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EL ACENTO ELECTORAL
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Impuestos, el enemigo público número uno

El país no está para bajar tributos; necesita una recaudación firme que no esté ligada a burbujas coyunturales

Jesús Mota
Luis de Guindos, ministro de Economía
Luis de Guindos, ministro de EconomíaLuis Sevillano

La martingala “vamos a bajar impuestos” es la santería de moda en los partidos que se autodenominan centristas y con vocación de gobernar. Pocas beaterías son tan perniciosas para la economía como esta confianza inmotivada en que la rebaja de tributos va a reactivar la economía (se necesita bastante más inyección de dinero en el bolsillo de los españoles que el que puede aportar una rebaja del IRPF). La afirmación de que “donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los españoles”, inventada por un Aznar convertido en creyente de a pie de la economía vudú, no pasa de chascarrillo de bar. El PP descubrió que “bajar impuestos” daba rédito electoral y allá que se ha encaminado el sedicente centrismo sin mirar antecedentes, consecuentes, beneficiarios o víctimas. Cualquier disparate puede cambiarse por un voto más.

El país no está para bajar impuestos, sino para todo lo contrario; necesita una recaudación sólida que no esté miserablemente anclada en la recaudación de tributos ligados a las burbujas coyunturales (como la inmobiliaria). Un político cabal tendría al menos la elegancia de argumentar por qué y para qué quiere bajar los tributos y cuantificar la rebaja; pero aquí no se ha producido tal explicación, salvo las generalidades de rigor (mortis). Porque aunque se relacione una eventual rebaja impositiva con la evolución favorable de la economía, la condición inicial para definir la fiscalidad de un país desde el Estado es proponer que perímetro de gasto (educación, sanidad, seguridad, desempleo y, con el tiempo, pensiones) se quiere financiar con dinero público. Silencio. Concepción del Estado, cero. Se prefieren las promesas simples y ciegas, directas al bolsillo del votante. Como para el patriarca del Tea Party, Ron Paul, los impuestos son el enemigo público número uno.

Divierte en todo caso la majeza de Luis de Guindos. Al gobierno le importa un bledo que España haya incumplido el objetivo de déficit, que esté en cantares en Bruselas porque bajó los impuestos con el déficit fuera de control, que ronde una sanción en el aire del Ecofin o que la credibilidad económica del país esté bajo mínimos (desprestigio que, por cierto, también cuesta dinero). Ahí está Guindos, por plazas y portales, proclamando que bajará los impuestos llueva o truene. Tiene el ministro temple de jugador: When in trouble, double, (“cuando tengas dificultades, dobla la apuesta”) dice el axioma del inversor en bolsa. Cuanto más elevado sea el déficit, más bajos tienen que ser los impuestos. En Bruselas no salen de su asombro; ni saldrán.

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