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Tribuna
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El golpe fracasa, pero la democracia no triunfa

La intentona militar ahonda la división en una sociedad atrapada entre el autoritarismo militar, que intentó tomar el poder, y el religioso, que no para de reforzarse

La seguridad ha sido reforzada en Estambul tras el golpe de Estado.
La seguridad ha sido reforzada en Estambul tras el golpe de Estado. SEDAT SUNA

Ha sido un año muy intenso para Turquía y el país se ha vuelto menos libre, menos tolerante con las diferencias y más imperialista. Si el conflicto kurdo y los ataques terroristas del Estado Islámico ya asustaban a la ciudadanía, la noche del 15 de julio supone un paso más hacia un clima político de miedo. Sólo el saldo objetivo del intento de golpe de Estado es ya estremecedor: 265 muertos (104 militares golpistas y el resto civiles y policías) y 1.440 heridos. También ha habido detenciones masivas: 2.839 militares y 2.745 jueces destituidos durante el fin de semana. Parece que la purga contra los “gülenistas”, a quienes se les atribuye la responsabilidad de la intentona, va a ser profunda. El Presidente ha dicho que la limpieza seguirá hasta que no quede ni la mancha, por lo que pueden esperarse miles de actuaciones más.

Pero más allá de los números obvios, se pueden subrayar tres desarrollos preocupantes para el futuro de Turquía: en primer lugar, crecerá la influencia del Islam. El presidente de Diyanet –la institución responsable de los asuntos religiosos– habló ayer en televisión y felicitó a quienes se habían enfrentado en la calle a los golpistas en el nombre del Dios. Los cantos "Allah Bismillah Allahu Ekber" se escucharon en las calles de las grandes ciudades.

En segundo lugar, los partidarios más fanáticos de Erdoğan estarán ahora dispuestos para interrumpir cualquiera manifestación de protesta, incluyendo, por ejemplo, una movilización a favor de la libertad de expresión o del movimiento pro-derechos LGBTI. Y eso, además de lamentable, será peligroso y difícil de controlar.

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Crecerá la influencia del Islam y los más fanáticos combatirán las expresiones de libertad

Y por último, la parte laica de la sociedad turca está mayoritariamente contra de los golpes de Estado por la amarga memoria histórica (golpes de 1960, 1971, 1980 y 1997), así que hoy esa parte se siente angustiada y atrapada entre el autoritarismo militar (que fracasó la noche del 15) y el religioso (que parece triunfante en estos momentos).

Una última acotación: el impacto de las redes sociales y la tecnología ha sido muy importante. Erdoğan y los miembros del gobierno se conectaron por Facetime a los canales de televisión durante toda la noche. Así que, paradójicamente, las redes sociales, cuyo uso normalmente restringe el Gobierno para frenar a los movimientos sociales, han sido una eficaz plataforma. Recibir mensajes en el móvil del presidente Erdoğan animando a salir a la calle ha resultado muy efectivo.

El intento de golpe tendrá, en cambio, un impacto menor en las relaciones exteriores de Turquía y en la imagen de Erdoğan, que ya estaba muy deteriorada. En 2003, cuando el ahora Presidente asumió el cargo de Primer Ministro, Occidente le trató como el líder de la esperanza democrática en Oriente Medio y a Turquía como el país referente para demostrar que la democracia es compatible con el Islam.

El golpe no tendrá apenas impacto en las relaciones exteriores y en la imagen de Erdogan, ya muy deteriorada

Ahora, los líderes de la Unión Europea y de EEUU han pasado a criticarle por los atentados contra el Estado de derecho, la restricción de los derechos fundamentales y la represión a periodistas y académicos. Incluso se han deslizado críticas a Turquía por apoyar a algunas sectas del Estado Islámico, o al menos por no combatirlas efectivamente. Pero, al mismo tiempo, Turquía se ha convertido en un país muy importante para la Unión Europea gracias a la crisis de los refugiados y en un aliado destacado dentro la OTAN para la guerra de Siria. Turquía ha tenido muchos problemas con sus vecinos en los últimos años pero recientemente ha cambiado su política exterior para congraciarse con sus aliados, empezando por Israel y Rusia. En resumen, es de esperar que las dinámicas internacionales sigan en esa línea de realpolitik.

¿Y ahora que? La represión será dura. Algunos sectores de la sociedad están pidiendo la vuelta de la pena de muerte para castigar a los responsables del intento. Desarrollos como ése alejarán definitivamente la adhesión a la Unión Europea y se ahondará la división social que ya es más profunda que nunca: la mitad se siente ganadora de una guerra y la otra mitad tiene mucho miedo del futuro. La democracia no consiste sólo en estar contra un golpe, si al día siguiente eso supone vulnerar los derechos de los demás. Pero todo apunta hoy a que la mayoría de Erdoğan desea gobernar el país sin muchas concesiones hacia la oposición.

Ilke Toygür es investigadora del Istambul Policy Center, Universidad de Sabanci y Universidad Autónoma de Madrid.   

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