'Ciborg-cuñaos', hologramas y sexo virtual: así será nuestra vida en 2030
Hemos consultado con expertos en comunicación, filósofos y otros pensadores sobre el futuro que nos aguarda si seguimos atados al smartphone, a Facebook y a Twitter o a las 'apps' para relacionarnos. ¿Un avance? Ligar será una experiencia muy diferente...
Queridos lectores del año 2030, venimos en son de paz desde el pasado. En concreto desde el remoto 2016, cuando Pablo Iglesias todavía no dominaba la Vía Láctea y Mark Zuckerberg no había comprado Marina d’Or. Nuestra misión es trascendental: contar cómo evolucionarán las redes sociales. Ojalá os entre la risa floja al leernos porque, si acertamos, ¡la cosa da miedito! Hemos consultado oscuros papiros y hablado con filósofos, analistas, profetas e incluso con un adivino virtual de la estirpe de Zoltar (pero no nos ha sacado de dudas). Aquí van nuestros augurios
1. Twitter se quedará viejuno (y decir viejuno también)
Cómo lo petaban Netscape, Lycos y Ozú, ¿eh? ¿No sabéis de qué hablo? Sois unos yogurines. Hubo un tiempo en que esos nombres lo eran todo en Internet. ¿Qué pasará con las redes sociales que ahora parecen eternas? "Twitter y Facebook no serán demasiado importantes, como Yahoo!, Microsoft o AOL". Lo dice Evan Henshaw-Plath por Skype, y sabe de lo que habla. Cofundador de Twitter, su primer tuit data del 21 de marzo de 2006: "Just setting up my twttr". Lo mismo escribió otro de los padres de la criatura, el multimillonario Jack Dorsey. Justo antes de que la compañía multiplicara su valor en Bolsa, Evan vendió sus acciones por unos 6.000 euros y se compró un coche de segunda mano. No tuvo mucho ojo, pero ahora afina más: "Con cada cambio hay una transferencia tecnológica, y Twitter y Facebook no van a poder adaptarse a lo nuevo. Por eso compran WhatsApp, Oculus, Periscope… necesitan nuevas plataformas porque saben que no pueden adaptarse por sí mismas". Frente a Snapchat o Instagram, por ejemplo, Facebook y Twitter empiezan a anquilosarse. ¿Qué será lo nuevo? Natalia Flores, 'cirujana digital' de la agencia Está Pasando, arriesga un par de nombres. El anonimato y lo efímero ganan protagonismo: "En Whisper el principal enganche es cotillear y compartir secretos de forma anónima; y Galaxia hace posible crear múltiples perfiles según las distintas facetas de tu identidad que quieres mostrar".
2. Contextualiza, que algo queda
Somos polifacéticos (y algunos, renacentistas): aficiones, viajes, fiestas, trabajo, familia, estudios, juerga… Las redes sociales se adaptarán a nuestros 'yoes'. "El contexto es relevante: si en la vida real presentamos diferentes caras según el ámbito en el que nos movemos, en la vida virtual deberíamos poder hacer lo mismo", apunta Flores. Tendremos una identidad digital gradual, desde la más global (para tratar los problemas del mundo), pasando por lo local y llegando a lo más íntimo. En esa gradación de identidades, la distancia será lo de menos. Ni global, ni local: glocal. Lo extenso será intenso, y viceversa. Y todo eso hay que contarlo a los cuatro vientos.
