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Tentaciones

¿Cuánto chocolate lleva de verdad el chocolate?

La próxima vez que abráis una chocolatina, mirad la etiqueta: ¿cuánto hay de esa materia prima que tanto nos priva? ¿Nada? Planteamos una cata con un maestro chocolatero y descubrimos que ya (casi) todo son sucedáneos

Oriol Balaguer, que ganó el premio al Mejor Postre del Mundo, ha reabierto La Duquesita de Madrid.
Oriol Balaguer, que ganó el premio al Mejor Postre del Mundo, ha reabierto La Duquesita de Madrid.Matías Uris

Hace no demasiado tiempo hice un experimento en mi casa. Compré leche, cacao, avellanas y azúcar en diferentes proporciones y le di candela a la batidora como si mañana no volviera a lucir el sol. El resultado final se encontraba a millones de siglos luz de la pasta de "chocolate" que todos conocemos de la publicidad. Es que ni el sabor se le parecía.

Teniendo en cuenta los ingredientes de laboratorio que reza su penitente etiqueta, ¿estamos seguros de que el éxito del chocolate industrial se debe a una imagen de marca impecable? ¿Es el chocolate industrial la nueva droga del siglo XXI? Y, lo que es más importante, ¿cuánto hay de chocolate en el chocolate que comemos habitualmente? Necesitábamos respuestas.

La cata con el experto

“Esto que me das es un mejunje de grasas malas con un montón de azúcar y un vago recuerdo de cacao, aunque dudo hasta de que tenga cacao”

Si hay alguien que sabe de chocolate y alta repostería en nuestro país, ese es el maestro Oriol Balaguer. A Oriol, que acaba de recoger el testigo de la centenaria pastelería madrileña La Duquesita, le va la marcha, y una cata a ciegas de chocolate industrial puede llegar a ser un reto. Convertimos su cocina en un improvisado quirófano de antifaz y bisturí con cinco muestras de chocolate: dos de marca blanca, uno de primera marca, un bombón de supuestos maestros chocolateros y una chocolatina con caramelo. A pesar de que el chocolate de primera marca parecía más refinado, ninguno de los tres llega al aprobado. De hecho, la ingente cantidad de azúcar le raspa las papilas como cien estropajos de aluminio enfurecidos. Pero las reacciones más espectaculares hacen aparición con la llegada del bombón y la chocolatina.

El repostero casi tiene que escupir uno de esos bombones de primeras marcas que salen en la tele cada dos por tres. Su veredicto es claro: "Esto es un mejunje de grasas malas con un montón de azúcar y un vago recuerdo de cacao, aunque dudo hasta de que tenga cacao". Claro que la cara de póker que se le queda cuando descubre las diferentes marcas que ha probado a ciegas es inenarrable. Teniendo en cuenta que en La Duquesita se emplean materias primas de primerísima calidad, es normal que a nuestro Balaguer casi le dé un soponcio con estos dulces industriales. Prueba no superada. Los chocolates industriales son de todo menos chocolate. Son otra cosa.

El cacao es el nuevo oro negro

En los últimos 10 años, el consumo de chocolate se ha disparado. Nos hemos vuelto más golosos y a la vez más exigentes.

En los últimos 10 años, el consumo de chocolate se ha disparado. Nos hemos vuelto más golosos y a la vez más exigentes. Pero, cuando el chocolate llegó a Asia, el mundo cambió. Los japoneses, auténticos adictos a este dulce, han pasado el testigo al resto del continente: en China la demanda ha crecido un 123% y en India, un 245%, según la World Cocoa Foundation. Esto ha llevado a que el precio del cacao se dispare y el "chocolate bueno" nos cueste una pasta. Y es que la evolución de este mercado ha sido una locura. En el año 2000, la Unión Europea estableció las normas específicas respecto a la composición de los productos derivados del cacao, donde exigen unos mínimos. En 2006 se publicó la normativa sobre el etiquetado de los alimentos derivados del cacao con objeto de proteger a los consumidores frente a alimentos no saludables.

En años sucesivos, aparecieron cátedras universitarias patrocinadas por grandes empresas chocolateras con objeto de que ciertas asociaciones, aparentemente sanitarias, recomendasen los productos. El resultado: una publicidad arrasadora de un producto de dudosa salubridad. A pesar de que Nutella pagase más de tres millones de dólares para retirar una demanda en EE UU o Nutrexpa haya sido investigada por publicidad engañosa, estas empresas se han forrado vendiendo chocolates que tienen más de sucedáneos, grasas y derivados que de cacao. Después de nuestra cata, intentamos llevar varios chocolates industriales a analizar a algún laboratorio alimentario para saber exactamente cuánto cacao contenían, pero ninguno nos abrió sus puertas. ¿Qué miedo tienen? También probamos a contactar con alguna de las grandes empresas que fabrican estos 'chocolates'. Su respuesta: un silencio sepulcral. Buceando en Internet, encontramos a nutricionistas de grandes hospitales defendiendo el consumo de azúcar y haciendo "colaboraciones" con empresas. Surrealista.

¿Un mundo sin este manjar?

La solución es bien complicada. Si los chinos siguen fagocitando el chocolate de ese modo, nos vamos a ver como lechugas en mitad de una plaga bíblica de langostas. Con el tiempo, nos habremos acostumbrado a creer que tomamos chocolate, mientras lo que tragamos son grasas malas, aceites de palma y hasta petróleo. Pero, oye, que es cuestión de acostumbrarse. La mayor parte de las personas que consumen chocolate ya podrá vivir atada a una cinta de correr. La otra solución pasaría por ser francos y cargarnos el negocio del cacao.

Nos acostumbraremos a creer que tomamos chocolate, mientras lo que tragamos son grasas malas, aceites de palma y petróleo.

El chocolate sería un artículo de lujo y pasaría a venderse en el mercado negro. Los supermercados blindarían sus existencias y tendrían que rellenar el hueco del elixir del cacao con fruta. ¡Oh, no; van a obligarnos a llevar una vida sana! Mientras, se abrirían clínicas para la desintoxicación del chocolate, miles de terapeutas se recrearían en televisión para explicar a la humanidad que la Tercer Guerra Mundial que vaticinó Nostradamus ya está en marcha, siendo el cacao el aclamado Papa Negro. Y todo esto ya lo hemos firmado. No tenéis más que mirar la etiqueta con los ingredientes de la chocolatina que habéis cogido. Leed. ¿Dónde está el cacao? ¿Os vais a comer eso?

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