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La trastienda del programa con más audiencia del mundo: coches, agresiones, egomanía y escándalos

La BBC intenta reflotar con Matt Leblanc ('Friends') 'Top gear', un espacio de motor tachado de homófobo y misógino del que echaron a su excesivo presentador tras pegar al productor

Miquel Echarri
Jeremy Clarkson, el impulsivo presentador de 'Top gear', exhibiendo su estilo.
Jeremy Clarkson, el impulsivo presentador de 'Top gear', exhibiendo su estilo.Getty

Aquella noche, el presentador del programa con más audiencia del mundo fue demasiado expeditivo: le pegó un puñetazo a su productor. Y todo porque no le gustó la sopa. Hablamos del ególatra Jeremy Clarkson (Inglaterra, 56 años) y de Top gear, el programa de no ficción (no se cuentan series, películas y eventos en directo) con más audiencia del mundo.

Ese fatídico día, Jeremy Clarkson llegaba en helicóptero a su hotel tras una extenuante jornada de rodaje en Hawes, remoto rincón del norte de Inglaterra. El veterano periodista irrumpió en el vetusto comedor decorado con cabezas de jabalí y doseles victorianos y pidió que le sirviesen la cena. “¿Nos hacemos un selfie juntos, Jeremy?”, le dijo uno de los comensales. “Hoy no, he tenido un día de perros”, respondió un Clarkson más seco y taciturno que de costumbre. Eran ya más de las nueve y el cocinero del hotel había acabado su turno, así que, en lugar del filete a la plancha que había pedido, le sirvieron un plato de sopa fría con hebras de carne mechada.

El programa ha recibido desde acusaciones de racismo a demandas por difamación o por incitación homófoba. Clarkson, su presentador, pertenece a ese tipo de seres humanos a los que parece divertirles jugar al límite, cruzando líneas rojas 

“¿Qué demonios es esto?”, preguntó el popular presentador. “Es tu cena”, respondió Oisin Tymon, productor del programa, que también se alojaba en el hotel y al que no le habían gustado los modales de Clarkson al entrar al hotel, despreciando a los seguidores que quería hacerse fotos y propinando voces. “Cómetela y vete a la cama”, sentenció Tymon, equiparando el tono al de Clarkson. Los testigos presenciales no acaban de ponerse del todo de acuerdo sobre lo que ocurrió a continuación. Sí coinciden, en que Clarkson, un hombre que presume de haber crecido en Doncaster, en la Inglaterra profunda, tierra de mineros, soldados y ferroviarios, un lugar en que te enseñan desde niño a no aceptar un "no" por respuesta, exigió a gritos una cena “decente” y llamó a Tymon “inepto” y “jodido irlandés de mierda”. Este último contraatacó reprochándole su agresividad y falta de modales. Fue cuando llegaron los insultos y los puñetazos.

Los testigos coinciden también en que los dos perdieron los papeles, pero Clarkson bastante más. Tymon acabó ingresado en el hospital comarcal de North Yorkhsire con heridas leves. Clarkson, en la cola del paro, privado del juguete con el que sus colegas y él habían escandalizado al mundo y se lo habían pasado en grande durante 13 años. La BBC decidió suspenderle primero de empleo y sueldo, mientras investigaba el incidente, y despedirle poco después. Llovía sobre mojado: Clarkson llevaba mucho tiempo tensando la cuerda, y la agresión y los insultos dedicados a Tymon ante decenas de testigos acabaron por romperla. Se quebraba así la larga y difícil coexistencia entre una de las cadenas de televisión públicas más serias y rigurosas del mundo (la BBC) y un profesional de éxito célebre por su egolatría y desprecio por la corrección política.

“La BBC llevaba años buscando un buen pretexto para despedirme, y yo fui lo bastante estúpido como para darle uno inmejorable”, declararía el propio Clarkson pocas semanas después. Por entonces, ya se había lanzado en Internet una campaña de recogida de firmas para forzar a la cadena a readmitir a su oveja descarriada. Acabaría reuniendo más de un millón de solicitudes. Sin embargo, en un acto de contrición y un alarde de sensatez nada habituales en él, el propio Clarkson reconocería que las razones de la BBC para prescindir de sus servicios eran “sólidas” y que, llegado ese punto, la relación profesional no podía reconducirse.