3. Enséñamelo todo, baby
Sí, todavía más. 24 horas de experiencias retransmitidas en directo. Incluso lo que pasa en el retrete. Joshua Harris lo hizo en 2000: llenó su casa de cámaras y aireó su intimidad y la de su novia. Acabaron rompiendo (su novia no era Mercedes Milá, claro). Harris es un artista, emprendedor y visionario, el 'Nostradamus de la Red'. Para él, todo pasa por las cámaras, pero pronto no harán falta. Unos implantes en la retina y un chip subcutáneo, como los que salen en la serie Black mirror, bastarán para grabar y almacenar todo. En la novela El círculo, de Dave Eggers, los llaman 'retinales', y cada vez están más cerca: la empresa Innovega fabrica ya las lentillas iOptik™ que, de momento, valen para enfocar lo que muestran las gafas de realidad virtual. A Flores esas gafas le encantarían para hablar con hologramas de familiares y amigos. Tenerlos cerca siempre que quiera, desafiando al espacio y al tiempo: "Las nuevas posibilidades de la realidad virtual harán que podamos revivir nuestros recuerdos en 360 grados", asegura.
4. Seremos súpercuñaos
Imaginad los grupos de WhatsApp: el cuñao-ciborg tomará el control, porque lo sabremos todo. O casi.
Un implante cerebral nos permitirá navegar por la red de manera inmediata e intuitiva. Aprenderemos más y mejor. Y, pinchando el nervio óptico, nos adentraremos en mundos inmersivos de realidad virtual. Imaginad los grupos de WhatsApp: el cuñao-ciborg tomará el control, porque lo sabremos todo. O casi. Joshua Harris cree que debemos acelerar el proceso de 'ciborg-conversión', y propone la creación de una avanzadilla: 10.000 humanos que quieran convertirse en ciborgs. Él teme que, hacia 2030, las máquinas tomen el control (la llamada 'singularidad') y que, sobre 2040, decidan que no nos necesitan: "En consecuencia, harán 'ajustes' de la población humana", cuenta. El cofundador de Twitter Evan Henshaw-Plath es menos apocalíptico, pero anticipa un boom de la inteligencia artificial con experimentos de redes neuronales artificiales: "De aquí a tres o cuatro años tendremos una manera más potente de saber quiénes somos, qué miramos y también para manipular el contenido de los medios que consumimos".
5. Quema tu DNI
¿Quiénes somos? Poneos filosóficos. Imaginad un perfil social llamado 'Tu Yo Auténtico', TruYou: "Una sola cuenta, una sola identidad, una sola contraseña y un solo sistema de pago por persona". Si existiera una red social que os ofreciera tenerlo todo centralizado (fotos, vídeos, agenda, contactos, historial médico, etc.), ¿molaría o daría yuyu? A Dave Eggers, que pergeñó TruYou en su novela El círculo, le da cosica. En ella cuenta cómo esa identidad social digital se convertiría en una tiranía peor que el 1984 de Orwell (estábamos tardando en mencionarlo)
El filósofo Vicente Serrano, que acaba de publicar Fraudebook, lo que la red social hace con nuestras vidas, nos recuerda que nuestros DNI y pasaportes ya están digitalizados y que eso, en sí mismo, carece de valor: "La identidad depositada en las redes ya es operativa para los poderes políticos y económicos, y eso tiene todo tipo de efectos. Es sabido que las empresas, a la hora de contratar a alguien, cada vez atienden más a la red social que al curriculum, como es sabida la utilidad del rastro dejado en las redes para todo tipo de oficinas gubernamentales". •
6. Internet is for porn; las redes, para ligar
Las identidades digitales ya son operativas ante gobiernos e instituciones, sí: y ante la vecina del quinto. Tinder, Grindr, Happn… y hasta LinkedIn: los medios sociales se usan para ligar. #EsoEsAsí. Pero nada indica que un follamigo virtual será mejor que uno real. Natalia Flores confía en que la tecnología no podrá suplantar "el contacto piel con piel y la mirada del otro". Tenemos nuestras dudas: Siri y otros chat-bots ganan día a día en inteligencia y las relaciones sexuales y afectivas intermediadas por la tecnología cada vez son más frecuentes: ahorran tiempo, espacio y situaciones embarazosas. Sin embargo no todo es sexo, chavalada. También hay mimitos.
