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Tentaciones

La heteronormatividad oculta de 'Cámbiame'

“Nunca se ha puesto un vestido”, “no se maquilla”, “nunca se había depilado”... Frases así se escuchan cada día en el programa de Telecinco. ¿Estamos perpetuando los mismos roles de género de toda la vida cada mediodía?

Telecinco

“Me gustaría ser más femenina”. Ésta es una de las consignas que más se repiten cada mediodía cuando comienza Cámbiame, el programa de estilo e imagen que ha conseguido revolucionar la anquilosada parrilla de sobremesa de la televisión española -ya nos tocaba un soplo de aire fresco, ¿no creen?-.

La mecánica del formato, si es que queda alguien que no lo haya visto, es sencilla. Un o una aspirante dispone de sesenta segundos para convencer a tres estilistas de que merece un cambio de imagen. Si consigue llegar al final de la pasarela -y del tiempo- sin que éstos le den al pulsador y rechacen su caso, deberá elegir a su estilista favorito para que le ayude a mejorar su aspecto y realizar un cambio total de su estilo y, por ende, de su vida. Fácil, ¿no? Pues tampoco se confíen.

Lo que parece un inofensivo espacio destinado a que veamos la espectacular transformación física de una persona que podríamos ser cualquiera de nosotros, se convierte en el mejor ejemplo que tenemos en la actualidad para comprender la sociedad -¡ala! ¡exagerado!-. Es la evidencia, sin ir más lejos, de la perversión heteronormativa que la sociedad nos ha inculcado a través de décadas de imposición -lean a Nacho Moreno en el sexto número del fanzine Bulbasaur sobre esto mismo-.

Esta misma semana, una joven acudía al programa a pedir a los estilistas que le ayudasen a ser más femenina, a que le quitasen ese 'aspecto de lesbiana'

Sí, no se lleven las manos a la cabeza que lo entenderán perfectamente con un ejemplo. Esta misma semana, una joven acudía al programa a pedir a los estilistas que le ayudasen a ser más femenina, a que le quitasen ese 'aspecto de lesbiana' que hacía que se sintiese acomplejada y, de paso, conseguir la aceptación de sus padres, con los que se encontraba distanciada desde su salida del armario. ¿Cuántas adolescentes deben estar pasando por lo mismo simplemente por no encajar en los patrones que la sociedad espera de las mujeres?

Los estilistas, rápidos y avispados, conocedores del peligro del mensaje que se estaba ofreciendo al público -¿parecer 'menos lesbiana'?-, argumentaron que, si dependiese de ellos, no realizarían ningún cambio, pero que como había sido ella la que lo había pedido, actuarían en consecuencia -no olvidemos que se trata de un programa de televisión-.

El caso de Alba en 'Cámbiame'
El caso de Alba en 'Cámbiame'vía twitter

Y dicho y hecho. La joven cambió los pantalones, la sudadera y el peinado medio rapado por un vestido, tacones, maquillaje y una melenita. Su madre se emocionó y lloró, todos alabaron su belleza y terminó fundiéndose en un abrazo con sus padres, a los que prometió cambiar y volver a confiar más en ellos. Y sí, posiblemente este golpe de efecto conseguirá limar asperezas en una familia con problemas de comunicación, pero, ¿y la sociedad? ¿Ven hacia donde nos están empujando?

Hemos interiorizado tanto el discurso de los géneros que nos ha marcado la heteronormatividad -rosa o azul, falda o corbata- que cuando alguien se atreve a salirse de los patrones, es la propia sociedad la que acaba aislándole, haciéndole creer que necesita volver al redil -si es que alguna vez lo estuvo- para adaptarse a lo 'normal' -qué miedo- y sentirse mejor, más aceptado y con mejor autoestima.

Alba, tras su cambio de 'look'.
Alba, tras su cambio de 'look'.vía twitter

“Nunca se ha puesto un vestido”, “no se maquilla”, “nunca se había depilado”, “nunca se ha puesto unos tacones”. Frases así concursan casi todos los días en el programa. Pero, ¿acaso es eso necesario para construir una identidad de género? Incluso los propios estilistas se esfuerzan en reivindicar otro concepto de feminidad más allá de todos estos clichés, pero, al final, terminan cayendo también.

Sería absurdo que pretendiéramos que la televisión sea la encargada de educarnos en diversidad cuando ni siquiera los planes de estudio lo contemplan, pero sí deberíamos aprovechar la ocasión para preguntarnos por el mensaje. ¿Cómo es posible que casi todos los jóvenes que pasan por Cámbiame afirmen que han sufrido bullying por su aspecto? ¿No debería indicarnos que algo no estamos haciendo bien? Claro que un vestuario nuevo y un peinado diferente al que llevaban no va a solucionar sus problemas, pero sí puede ser el revulsivo que necesitan para sentirse más seguros, más empoderados -esa palabra que tanto gusta y tanto disgusta-. Puede que muchos piensen que un plató no es el mejor sitio para reivindicar nada, pero ya que lo tenemos, ¿por qué no lo aprovechamos?

Cámbiame tiene muchos fallos -tira demasiado de la lágrima fácil, por ejemplo-, también muchos aciertos -la visibilidad en un espacio destinado al público masivo-. Aprovechemos los programas de televisión para evidenciar estas cosas. Nos hemos acostumbrado a pensar que ciertas cosas vienen con los tiempos cuando no debe ser así. Si denunciamos los micromachismos -y los no tan micro- cada día, desterremos también estos clichés estéticos.

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