Acierto diplomático con Siria

La incorporación de España al principal grupo de países encargados de buscar una solución para la guerra en Siria representa un éxito de nuestra diplomacia. Es, sin duda, un factor positivo en un momento en que la política exterior española ha perdido empuje y presencia en zonas del mundo que son fundamentales en la estrategia exterior.

La invitación, cursada por el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a su homólogo español, José Manuel García-Margallo, subraya los esfuerzos españoles para abrir vías eficaces de resolución del conflicto. Hay consenso en cuanto a considerar de modo realista que el régimen de Bachar el Asad es un actor necesario en la consecución de cualquier avance, y que no se deben supeditar las iniciativas a su renuncia al poder. Esta posición ha colocado a España como interlocutor privilegiado entre las partes, un hecho que no ha pasado inadvertido a Estados Unidos y Rusia. A favor han jugado también las tradicionales buenas relaciones de España con otros países árabes integrantes del Grupo Internacional de Apoyo a Siria como son Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes y Egipto.

La invitación a España arroja una conclusión destacable: aunque quedara inicialmente fuera del Grupo, Exteriores pidió la admisión en el conjunto de países que se ha marcado como objetivo resolver uno de los principales conflictos que asuelan el planeta y que tiene importante repercusión en la estabilidad y el futuro de Europa. Y lo hizo de una forma activa, tanto en el ámbito general —con su postura ante la guerra civil siria— como en lo concreto, solicitando a Estados Unidos su inclusión.

Es decir, la iniciativa y la perseverancia se han visto recompensadas. Esa misma forma de actuar debería trasladarse a otras zonas: por ejemplo, Cuba, donde otros países han tomado claramente la delantera a nuestra diplomacia.