Transexuales a escena
‘La chica danesa’ es un nuevo ejemplo del protagonismo que han alcanzado los personajes transgénero, que han pasado de luchar por ser visibles a convertirse en un fenómeno
Eddie Redmayne apunta a ganar un nuevo Oscar al mejor actor (tras el obtenido por La teoría del todo) por interpretar una historia real, la del pintor Einar Wegener, que en los años veinte del siglo pasado terminó su vida como mujer. Lo logró con la complicidad de su esposa, la también pintora Gerda Wegener, que le convirtió en su musa y solía pintarle como ideal de la belleza femenina. Einar se transformó en Lili Elbe y, finalmente, se sometió a una operación de cambio de sexo. En una época donde la intersexualidad se consideraba una anomalía prácticamente desconocida para la ciencia, Einar pasó a ser uno de los grandes pioneros de la visibilidad transgénero, y lo hizo junto a su pareja, que fue su confidente y defensora y con la que terminó conviviendo como dos mujeres. Si Redmayne consigue levantar la estatuilla el mes que viene recogería el testigo de Jared Leto, que en 2014 ganó el Oscar al mejor actor secundario por Dallas Buyers Club. A diferencia de Leto, esta vez el premio en juego es el de actor principal, pero la clave no está tanto en el peso del papel en la trama como en las vicisitudes del personaje. Si Rayon, la transexual interpretada por Leto, estaba enferma de sida y era drogadicta, Einar se enfrentó a su decisión desde la realidad de un heterosexual integrado en la sociedad y apoyado por su mujer. Un cambio en el cine y la TV estos últimos años, desde Bruce (Caitlyn) Jenner en el reality de las Kardashian a Maura Pfefferman, el profesor que tras jubilarse decide contar a sus hijos que siempre se sintió una mujer en la premiada tragicomedia televisiva Transparent, que ha llevado a los transexuales a dejar de ser representantes de un mundo minoritario y casi siempre marginal, para formar parte del universo de personajes con el que el gran público puede identificarse. Hasta el punto de, como pasó en su día con los gais, convertirse en una apuesta clara de las productoras y estudios y por ende en tendencia.
En el documental El celuloide oculto (1997), que recoge la evolución en la historia del cine a la hora de abordar la homosexualidad y transexualidad, se observa claramente cómo la realidad transgénero ha sido plasmada mediante dos arquetipos. Por un lado, personajes propios de un espectáculo de cabaret (Las aventuras de Priscilla), incluso confundiendo transexualidad con travestismo, con hombres heterosexuales que se visten de mujer para conquistar a su amada en papeles cómicos (Con faldas y a lo loco, Tootsie, Señora Doubtfire). Y, en otra vertiente más mayoritaria, como seres atormentados, infelices e irremisiblemente destinados a un final trágico. Norman Bates en Psicosis o el asesino Buffalo Bill de El silencio de los corderos serían los casos más extremos, pero el resto ha sufrido el mismo desenlace aun sin ser los malos de la película. Brandon, el joven transexual protagonista de Boys Don’t Cry que le valió el Oscar a Hillary Swank, fue violado y asesinado por sus amigos cuando descubrieron que tenía vagina. También en el cine español, con los transexuales de los filmes de Almodóvar La mala educación o Todo sobre mi madre, interpretados por Javier Cámara, Toni Cantó y Antonia San Juan, donde se mostraban cercanos e incluso entrañables pero siempre en entornos marginales como la droga o la prostitución.
Mención aparte merecen dos películas precursoras del cambio de tono como Mi vida en rosa (1997) y Transamérica (2005). En la primera, un niño de nombre Ludovic insiste a sus padres en que es una niña. El tema de la transexualidad se plantea desde la inocencia infantil, si bien la película sigue siendo desconocida para la mayoría. La oscarizada Transamérica sí tuvo un gran éxito, pero en el viaje emprendido por Felicity Huffman junto al hijo adolescente que ha descubierto que tiene y que anda metido en problemas, no se ahonda en la convivencia una vez que el joven descubre casi al final que la transexual con la que viaja es su padre.
Aún así anticipaba una época de pujante normalización, la actual, en la que la portada del año pasado la protagonizó el padrastro de las cuatro hermanas más populares de Estados Unidos una vez convertido en mujer. En la que actores interpretando a transexuales han ganado el Globo de Oro o el Oscar a mejor secundario. Este año puede caer el premio al actor principal, un trecho más en el largo camino recorrido por la visibilidad transgénero. Hoy está de moda, pero para llegar a serlo, primero ha tenido que resultar familiar.
Una transformación irreversible
El cambio en la percepción moral de los transexuales por parte del público ha estado marcado los últimos años por la cotidianidad con la que la gente los ha sentido cercanos gracias a la televisión. La audiencia ha sido testigo del proceso de cambio de Bruce Jenner en Caitlyn en el reality Keeping up with the Kardashians. Los personajes de Sophia en Orange is the New Black o Adam Torres en Degrassi también han puesto su granito de arena a esta revolución, pero el testigo de Caitlyn lo ha cogido el actor Jeffrey Tambor, protagonista de Transparent. Tambor interpreta a Maura, la mujer que nació como Mort, y que lleva la transexualidad al seno de la convivencia diaria de una familia, probablemente el entorno más reconocible para los espectadores. El año pasado el protagonista ganó el Globo de Oro y este año ha vuelto a ser nominado. En el cine, además de La chica danesa, a finales del año pasado se estrenó About Ray, un drama de éxito discreto con Elle Fanning, Naomi Watts y Susan Sarandon. Además, el cine sobre gais y lesbianas sigue pisando fuerte, con los próximos estrenos de Carol (5 de febrero), en la que Cate Blanchett y Rooney Mara viven una historia de amor en el Nueva York de los años cincuenta, y Freeheld, prevista para el 29 de enero, y en la que Julianne Moore y Ellen Page se enfrentan a un problema que no existiría si fuesen una pareja heterosexual en lugar de dos mujeres.
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