Richard Long, el último artista romántico
El jefe del Land Art, que expone en Madrid, utiliza las piedras, el barro y la naturaleza para unas obras que nacieron como reacción al pop
La obra más célebre de Richard Long (Bristol, 1945) ya no existe. Tenía 22 años cuando caminó sobre sus pasos repetidas veces en una pradera de Wiltshire, aplastando la hierba hasta formar un perfecto sendero rectilíneo. Luego tomó una fotografía del paisaje y se fue. Sin testigos ni público. Aquella acción y su testimonio constituyen A line made by walking (1967), una obra que la Tate Britain adquirió en 1976 y que la crítica considera un hito del arte británico de posguerra. “Lo recuerdo como si fuera ayer”, afirma el artista. “No me interesa crear monumentos permanentes, así que muchas de mis obras terminan desapareciendo de forma natural. Eso sí, me acuerdo de todas”.
A los 71 años, Long es un hombre atlético y sorprendentemente alto, aunque hacerse una idea previa sobre su aspecto no es fácil: no le gustan los retratos. Hace una excepción con motivo de la muestra que protagoniza en la galería madrileña Ivorypress (hasta el 14 de mayo). “En realidad, esta exposición es bastante extraña, porque es como exponer en una librería, pero está bien, porque conozco a Norman y Elena [Foster; ella dirige Ivorypress] desde hace años”, aclara.
Cuando camino, todo se vuelve más sencillo. Es un tipo de felicidad estúpidamente simple
Para un profano en el arte conceptual, el trabajo de Long puede parecer completamente opaco. A ese mismo profano tampoco le ayudará saber que los críticos apreciaron en aquella obra de 1967 destellos de minimalismo (por su simplicidad), performance (porque la obra era el resultado de la acción física de caminar) y arte povera (por lo humilde de los materiales). Para empezar a atisbar la claridad, quizás resulte útil explicar que Long hace Land Art, lo que implica trabajar sólo en la naturaleza o con elementos naturales. Hace círculos con piedras, dibuja murales de barro con las manos o los pies y, sobre todo, recorre distancias grandes y pequeñas a pie, como los artistas románticos. “Soy incapaz de separar mi vida de mi obra”, explica. “Crecí en Bristol, en una zona con grandes acantilados donde empecé a caminar. También hay un río, el Avon, cuyas crecidas diarias forman cenagales. De ahí que utilice el barro”.
Durante estas cinco décadas, Long ha caminado por su Inglaterra natal y por parajes de todo el mundo (también España). Cada una de aquellas caminatas ha quedado registrada en mapas, fotografías, libros y notas que recuerdan dónde dejó una roca o cambió de rumbo. ¿Sigue siendo fácil pasear solo por el mundo? “Occidente es cada vez más urbano, pero el resto del planeta sigue siendo un lugar muy vacío cuyos paisajes han cambiado muy poco”, explica. Long siempre trabaja, camina y viaja solo. “Las obras cambiarían si alguien me contemplara mientras las realizo”, explica. “mis obras se crean en soledad y se disfrutan en público”.
Como pionero del Land Art, Long recibió el Premio Turner en 1989, cuando la generación de Damien Hirst y Tracey Emin desplegaba su poder mediático. “Mi trabajo nació como una reacción al pop, y los Young British Artists son artistas pop de tercera generación; ellos cultivan su imagen pública y yo, sin ser un solitario excéntrico, prefiero la soledad. No tenemos nada que ver”, sentencia. Trabaja con varias galerías donde expone (y vende) los registros de sus acciones. También murales, esculturas y libros. “Al principio era un idealista que sólo quería lanzar ideas al mundo, pero en 1968 tuve mi primera exposición y me di cuenta de que había un público dispuesto a coleccionar mis obras. Gracias a ellos he podido vivir de mi trabajo”.
Mi trabajo nació como una reacción al pop, y los Young British Artists son artistas pop de tercera generación; ellos cultivan su imagen pública y yo, sin ser un solitario excéntrico, prefiero la soledad
Es cierto que su lenguaje, poético y austero, aún es una rareza. “La vida es demasiado complicada”, apunta. “Cuando camino, todo se vuelve sencillo. Es un tipo de felicidad estúpidamente simple, pero mi obra se basa en la dimensión humana y es lo que hace mi propio cuerpo al levantar piedras, caminar largas distancias o experimentar con el barro. Refleja mi capacidad física, mi energía y el rastro de mi cuerpo. Para medir el mundo primero tengo que medir mi cuerpo”. Ya lo hemos dicho, pero por si acaso lo repetimos: Richard Long es un hombre alto.
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