Insolidaridad austríaca
Viena no puede desengancharse del tratamiento europeo de la inmigración
La aprobación por parte de Austria de una ley que restringe severamente el derecho de asilo y, entre otras cosas, permite decretar el Estado de emergencia por situaciones derivadas por la llegada de emigrantes constituye un grave error político que atenta directamente contra varios de pilares del proyecto europeísta.
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Se trata de una medida unilateral que rompe el necesario consenso ante una situación que afecta a todos los socios europeos. Además es profundamente insolidaria con el resto de los miembros de la UE que llevan meses buscando una solución común a la situación y, lo más grave de todo —como denunció el pasado jueves el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon en el mismo parlamento austríaco— pone en tela de juicio las obligaciones que tienen contraidas los Estados democráticos respecto al derecho internacional humanitario.
Además, Austria planea la instalación de severos controles fronterizos en el paso fronterizo con Italia de Brennero aparte de la construcción de una valla en la zona que, en principio, tendrá 400 metros de longitud y una altura de cuatro metros. Esta medida no es sino una flagrante violación del Tratado de Schengen que consagra la libre circulación de personas y que aunque admite restricciones, lo hace con carácter excepcional pero no de modo permanente.
La UE debe abordar la crisis de inmigración de una manera integral como vienen reclamando desde hace largo tiempo los países del sur —entre ellos España— que son quienes están en primera línea a la hora de abordar el problema. Austria no puede desengancharse del resto de países sin ninguna consecuencia. El que la extrema derecha haya ganado la primera vuelta de las elecciones presidenciales no puede servir de excusa para incumplir con sus obligaciones tanto dentro de la UE como humanitarias respecto a los que llegan.
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