Mi niño se pinta las uñas. ¿Y qué?
Lo preocupante no es que un chico quiera hacer algo de chicas. Lo preocupante es desde pequeños se rían e insulten a otros por hacer algo diferente
Desde que tengo hijos, me pinto poco las uñas. Al principio fue por miedo a que de bebés me las chuparan y se intoxicasen, luego por falta de tiempo y ahora para que no me persigan tres retoños para que también se las pinte. Multiplicad, ¡60 uñas entre las manos y los pies!
Digo tres retoños, sí, tres, porque aparte de a mis dos niñas, mi hijo mayor, David, que aunque parezca una obviedad es un chico, también quiere que se las pinte. ¿Por qué? No es ningún misterio. Porque le gusta. Miradlo con ojos de niño de 5 años y medio. Pero miradlo con ojos de niño de 5 años y medio sin contaminar por las convenciones sociales de género. Mirado así, que te pinten las uñas de colores es tan divertido como que te maquillen de Spiderman en un cumpleaños o disfrazarte de pirata. Y ¿por qué solo las niñas pueden disfrutar de esta diversión?
David también ha querido que su abuela le pintase los labios cuando estaba de visita, o que algún día le pusiera moñetes en el pelo como a sus hermanas. ¿Es menos chico por eso? Evidentemente no. De hecho, el 99% del tiempo restante suele jugar a cosas más habituales en niños, incluso "a lo bruto", como él mismo llama a las peleas con su amigo Jorge, y le entusiasma hacer que lucha a lo Kung-fu Panda primero y ahora a lo tortuga ninja.
Pero resulta que no es tan fácil como "le pinto las uñas y ya está". Yo misma, la última vez que me lo pidió, le advertí, con la boca chica "¿sabes que normalmente son las chicas las que se pintan las uñas y que algunos niños se pueden reír de ti?". Me dijo que sí, y que se las pintara, alternas: las de los pies rojo-naranja, las de las manos azul-verde (le encantan las series). Esa advertencia era mi tímido intento de disuasión para protegerle, porque sabía lo que vendría.
Un par de días después, David y su hermana Natalia (4 años) me contaron que un vecino, de 3 años y medio, se había reído de él por llevar las uñas pintadas. ¿Le importó? Algo. Me preguntó: "¿Mamá, a que los chicos también se pueden pintar las uñas?". "Claro que sí, si te dice algo, le contestas que tus uñas son mucho más divertidas que las suyas, que son muy sosas", le contesté, con el corazón encogido. Otra niña de 7 le preguntó a Eduardo que por qué David llevaba las uñas pintadas.
Esa misma tarde, los niños mayores de la urbanización, de unos 10 años, le llamaron "mariquita", lo que por suerte no le afectó porque no entiende la palabra como insultante. Eduardo, que estaba delante, les dijo que abrieran un poco la mente y no fueran tan cerrados. No sé si yo hubiera sido tan comedida.
Pese a que lo más fácil sería no volver a pintarle las uñas con un argumento tipo "a tí no, porque eso es de chicas", estas reacciones me reafirman en mi opinión. Lo preocupante no es que mi chico quiera hacer algo de chicas. Lo preocupante es que niños tan pequeños se rían e insulten a otros por hacer algo diferente a lo que ellos ven, o a lo que les han enseñado que es normal. Si yo le prohibiera a David hacerlo, le pasaría al bando de los contaminados por esa convención absurda (igual que otras, como que los juguetes para niñas son de color rosa). Y probablemente acabaría riéndose también de otros niños que hicieran algo diferente.
Buscando en Internet, he encontrado varias consultas de madres en foros con la misma inquietud. Y la polémica generada en EE UU en 2011 por un anuncio en el que una madre le pintaba a su hijo las uñas de los pies de rosa. También hay artículos sobre algunos hombres famosos que se pintan las uñas, como Johnny Depp o Al Pacino. Estaría bien que se extendiera (porque, pensándolo bien, ¿por qué los mayores no pueden hacerlo?), y así podría decir "es que mi niño va a la última"...
¿Habéis vivido situaciones parecidas? ¿Cómo reaccionaríais vosotros?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.