés según tu actividad, pero que la mujer se empodere de su cuerpo es uno de los pilares para la igualdad".

Quizás sea esta proclama la que puesto patas arriba los manifiestos tradicionales. La Política sexual de Kate Millet, de 1970, ha dado pie al Porno Feminista de Tristan Taormino, la Teoría King Kong de Virginie Despentes o el Papi de Madison Young. Otra actriz porno que, desde la sumisión del bondage, formula un alegato a favor de nuestros límites y gozos. Young responde por correo desde Estados Unidos, en plena crianza de su bebé: "Siempre he participado en el porno mainstream y nunca he dejado de ser feminista. Todo es una cuestión de elección. A mí rodar películas me ha hecho explorar mis fantasías reales enfrente de una cámara. Y diría que el BDSM [siglas de Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo] crea un espacio de negociación y comunicación que se presta a la expresión de la sexualidad femenina".

"El feminismo y la sexualidad siempre han estado unidos. Porque el feminismo es una práctica. No es una teoría o un discurso sobre la igualdad de género, sino que empieza cuando entendemos, conocemos y confiamos en nuestro cuerpo y la forma de obtener placer por nosotros mismos y con otras personas", concede Young. "Creo que reivindicar el gozo es subversivo para las mujeres, los hombres y para todas las personas, pero para estas es, sin duda, una forma de empoderamiento", cuenta María Llopis, autora de El postporno era esto. "Se nos dice cómo debemos sentir placer, se nos dice cómo parir y criar: tenemos nuestros actos dirigidos", enumera. Al interrogante que se plantea al principio de si el feminismo se está volviendo más carnal, más guarro, la activista responde un lacónico "no lo sé".

"Hay a menudo un rechazo a la performación de ciertos deseos femeninos -el bukake, por ejemplo- que me parece perniciosa y culpabilizadora"

La realidad, independientemente de la etiqueta que le colguemos, se sustenta sobre unos datos poco halagüeños. Si bien esta proliferación de debates en torno a la raíz de la protesta responde a un (supuesto) síntoma de concienciación, las cifras globales están a años luz de reflejarlo en las estadísticas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), aunque haya habido un ligero avance en cuestiones de género, los hombres siguen copando los puestos de mando (sólo un 22% de las mujeres alcanzan los parlamentos) y ganando entre un 10 y un 30% más; por cada 100 niños escolarizados sólo hay 66 niñas y una de cada tres mujeres sigue sufriendo maltrato físico o sexual. Aparte, la pobreza sigue cebándose en ellas: cada día mueren 800 mujeres por causas ligadas al embarazo que podrían evitarse y el tiempo empleado para recoger agua potable es de 16 millones de horas para ellas y de 10 millones de horas para los hombres, un 60% más.

María Bastarós, investigadora y coautora del recorrido LGTB del museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, editó el año pasado un fanzine titulado Quién coño es sobre mujeres artistas silenciadas por la sociedad. Desde su posición académica y social expresa que "a nivel histórico, el feminismo se ha encargado de desentrañar la estructura de poder hegemónica que ha llevado a las mujeres a asumir roles que las han alejado de la esfera pública, la opinión, la acción política o la independencia económica: la imposibilidad de acceder a la educación reglada, la maternidad como único vehículo para alcanzar la trascendencia vital, el amor romántico... ".

"Sin embargo -continúa Bastarós- la reivindicación del gozo es un asunto que debe ser incluido en toda agenda feminista, y ésta puede ser también una lucha política. Es necesario que las mujeres identifiquen sus deseos, los demanden, los performen y los cuiden. La satisfacción del deseo es también una fuente de conocimiento de la que se ha apartado a las mujeres a través de la moral católica, la heteronormatividad, la pornografía para consumo masculino, y ahora es un momento clave para avanzar en su conquista, en base a un feminismo lo suficientemente maduro como para analizar el deseo y reconocer sus implicaciones".

