_
_
_
_
_

El tsunami naranja de Lesbos

Cientos de miles de chalecos salvavidas ocupan hoy la isla griega. La crisis humanitaria de los refugiados también ha traído consigo un problema ambiental

Miles de chalecos se amontonan en la isla de Lesbos.
Miles de chalecos se amontonan en la isla de Lesbos. M. J. C.
Más información
¿Refugiados o migrantes? Seres humanos
La lección de los pobres
Arriesgar la vida para escapar de la muerte
Lesbos: primera parada de quienes no tienen elección

Le llaman el cementerio de chalecos y es una visita obligada para todos los que pasan por la isla. En el fondo de una escombrera al norte de Lesbos, centenares de manchas color naranja se amontonan formando un enorme monumento involuntario a las víctimas del actual éxodo de refugiados. Son sus chalecos salvavidas. Sin embargo, más allá de lo simbólico, estas montañas de desechos no dejan de ser toneladas de plástico, espuma y nailon que se acumulan día tras día sin que las autoridades municipales sepan aún que hacer con ellas.

Es la cara menos conocida de la crisis humanitaria que se vive en Lesbos. Como señaló en diciembre Marios Andriotis, portavoz de la oficina del alcalde, “Lesbos no tiene instalaciones para reciclar estos chalecos y es muy costoso enviarlos a Atenas. Esto es una bomba de tiempo ambiental, un tsunami de plástico". Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), entre enero de 2015 y febrero de 2016 llegaron a las islas griegas desde Turquía 937.000 personas, de ellas aproximadamente la mitad arribaron a la costa de Lesbos. Casi cinco veces más que la población total de la isla (unos 86.000 habitantes). Esto supone que hayan cientos de miles de salvavidas acumulados, no solo en el cementerio de chalecos, sino también a lo largo de toda la costa oriental. Aun así esto solo es una parte del problema al que también se suman los restos de botes neumáticos, barcos abandonados, motores, así como los montones de ropa húmeda que quedan tirados en las playas tras los desembarcos. De acuerdo a los datos de la alcaldía de Mitilene, capital de Lesbos, estos residuos adicionales suponen entre 25 y 30 toneladas de basura a diario. El Ayuntamiento ha encargado ahora un estudio a la Universidad del Egeo con el fin de determinar el impacto ambiental de toda esta crisis en el ecosistema, aunque ya advierten de que los datos no serán muy halagüeños. La isla de Lesbos está considerada, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), una zona de importante diversidad biológica y santuario de especies marinas amenazadas.

Chalecos convertidos en carteras

Desde el año pasado varios grupos de activistas trabajan para buscar soluciones creativas a este daño ambiental. Es el caso de la ONG Odysse y su proyecto The Life Vest. Consiste en reutilizar materiales de los desembarcos como los propios chalecos salvavidas o restos de los barcos para elaborar productos artesanales como mochilas, carteras, bolsos o impermeables. El coordinador de esta idea se llama Jay Mexi y es especialista en arquitectura humanitaria. De hecho en 2015 ya hizo una iniciativa similar en el campo de refugiados jordano de Zaatari.

Varios proyectos tratan de canalizar y usar los residuos para que no se conviertan en un problema medioambiental aún más grave

El proyecto, que ya cuenta con el apoyo de las autoridades griegas, incluye tres fases: la limpieza de las playas y el almacenamiento del material, la reutilización de los desechos y su comercialización. La idea es que The Life Vest sirva para dar trabajo a desempleados griegos y, al mismo tiempo, que los recursos que se obtengan con las ventas de estos chalecos reutilizados se destinen para ayudar a personas refugiadas. Una nueva oportunidad para salvarles la vida.

Otra iniciativa muy parecida pretende fabricar igualmente pequeñas maletas impermeables con restos de lanchas neumáticas. En este caso los destinatarios de las bolsas serán los propios refugiados para que puedan transportar a lo largo de su ruta por Europa lo poco que han podido traer con ellos. Se llama No borders backpack y en estos momentos están recaudando fondos a través de crowdfunding. Aseguran que por cada bote podrán producir hasta 20 mochilas con una capacidad de entre 50 y 60 litros, suficiente para meter algo de ropa de invierno, mantas y un saco de dormir.

Algunos campos de refugiados también tratan de abordar esta crisis desde un punto de vista sostenible. Por ejemplo, en el campo de Pikpa, a las afueras de Mitilene, utilizan el relleno de los salvavidas para hacer colchones, los restos de plástico para fabricar alfombras y hasta el suelo de madera de las lanchas para construir tiendas de campaña. Otra opción es el uso de energías limpias. Con la llegada de los refugiados ha aumentado la demanda de madera para calentar los campos. En el de Better Days for Moria, ubicado también cerca de la capital, han optado por instalar varias placas solares y acaban de poner en marcha un proyecto de biomasa. Toneladas de desperdicios de olivo, mezclado con estiércol, servirán para generar calor a partir de la fermentación de estos desechos.

Las chicas de la basura

La crisis de refugiados provoca entre 25 y 30 toneladas de basura adicionales al día en Lesbos

Es una escena habitual en las playas de Lesbos. Llega una barca y hay que actuar rápido, quitar la ropa húmeda, colocar las mantas térmicas. Cuanto todo acaba ahí quedan sobre la arena los restos de una batalla desesperada contra el tiempo: zapatos sueltos, guantes, algún pantalón mojado, incluso pasaportes y fotografías extraviados por las prisas. Todo esto mezclado con decenas de retales plateados, restos de las mantas que se arremolinan en las esquinas. Las imágenes de basura y suciedad que quedaban en la orilla tras los desembarcos motivó a un grupo de mujeres de la isla a convertirse en las dirty girls. Su trabajo consiste en recoger la ropa húmeda, lavarla, secarla y devolverla a los campos de refugiados para que puedan ser reutilizadas. Al principio lo hacían en sus propias casas, hasta que consiguieron el apoyo de la pequeña lavandería Ermes. Cada día recorren la isla en sus furgonetas para revisar playas y campos en busca de los restos empapados de un duro viaje. Al final de la jornada recopilan toneladas de ropa que se encargan de reutilizar. Una tarea que les cuesta alrededor de 2.000 euros diarios. A sus manos se sumaron esta navidad las de la actriz Susan Sarandon, que trabajó con ellas durante varios días para dar a conocer esta importante labor que hoy recibe la admiración de toda la isla. La de estas heroínas en la sombra que no solo hacen frente al reto humanitario, sino también al complicado reto ecológico que deberá encarar Lesbos a partir de ahora.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_