De hecho, Vicente Serrano piensa que Facebook es el germen de una tendencia inquietante: el 'capitalismo afectivo'. La idea es que ciertas redes sociales funcionan como un banco de afecto. Cuando abrimos una cuenta en ellas, el primer 'depósito' es nuestra foto y nuestro nombre, la información básica. A partir de ahí vamos regalando nuestra información íntima: nuestros datos (que son el nuevo dinero). "La red impulsa el asalto final a una dimensión que hasta ahora se había resistido a convertirse en mercancía: los afectos. Esto no ha hecho más que empezar", asegura el filósofo.
7. Esto os va a gustar
Entramos en una pescadería y nos vibra el móvil con un mensajito: "Hola, apuesto periodista, hoy tenemos jureles frescos, están a tu derecha". ¿Cómo saben que soy apuesto? No hay más que verme. ¿Cómo saben que me gustan los jureles? Porque han almacenado mi historial de compras, y es diáfano que soy jurel-lover. ¿Cómo saben que he entrado y dónde estoy situado? Porque en la pescadería han instalado una especie de GPS de interior, para espacios reducidos. Se llaman IPS (indoor positioning system) y funcionan mediante unas balizas, parecidas a ambientadores, que se conectan a nuestro móvil vía Bluetooh. Las de Apple se llaman iBeacon, funcionan desde hace años y en unas décadas serán lo más normal del mundo. Recibiremos anuncios a nuestra medida y tendremos nuestro personal shopper virtual, un chat-bot que será cruelmente sincero porque nos conocerá como nadie: "Esa camisa te tira de la sisa, apuesto periodista". Si esta perspectiva os repugna, ¡uníos a la resistencia!
8. C’est la résistance!
Igual que en la Segunda Guerra Mundial existió la Resistencia francesa, ¿existirá en 2030 una guerrilla formada por los que no quieren ni implantarse un chip ni estar emitiendo su intimidad las 24 horas? En EE UU ya se han abierto campamentos de desintoxicación tecnológica, como campgrounded.org. Allí están vetados los móviles, los ordenadores e, incluso, hablar del trabajo. "Mi objetivo es conectar a gente. Siempre van a existir más redes, más cosas que hacer fuera de donde uno está; pero el único momento que importa es el ahora", declaró en 2013 Levi Felix, uno de los directores, a The New York Times.
"No se trata de volver a una especie de paraíso pretecnológico en el que grupos reducidos y nostálgicos den la espalda a nuestro mundo. Más bien, de ser dueños de los dispositivos, en lugar de que ellos se adueñen de nosotros", señala Vicente Serrano. El autor de Fraudebook sostiene que la naturaleza no solo está amenazada en el ámbito externo (los ecosistemas, la biodiversidad), sino que también lo está en el ámbito interno: "En aquello en que la naturaleza se expresa todavía en nosotros, que es la afectividad". Así que esa resistencia será un afán de protección de la naturaleza; del entorno del ser humano, pero, también, de su interior. •
9. Dios somos todos, como Hacienda
En 1976, Jorge Luis Borges, citando a Bernard Shaw, dijo: God is in the making ("Dios está siendo creado"). "Cuando pensamos, cuando escribimos, cuando sentimos, estamos sencillamente creando a ese ser", remachó el escritor argentino. Según Joshua Harris, Internet, o sea, todos nosotros, conformaremos una Inteligencia Colectiva. ¿Será eso Dios? ¿Nos vamos a exhibir las 24 horas ante esa Inteligencia que nos ve, nos acompaña y nos juzga? ¿Estaremos ante un ser omnisciente, como Hacienda? Gracias a la realidad virtual, viviremos libres de discapacidades; a largo plazo, nuestra consciencia, recuerdos y sensaciones serán transferibles a servidores. No necesitaremos nuestro cuerpo. ¿No es eso ser omnipotentes? No seremos conscientes de las redes sociales: serán la nueva realidad… Un verso de Borges, curiosamente, es lo que elige Natalia Flores para concluir sus vaticinios: "Acaso lo que digo no es verdadero, ojalá sea profético".
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