"Las jóvenes de hoy han perdido el interés en el feminismo porque piensan que es antisexo y que las feministas odian a los hombres. Eso es exactamente lo que quienes están en el poder quieren que pensemos"

Pero, ¿cómo se podría lograr algo así? "Hay a menudo un rechazo a la performación de ciertos deseos femeninos -el bukake, por ejemplo- que me parece perniciosa y culpabilizadora", sostiene Bastarós. "El placer se ha construido desde una óptica masculina, algo que podemos ver claramente en el porno mainstream, destinado a un consumo masculino, y esto ha llevado a una concepción del deseo que gira en torno al hombre, y a la construcción de una serie de fantasías que, sin ser en absoluto criticables (nada lo es en su condición de fantasía) tienen una base patriarcal clara. El deseo no es autodecidido ni autogestionado y, dado que es un constructo social, podemos considerarlo en cierto modo un reflejo de nuestra sociedad hetero-patriarcal, machista y cosificadora del cuerpo de la mujer".

De la misma forma, la directora y ensayista Tristan Taormino, de la que Melusina acaba de publicar su tratado sobre porno feminista, sugiere que hay que darle la vuelta al término: "Algunos amigos bienintencionados me sugieren que deje de usar la palabra feminista y quizá todo el concepto, porque el feminismo está pasado de moda. Las jóvenes de hoy han perdido el interés en el feminismo porque piensan que es antisexo y que todas las feministas odian a los hombres. Os voy a decir una cosa, amigas. Eso es exactamente lo que quienes están en el poder quieren que pensemos, eso es lo que quieren que hagamos. Feminista se ha convertido en un insulto, y yo quiero salvar la palabra, revivirla. Quiero que feminista quiera decir una mujer que sabe lo que quiere en la cama y lo consigue. Quiero que los tíos digan: '¡Tengo que conseguir follar con una feminista!", adelanta en el prólogo a lo que considera un "homenaje a la historia personal de todas las mujeres" y una celebración de sus orgasmos "independientes, con o sin acompañante".

Este especie de brindis al hedonismo, no obstante, se ha topado con la réplica de quien ve machismo en la construcción de los deseos femeninos. La bloguera Barbijaputa reaccionó con una columna titulada Hipócritas al anuncio de Amarna Miller, rebatiendo a la actriz que el feminismo es "la herramienta" para "desintoxicarnos de todos los mensajes dañinos inculcados". "Lo que propones con tu discurso es aceptar ese deseo tal y como se formó (con sus mensajes tóxicos y misóginos) y aceptarlo como algo inevitable y moralmente neutro", replicaba a los argumentos de la actriz para hacer un vídeo como ese.

"Todas las señoras sienten la obligación de ponerse un escote, un par de pendientes, de dar fe de su feminidad y garantía de docilidad. Así es como acabamos vigilándonos las unas a las otras"

La cuestión fundamental, coinciden, estriba en articular un discurso coherente desde cualquier contexto. Y acabar con el "síndrome del rehén" al que aludía Despentes en su Teoría King Kong: "Son aquellas de entre nosotras que ocupan las mejores posiciones las que han firmado una alianza con los más poderosos. Son las más capaces de callarse cuando se las engaña, de aguantar cuando se mofan de ellas, de adular el ego de los hombres (…) A las otras, a las furiosas, las feas, las bocazas, se las asfixia, se las aleja, se las extermina. Persona 'non grata' para la flor y nata. A mí me gusta Josée Dayan. Ronroneo de placer cada vez que la veo en la tele. Porque excepto ella, todas las demás, las novelistas, las periodistas, las deportistas, las cantantes, las presidentas de empresas, las productoras, todas las señoras sienten la obligación de ponerse un escote, un par de pendientes, de pasar por la peluquería, de dar fe de su feminidad y garantía de docilidad. Así es como acabamos vigilándonos las unas a las otras, identificándonos con el carcelero, juzgándonos a través de los ojos del que nos encierra con doble cerrojo".

Volvemos, por tanto, al inicio: ¿Feminismo guarro? "Creo que se ha vuelto más amplio, más ambicioso y más complaciente con la mujer, que al fin y al cabo es algo imprescindible para que el feminismo tenga verdadero fundamento. Emma Goldman, anarquista y pionera luchadora por la emancipación de la mujer, dijo: “Si no puedo bailar, no es mi revolución”. "Pues si no podemos corrernos, la nuestra tampoco", zanja Bastarós.

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