La paradoja económica global
La existencia de riqueza financiera de carácter ficticio pone en peligro la recuperación. El exceso de liquidez en la economía mundial se emplea en transacciones que no aumentan la riqueza industrial, alimentaria o energética
De conformidad con el último informe del Banco Mundial, Perspectivas económicas mundiales, recientemente publicado, las proyecciones de crecimiento de la economía global se han reducido desde el 2,9% al 2,4%. ¿A qué se debe esa situación? ¿Cómo se explica que a casi nueve años de haberse desatado la crisis financiera global del 2007, la economía global no haya podido recuperarse plenamente y reactivado su crecimiento? Puede haber varias razones para este fenómeno. En primer término, la falta de coordinación entre los países integrantes del G 20, que fue la organización creada, a raíz de la crisis, para diseñar las políticas orientadas hacia su superación.
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En efecto, mientras, por un lado, Estados Unidos procedió a aplicar políticas monetarias expansivas para estimular el crecimiento y disminuir el desempleo, en Europa, por su parte, se decidió, en principio, aplicar políticas de recorte al gasto o de austeridad, que han determinado un estancamiento en su crecimiento económico.
No obstante, puede haber una explicación más estructural, que tenga que ver con el hecho de que, a pesar de todas las medidas adoptadas para afrontar la crisis, lo que aún prevalece es la existencia de un modelo de desarrollo económico mundial fundamentado en la preeminencia del sector financiero sobre las demás áreas productivas.
Ese predominio del sector financiero o financiarización de la economía global, que empezó a surgir hace más de tres décadas, ha implicado una desnaturalización de la manera en que un sistema económico debe funcionar, y ha sido, por consiguiente, la causa fundamental que desató la crisis financiera global y de que ésta todavía no haya podido ser superada.
El modelo actual lleva inevitablemente crisis de dimensiones impredecibles
Dentro del marco de un sistema económico fundamentado en la libre competencia, se entiende que el papel del sector financiero consiste en servir de intermediario entre el ahorro de los depositantes y las necesidades de crédito de los sectores productivos, como por ejemplo, la agropecuaria y la industria.
Pero en la actualidad no es así. Lo que ha ocurrido en los últimos años es que el sector financiero se ha convertido en un fin en sí mismo. Acumula beneficios no sobre la base de la diferenciación de las tasas de interés que aplica entre préstamos y ahorros, sino de las utilidades que adquiere a través de las innovaciones financieras y de los productos derivados que ha ido creando en un sistema bancario interconectado a nivel global.
Esos productos derivados, como se sabe, provienen de una diversa gama de instrumentos financieros, como son las opciones, los swaps, las permutas de incumplimiento crediticio y la especulación financiera sobre contratos a futuro de commodities. Como consecuencia de la evolución de ese fenómeno de financiarización, entre 1980 y 2014, los activos financieros a nivel mundial se expandieron de 12 billones a 294 billones de dólares.
En el mismo periodo, los contratos de derivados pasaron de un billón a 692 billones de dólares, una suma fabulosa, sin antecedentes en la historia, que implica que han pasado a representar cerca del 70% de los activos financieros a nivel global. Más aun, los derivados cuyo valor era cercano al PIB mundial en 1980, pasaron a representar 10 veces el valor de la capacidad mundial de generación de riquezas a partir de la segunda mitad de la década del 2000.
Debido al volumen de los montos señalados, puede considerarse que, en estos momentos, en la economía global no hay falta de liquidez, sino todo lo contrario. Si es así, ¿cómo es posible que haya una situación de virtual parálisis en el crecimiento de la economía mundial, sobre la base de una presunta falta de liquidez?
Se trata de poner en ejecución un plan global de regulación del sistema financiero
En realidad, la falta de crecimiento de la economía mundial se debe, entre otras razones, al hecho de que como resultado del fenómeno de la financiarización, se ha producido una desconexión o despegue entre el sistema financiero y los sectores productivos.
El exceso de liquidez que actualmente encontramos en la economía mundial no se utiliza para invertir en la producción industrial, de alimentos, de fuentes de energía o de obras de infraestructuras. Al revés, se emplea, fundamentalmente, en la realización de transacciones financieras, que en lugar de contribuir a crear un tipo de riqueza material que satisfaga la demanda de los consumidores, crea, más bien, un tipo de riqueza artificial fundamentado en papeles comerciales.
Al seguir una trayectoria de multiplicación de sus activos, el sistema financiero ha generado desequilibrios en la balanza comercial y en la emisión de títulos de deudas.
De esa manera, suscita un potencial de crisis que es generado por la existencia de una riqueza ficticia que se incrementa a gran velocidad, sobrepasando al mismo tiempo los volúmenes de producción y de comercio a nivel mundial.
Como consecuencia del predominio de un modelo de financiarización de la economía global, desde el 2007 hasta el 2014, la deuda pública mundial, en lugar de disminuir, se ha incrementado en 60 billones de dólares, para un total de 200 billones de dólares.
La humanidad nunca conoció cifras semejantes. Todo eso desborda la imaginación y toda capacidad de raciocinio. Sin embargo, es la realidad en la que el mundo se encuentra en estos momentos; y es, naturalmente, lo que explica el estancamiento secular en el crecimiento de la economía mundial y la razón por la cual, a pesar de todos los esfuerzos desplegados, aún no se logra superar la crisis financiera global iniciada en el 2007.
Pero además de no haberse superado la Gran Recesión global del 2007, la continuación irrefrenable de un modelo de financiarización de la economía mundial conduce inevitablemente a nuevas crisis de dimensiones impredecibles.
Por tales motivos, se requiere enfrentar esta situación y desactivar lo que a todas luces constituye una bomba de tiempo. Se trata de poner en ejecución un plan global de regulación del sistema financiero, que puede ser liderada, en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, por las principales instituciones financieras multilaterales.
Desafortunadamente, a pesar de la irrefutable necesidad de ese cambio, todavía hay voces, que en defensa de sus privilegios, se levantan en franca oposición, poniendo en peligro al resto de la humanidad.
Se trata de voces que tendrán que ser ahogadas con la fuerza de la inteligencia, la razón y la verdad.
Leonel Fernández, expresidente de República Dominicana, es fundador de la Fundación Global Democracia y Desarrollo.
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