El presentador se mofó en antena de la supuesta pereza de los mexicanos, la falta de honestidad de los argentinos, lo cansinos y poco aseados que resultan los gitanos rumanos o la tendencia a invadir Polonia de los alemanes

Desde su nacimiento, Top gear ha venido siendo un misterio envuelto en un enigma. El Libro Guinness de los Récords certifica desde 2012 que es el programa con mayor audiencia de la historia. Expertos en televisión como Gareth McLean, crítico de The Guardian, nunca se explicaron su éxito. “Es un auténtico tostón”, opinaba McLean hace unos años en su columna en el diario británico, “un subproducto televisivo rutinario y previsible en el que tres tipos de mediana edad se ríen a carcajadas de sus propias bromas groseras sobre accidentes de coche”. El veredicto de Benjamin Zhang, reportero de la revista Business Insider, resultaba bastante más favorable: el de Clarkson le parecía un programa que se tomaba “muy en serio” la afición al mundo del motor, además de un canto a la camaradería masculina, gracias a “la extraña química que se genera entre sus presentadores, tres tipos que no podrían ser más distintos entre sí, pero que se tratan como buenos amigos que comparten una pasión común”.

Rodrigo Fersáinz, de la revista Autobild España, siempre le encontró otras virtudes, como que solía disponer de “recursos casi ilimitados” y eso le permitía “llevar a su audiencia de viaje a lugares como Argentina, Birmania o el altiplano de Bolivia”, además de contar con invitados estrella como Tom Cruise y Cameron Diaz o exclusivas tan impactantes como tres pilotos de Fórmula 1 (Lewis Hamilton, Sebastian Vettel y Daniel Ricciardo) compitiendo ante las cámaras al volante del mismo tipo de coche para dejar claro de una vez para siempre cuál de ellos es el más rápido.

El nuevo equipo de 'Top Gear' felizmente reunido y ajeno a cualquier polémica anterior. El tercero por la izquierda es Matt LeBlanc, Joey en 'Friends'.
El nuevo equipo de 'Top Gear' felizmente reunido y ajeno a cualquier polémica anterior. El tercero por la izquierda es Matt LeBlanc, Joey en 'Friends'.

De lo que no cabe duda es de que, con Clarkson, Top gear fue un transatlántico comercial de gran envergadura, el buque insignia de la BBC durante años. Llevaba emitiéndose desde octubre de 2002 y consiguió pulverizar todos los registros en cuanto a audiencia y rendimiento económico. Había heredado el nombre y el espacio en la parrilla de otro programa, emitido en 1977 y 2001, al que nunca quiso parecerse. El primer Top gear era un clásico producto BBC. Un programa de actualidad del motor de un clasicismo algo rancio. Clarkson, principal impulsor de la nueva etapa, tuvo claro desde el minuto cero que aquella era una fórmula superada, que la televisión moderna es un estanque de pirañas en el que solo se puede sobrevivir a base de espectacularidad, estridencia y escándalos.

Y su Top gear fue el más espectacular, estridente y escandaloso de todos, además de un producto de un nivel técnico impecable y un continuo alarde de humor populachero y zafio. Los números avalaron la apuesta. Llegó a rebasar los 350 millones de espectadores repartidos en un total de 212 países. El programa se dobló a ocho idiomas distintos (en España se puede ver en Discovery Channel) y se lanzaron franquicias locales muy parecidas al original en Estados Unidos, Rusia, Australia y Corea del Sur. En los 13 años en que pilotaron el timón del buque, Clarkson y sus compinches, los casi tan salvajes e irreverentes como él May y Hammond, llegaron a presentar un total de 175 episodios divididos en 22 temporadas.

En ese tiempo, consiguieron pisar también casi todos los charcos concebibles, recibiendo desde acusaciones de racismo a demandas por difamación o por incitación homófoba. Y es que Clarkson pertenece a ese tipo peculiar de seres humanos a los que parece divertirles jugar al límite, cruzando líneas rojas y asumiendo con espíritu deportivo riesgos que otros considerarían innecesarios. Nadie le obligaba, por ejemplo, a decir que la gripe aviar le parecía un castigo más llevadero que verse obligado a conducir un Corvette Z06. O a afirmar sin tapujos que la publicidad de los automóviles Tesla le parecía “un montón de patrañas sin fundamento”, afirmación que le costó a su cadena un pleito judicial que duró cinco años.

Por mucho que acumule demandas y se haya ganado el desprecio de varios grupos de población, millones de espectadores le adoran y consideran que su ausencia es motivo más que suficiente para dejar de ver 'Top gear'

Tampoco era necesario pisar a fondo por una carretera comarcal en pésimo estado hasta dañar la carrocería de un Jaguar C-Type de los años 50, una pieza de coleccionista valorado en casi un millón y medio de euros, y reírse a continuación de las protestas de su consternado propietario. Zanjar una discusión con el célebre periodista Piers Morgan partiéndole una ceja de un puñetazo, como también hizo Clarkson, parecía una opción tan poco recomendable como estampar un Toyota Hillux contra el árbol centenario del jardín de una parroquia anglicana de Somerset, otra de sus hazañas más recordadas. Y, por supuesto, no era en absoluto imprescindible mofarse en antena de la supuesta pereza de los mexicanos, la falta de honestidad de los argentinos, lo cansinos y poco aseados que en su opinión resultan los gitanos rumanos o la tendencia a invadir Polonia de los alemanes. Los coches españoles, por cierto, también fueron objeto de mofa y escarnio por parte de un Clarkson al que suele acusarse de chovinista y que, desde luego, no parece tener en muy alta estima a casi ningún país situado más allá del mar del Norte y el canal de la Mancha.

