Ganó el debate
Un encuentro fresco, ágil y a tumba abierta abre la discusión electoral
Los debates electorales entre candidatos a La Moncloa arrancaron ayer con el organizado por EL PAÍS y al que asistieron tres de los aspirantes que tienen opciones de gobierno. La fórmula puso de manifiesto hasta tres novedades esenciales: los protagonistas, en este caso figuras nuevas de la política española; el formato digital elegido para la producción y difusión del evento; y la agilidad en su desarrollo, tan diferente al encorsetamiento de anteriores cara a cara electorales televisados.
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No caben muchas dudas de que el primer ganador es el debate mismo y, por lo tanto, los millones de ciudadanos que lo siguieron. Gracias a la realización de este encuentro, Internet se asienta definitivamente en las campañas electorales de este país y las transforma: ya no volverán a ser como antes. Se abre una ancha puerta al futuro de la comunicación política, en línea con los cambios de fondo que está experimentando la sociedad.
Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias explicaron las razones por las que han llegado hasta aquí y debatieron abiertamente sobre sus motivos para disputar el poder. Lo hicieron en términos duros, sin concesiones mutuas, muy conscientes de que la batalla por los votos se disputa en las fronteras de cada uno de ellos. Son figuras frescas de la política, aunque representan segmentos diferentes.
La imagen de un debate como el organizado por EL PAÍS es tan importante como las palabras. Los tres participantes tuvieron la oportunidad de descubrirse ampliamente ante los ciudadanos y de dejar claro que, cualquiera que sea la suerte que les reserven las urnas del 20-D, son líderes insoslayables para el futuro inmediato de este país.
Los tres pudieron ocupar enteramente la escena y transmitir una imagen de renovación a causa de la ausencia de quien estaba igualmente invitado, pero declinó acudir: Mariano Rajoy. Horas antes, el presidente y candidato había dicho que él solo va a los debates “importantes”, en alusión al cara a cara con Pedro Sánchez previsto para el final de la campaña a las elecciones al 20-D. No está el PP tan sobrado de apoyos seguros como para esgrimir este argumento. El atril que Rajoy dejó vacío le ha ahorrado el desgaste de tener que replicar a los ataques que le habrían sido dirigidos de forma directa, a cambio de mantener una actitud excesivamente de retaguardia frente a lo que se configura como una vanguardia de jóvenes políticos.
En medio de la volatilidad de las intenciones de voto mostrada por las encuestas, los ciudadanos necesitan que los partidos contendientes, y por lo tanto sus líderes, aclaren los proyectos y confronten las ideas. Poco van a aportar los mítines tradicionales destinados a los previamente convencidos, y es dudoso que la proliferación de comparecencias de políticos en programas televisivos de entretenimiento sirva para decidir a quién votar. Los debates a los que los candidatos concurren directamente constituyen la mejor fórmula para decidir el curso de una campaña muy distinta a las que precedieron a anteriores elecciones generales.
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