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Michael Jackson y Dragon Ball, al rescate del quechua

Una nueva generación de peruanos utilizan la música para reivindicar el idioma, víctima de la discriminación

La peruana Sylvia Falcón canta en quechua. Imagen cedida por la cantante.
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Pese a ser la segunda lengua más hablada de Perú, el quechua ha sido visto desde hace tiempo como un estigma por buena parte de sus propios hablantes. Los habitantes de Los Andes que durante generaciones han emigrado en masa a las ciudades no quisieron que sus hijos lo aprendieran para que no sufrieran la discriminación que ellos vivieron. Sin embargo, últimamente esta generación que ha crecido a espaldas de ese legado lingüístico está interesándose en recuperarlo y lo está convirtiendo en un motivo de orgullo. Y en ocasiones han encontrado en la música un instrumento perfecto para reivindicarlo y difundirlo.

Renata Flores, una joven de 15 años de la ciudad de Ayacucho, fue una de esas descendientes de quechua hablantes a las que sus padres, hijos de emigrantes del campo, evitaron enseñar la lengua de sus antepasados. A pesar de vivir en el corazón de la región quechua, en su colegio sólo tiene a una compañera que conoce ese idioma. "Pero no lo quiere hablar, se avergüenza. De la gente de mi edad nadie lo habla en Ayacucho", lamenta. Sólo su curiosidad le hizo empezar a aprender ese idioma extraño con el que muy ocasionalmente sus progenitores, músicos de profesión, se comunicaban entre sí.

Por eso, cuando hace un año grabó para una asociación cultural local, Surca, unos vídeos en los que cantaba temas mundialmente conocidos traducidos al quechua y los colgó en YouTube, no se esperaba el gran impacto que tuvieron.

La versión de Fallin’ de Alicia Keys, alcanzó las 50.000 visualizaciones. The house of the rising sun de The Animals superó las 200.000. Pero el gran bombazo fue The way you make me feel, de Michael Jackson. “A los 20 días de haberlo puesto en YouTube ya estaba en el millón de visitas”, dice Patricia Flores, madre de Renata y directora de Surca. “Empezó a salir en la tele como noticia y tuvo mucha repercusión, no sólo en Perú, sino también en otros países andinos como Bolivia, Argentina y Chile”, agrega Renata.

La idea de los vídeos, grabados para conmemorar la fiesta de la Independencia peruana, los días 28 y 29 de julio, era “hacer ver el idioma como algo nuestro, como algo rico, como algo que se oye muy bien”, indica Patricia.

El quechua es el idioma más hablado en la cordillera andina. Fue la lengua franca del imperio inca y actualmente todavía la hablan entre ocho y 10 millones de personas, de los que 3,36 millones viven en Perú, el 12,3% de su población.

En Perú, muchos se avergüenzan de usarlo en las ciudades. Quienes lo hacen, por lo general sólo es de puertas adentro de su casa

Aun así, en este país muchos se avergüenzan de usarlo en las ciudades. Quienes lo hacen, por lo general sólo es de puertas adentro de su casa. Quieren evitar el estigma que en un país profundamente racista implica cualquier indicio de indigenismo u origen campesino.

Por ello, es completamente inexistente en la televisión, los medios impresos o la radio a nivel nacional. Pero últimamente, han surgido varios defensores destacados de esta lengua. Personajes de la política, de la literatura, el deporte y, sobre todo, de la cultura han intentado darle un impulso y hacer que sea valorado.

Uno de ellos es la joven soprano Sylvia Falcón, en cuyo repertorio predominan las canciones en el idioma de los incas y que intenta recuperar la coloratura o lírica andina, un estilo musical que triunfó en Perú y se hizo conocido también en el extranjero en los años 30.

Sus padres son de origen andino, pero migraron a Lima, donde criaron a sus dos hijas. Pese a ser de una generación distinta de la de Renata —tiene 32 años—, “hemos pasado el proceso de que nuestros padres no nos enseñaban quechua para que cuando fuéramos al colegio la gente no se metiera con nosotras”, afirma.

No obstante, las costumbres y, sobre todo, la música de la familia han estado siempre ligadas a esa lengua, así que ella la fue aprendiendo escuchando canciones tradicionales desde pequeña y luego cantándolas. “A pesar de que crecimos en Lima y tenía un motón de amigas que tenían este concepto de que Perú era sólo la capital y no tenían ni idea de lo que pasaba más allá, para mí siempre fue un motivo de orgullo”, asegura.