En opinión del actor y director Steve Coogan, que fue invitado al programa y se llevó una pésima impresión de Clarkson y sus dos colegas. “Buscar la complicidad de la audiencia no justifica el recurso continuo a un humor parvulario, machista, racista y homófobo”, dijo Coogan. Y a la cantante Lily Allen, por citar solo a una detractora ilustre más, le pareció “de pésimo gusto” que Clarkson asegurase haber comprobado por sí mismo que algunas mujeres musulmanas llevan lencería erótica bajo el burka. Tampoco Kristin Scott Thomas, colaboradora eventual del programa, salió bien parada de su inmersión en el universo Top gear:Clarkson se mofó en antena de los gustos en materia de automóviles de la actriz y acabó zanjando un poco constructivo intercambio de puntos de vista con ella con la expeditiva frase: “En fin, son cosas de mujeres”.

James May, Jeremy Clarkson y Richard Hammond trabajan en un nuevo programa, aún sin nombre, para Amazon. Con él pretenden hundir a 'Top gear'.
James May, Jeremy Clarkson y Richard Hammond trabajan en un nuevo programa, aún sin nombre, para Amazon. Con él pretenden hundir a 'Top gear'.Amazon

La vida sentimental de Clarkson tampoco ha sido relajada. Arrastra dos divorcios, el último en abril de 2014. Ahora se ha vuelto a casar y tiene tres hijos de su segundo matrimonio. Por cierto, su primera mujer, Alexandra James, afirmó en varias entrevistas que seguía habiendo una relación sexual entre ellos cuando él ya se había casado con la segunda, Frances Cain. Clarkson le presentó una querella para que dejase de propagar rumores maliciosos.

El caso es que Clarkson nunca ha engañado a nadie. Se ha comportado en todo momento como un orgulloso hijo de Doncaster, un inglés terco y montaraz, fiel a su manera de entender la vida. Por mucho que acumule demandas y se haya ganado el desprecio de varios grupos de población, incluida una cierta élite intelectual, millones de espectadores le adoran y consideran que su ausencia es motivo más que suficiente para dejar de ver Top gear. Lo que se ventila a estas alturas es más bien si la franquicia podrá sobrevivir a la ausencia de su principal ideólogo. Si no se producen cambios de última hora (y en absoluto es de descartar), la BBC estrenará a mediados de mayo la temporada 24 del que había llegado a ser su programa estrella.

Matt Leblanc, que fue Joey en la mítica 'Friends', se pondrá al volante del programa a mediados de mayo. Parece el último intento de la BBC de salvar este buque insignia venido a menos

Un nuevo maestro de ceremonias, el actor norteamericano Matt Leblanc, que fue Joey en la mítica serie Friends, se pondrá al volante de lo que parece el último intento por parte de la cadena de salvar este buque insignia venido a menos. La BBC ya echó el resto hace unos meses con el fichaje de un peso pesado de la radio y la televisión británica, Chris Evans. Era una apuesta ambiciosa, pero se saldó con un fracaso rotundo. El estilo refinado del veterano presentador no consiguió conectar con la audiencia del programa, esa tribu de adictos al motor acostumbrada a la actitud gamberra y el rudo sarcasmo de Clarkson, Hammond y May, el trío calavera que había conseguido convertir Top gear en todo un fenómeno sociológico.

Mientras, Jeremy Clarkson, Richard Hammond y James May trabajan ahora mismo juntos en el lanzamiento de una plataforma digital, DriveTribe, y, sobre todo, un programa para Amazon Prime con el que pretenden competir con Top gear y contribuir así al definitivo hundimiento de la franquicia que un día hicieron grande. Clarkson, por supuesto, ha asegurado que en absoluto le mueve el rencor, que hay que pasar la página de los viejos agravios y que desea a los que fueron sus jefes “toda la suerte del mundo”.

Un año después del incidente de la sopa fría, Clarkson va a competir contra su criatura, y nadie sabe aún qué pesará más, si el continente o si el contenido, si la BBC o el tirón personal de un inconfomista tal vez genial, pero con demasiada tendencia a pelearse con el mundo. Hagan apuestas...

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.

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