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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Exceso de optimismo

La mejor virtud del plan de estabilidad es que tendrá que retocarlo el próximo gobierno después de las elecciones

Luis de Guindos, ministro de Economía y Competitividad
Luis de Guindos, ministro de Economía y CompetitividadSergio Barrenechea (EFE)

Ni siquiera estando en funciones abandona el Gobierno su exceso de optimismo económico. El Plan de Estabilidad adelantado ayer por el Ejecutivo como paso previo para su presentación en Bruselas para el periodo que acaba en 2019 prevé una disminución del porcentaje de deuda sobre el PIB de tres puntos (del 99,2% en 2015 al 96%), una reducción discreta del déficit partiendo de un 3,6% este año basada en una contención del gasto público, una tasa de crecimiento medio del 2,5% y una tasa de paro que bajará del 15% en 2019. Con este optimismo, el Gobierno intenta compensar el fiasco de la política de ajuste de los últimos cuatro años.

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El optimismo del plan se enfría con la previsión de crecimiento, porque una tasa media del 2,5% en cuatro años es una apuesta arriesgada cuando apunta una desaceleración de la economía en los próximos trimestres. Si el crecimiento es optimista, la generación de puestos de trabajo también lo es, y eso sin contar la relativa calidad del empleo que, al menos hasta el momento, ha surgido a partir de 2013. Es improbable, además, que a finales de este año se alcance el nivel de renta de 2007.

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Las proyecciones financieras tampoco son muy convincentes. El Gobierno tiende a sobrevalorar el efecto del crecimiento en la recaudación pública y, al mismo tiempo, actúa como si sus decisiones electorales, sean una rebaja del IRPF o una devolución de la paga a los funcionarios, no tuviesen coste. De momento, su decisión (en funciones) de recortar el gasto en 2.000 millones es insuficiente para garantizar el objetivo de déficit de 2016; faltan probablemente, como mínimo, otros 4.000 millones.

La realidad de este plan es que el próximo Ejecutivo tendrá que renegociarlo o retocarlo. La fiabilidad de los gestores públicos actuales no ha salido demasiado bien parada con el incumplimiento del déficit, el crecimiento sistemático de la deuda y las pintorescas decisiones sobre amnistía fiscal o la rebaja del IRPF.

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