Pasión
El turbador personaje de Celestina carga con todo el peso de la obra
Si en lugar de leerla, la ves, te percatas de que La Celestinaes una obra salvaje. Apretada en dos horas y media, servida por cuerpos que subrayan la violencia del texto, produce temor y temblor. El esquema es aún de vieja religión: una pareja de jóvenes ricos se retuerce como lombrices al sol, asfixiados por su deseo sexual, en tanto que los sirvientes copulan como mandriles sin estorbo alguno. La diferencia de clase es lo que produce agobio, dolor e impotencia en la pareja rica que no puede fornicar, en tanto que el servicio lo hace con todo el afán, mientras roba, canta, baila y finalmente asesina. Hay un resto medieval en este planteamiento, una Danza de la Muerte adaptada a un renacimiento nihilista. Un antepasado de Shakespeare más cerca del gótico que del barroco.
La condena cae, empero, sobre todos los fornicadores. El joven se despeña por accidente tras una de sus citas con Melibea, la cual se suicida al saberlo. Los sirvientes matan a Celestina para robarle y luego son decapitados por los alguaciles. La muerte es la inevitable compañera del gozo sexual y de la riqueza.
El turbador personaje de Celestina carga con todo el peso de la obra. La alcahueta es una creación inmensa y exige un actor tan considerable como José Luis Gómez para hacerla, no sólo verosímil, sino también conmovedora. La vieja miserable que busca mejorar su sórdido retiro es un Eros rapaz, arrugado, miserable, de secarral, que busca su lucro, pero también el placer del cliente. No hay consuelo en esta sublime tragicomedia. El lamento del padre ante el cadáver de Melibea concluye: “¿Por qué me has dejado triste y solo en este valle de lágrimas?”. La respuesta sería: “Porque es de ley que toda pasión conlleve su muerte, padre mío”. Pero no hay respuesta.
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