Ya su primer disco, Killa Lluqsimun (Cuando sale la luna), lanzado en 2007, tenía canciones en quechua. Pero nadie pareció darle mucha importancia hasta que el año pasado, también con motivo de la celebración de la Independencia, grabó un vídeo cantando el himno nacional en quechua.

Recibió una amplia cobertura en los medios y múltiples elogios en las redes sociales. Curiosamente, la única crítica recibida, aunque muy minoritaria, cuestionaba por qué tenía que cantar este himno colonizador en quechua. “Hay mucha gente andina que cree que es el himno de la colonización”, recuerda.

Pero no era la primera vez que cantaba el himno en ese idioma. “Hay instituciones que hacen sus ceremonias y lo cantan a menudo”, explica. Sin embargo, parecía haber pasado desapercibido para la opinión pública en general hasta entonces.

Había sido traducido hace años por Demetrio Túpac-Yupanqui, la gran eminencia nacional en cuestión de quechua. Túpac-Yupanqui, oriundo de la región de Cuzco, ya daba clases de esta lengua en la universidad en los años 50 y escribía artículos en ella en periódicos en los años 70, una época en la que el gobierno intentaba revalorizarla.

Hace medio siglo fundó una academia en Lima para enseñarlo, pero ha visto cómo el interés por ella ha descendido. De tener 200 o 300 alumnos por día en sus mejores años ha pasado a tener menos de 10.

Atribuye este ostracismo a que “socialmente los que hablaban castellano estaban en mejor situación que los que hablaban quechua: llegan a ser autoridades, viven en Lima, tienen mejores viviendas… En cambio los que hablaban quechua estaban siempre en sus Andes y no podían avanzar mucho”.

No obstante, coincide en que hay un nuevo interés por el idioma. Él mismo lo constató cuando hace cuatro años lanzó una edición de El Quijote en quechua. “Se tiraron 1.000 ejemplares y en menos de ocho meses desapareció de las librerías. Hasta ahora lo siguen pidiendo”, subraya.

Wilfredo Ardito, un especialista en temas de minorías étnicas y activista contra la discriminación racial, sostiene que ha habido momentos en la historia reciente de Perú en los que se ha intentado revalorizar el quechua. Pero en los 80 el surgimiento de la guerrilla Sendero Luminoso, que se implantó sobre todo en Los Andes, acentuó en las ciudades “el racismo hacia el migrante que venía de esa zona y que habla quechua como alguien que puede ser un terrorista”.

“Hay una especie de discriminación por comparación: el que se siente más blanco discrimina al que es más indígena. Entonces, el que habla quechua es discriminado porque es visto como inferior”, comenta Ardito.

“Somos un país andino y súper diverso. Es totalmente retrógrado pensar que los de allá siguen en plumas, pero en Perú existe ese pensamiento”, critica Sylvia Falcón. “El arte puede suavizar eso. Estoy convencida de que la música puede ayudar a sensibilizar al que no conoce toda esa riqueza que está ahí y que venimos de un legado cultural”.

Otra experiencia curiosa es la de Alvin Mendoza, quien a la vista del éxito de los vídeos de Renata Flores, en cuya producción participó, decidió mezclar dos de sus intereses personales: el quechua y los dibujos animados japoneses manga. Tradujo la sintonía inicial de la serie Dragon Ball, la grabó y la subió a las redes.

“Tuvo bastante acogida”, celebra. “Hubo comunidades de chicos conocidos como otakus, que son personas que les gustan el anime y el manga y ese estilo de vida, que se identificaron bastante”. Ahora recibe constantes peticiones para que traduzca otras sintonías.

A Alvin, de 27 años, su familia sí le enseñó el idioma, pero reconoce que es algo poco común. “Yo recuerdo que cuando estaba en primaria había chicos quechua hablantes. A veces les salía una palabra en quechua y el propio profesor les regañaba”, recuerda.

Falcón se congratula del impulso que ha recibido recientemente el quechua con ayuda de la música. Sin embargo, “todavía estamos en un tira y jala”, matiza. “Ha ayudado mucho esto de los booms —el de la gastronomía peruana, el de la moda…— pero si las ayudas de estos booms van a ser solo superficiales, eso se nos va a ir en un ratito”, advierte.

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