Soberanías y democracia
Hay que superar el viejo concepto de Estado nación para aceptar la realidad plurinacional
Estas semanas, y las que seguirán, esperemos que cada vez más como un eco que como un rugido, hemos oído hablar mucho de la ruptura de la soberanía. Todo ello en relación a la propuesta del referéndum en Cataluña y en la misma enunciación de la concepción plurinacional del Estado. En el mismo momento que Sánchez recibía el encargo de investidura, Rivera avisaba contra el peligro de cualquier alianza con nosotros, ya que defendíamos un concepto tan disgregador como el de España como una “nación de naciones”.
Este concepto no lo hemos utilizado, pero la ignorancia de Rivera sobre lo que hablaba nos indica uno de los problemas para el desarrollo del debate. El concepto “nación de naciones” es precisamente uno de los que fundó el debate constitucional y no una rompedora aportación “catalano-iraní”. Para el ponente Peces-Barba, “la existencia de España como nación no excluye la existencia de naciones en el interior (…) de la nación de naciones que es España”. De hecho, es en este mismo debate donde se manejan principios que ahora harían rasgar las vestiduras de nuestros aprendices de Adolfo Suárez. Si para Peces-Barba existían varias naciones, para Miquel Roca en el articulado constitucional se aceptaba “toda una realidad: que España es un Estado plurinacional y por tanto estas nacionalidades que integran España tienen una soberanía originaria y que en la cesión de parte de su soberanía se define la soberanía del Estado”.
El concepto “nación de naciones” es precisamente uno de los que fundó el debate constitucional
Aunque el problema no reside solo en esta ignorancia sobre los propios orígenes, sino que en ellos también hubo tensiones alejadas de todo criterio democrático. Si de lo que se trataba era de reconocer una realidad plurinacional lo cierto es que esta vivirá en permanente tensión con el intento de construir el Estado a partir de los preceptos del Estado nación del XIX, subordinando las realidades nacionales a una única nación de referencia. Tensión que tendrá como correlato las sucesivas fases de descentralización y recentralización competencial como forma de sublimar un problema de fondo no resuelto. Este problema ha devenido central en la crisis democrática y de soberanías que venimos viviendo desde 2008: la imposición de políticas de recortes opera desde la troika hacia los Estados y desde el Estado central hacia las comunidades autónomas. Proceso que cumple una doble función: colmar las pulsiones centralistas y asegurar que los recortes se hagan sobre los derechos sociales garantizados por las comunidades autónomas.
Siguiendo el camino inverso, el desafío ante esta agresión se planteó de abajo arriba y desde las periferias hacia el centro, se planteó como un problema de democracia, como un problema de soberanías. Proceso en el que las soberanías no se fragmentan ni se destruyen, se reconstruyen sobre nuevos principios. Los responsables de su destrucción son todos los que olvidaron que servían al pueblo, para pensar que servían mejor a un futuro puesto en un consejo de administración. Aquellos que se quieren agrupar en torno a un gran Partido Patriota, que en realidad ha estado al servicio de un partido, ese sí real, del exterior, destruyendo con cada nueva decisión la soberanía popular, como así se hizo con la modificación del artículo 135. Herrero de Miñón decía en el debate constitucional que la realidad nacional era ante todo “la voluntad de vivir juntos”. Un proyecto difuminado al olvidar gran parte de los dirigentes políticos que la nación es un “plebiscito diario” y en el que la realidad de las naciones subordinadas emerge con toda su fuerza. De hecho, en este mismo debate lo planteaba mejor que nadie otro diputado de UCD, Martín de Oviedo: “Digámoslo con toda claridad, en la hipótesis de que un pueblo de España pretendiera ciertamente su supuesto constitucional a la autodeterminación, ninguna Constitución podrá impedírselo”.
Pero si eso ha sucedido por arriba, por abajo se ha generado una nueva realidad dinámica de cambio, más conectada con las transformaciones del siglo XXI que con el viejo Estado nación al servicio de encorsetar soberanías hacia abajo mientras se venden hacia arriba. Nueva realidad que desde la fraternidad construye proyectos de nuevo compartidos mucho más acordes con las dinámicas económicas y sociales actuales que atraviesan viejas fronteras. En ese conjunto de propuestas se supera la vieja concepción del Estado nación para caminar hacia la aceptación plena de la realidad plurinacional, que pasa por la asunción del derecho a decidir, en un marco de soberanías plenas y compartidas.
Xavier Domènech es diputado y portavoz de En Comú Podem en el Congreso.
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