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Los portugueses serán más sosos desde enero

Los restaurantes reducirán en un 4% la sal de sus platos para mejorar la salud pública

Más de 20.000 restaurantes de Portugal reducirán a partir de enero la sal que ponen a sus menús. El objetivo es añadir un 4% menos de sal, una cantidad imperceptible para el paladar, según la Dirección General de la Salud, pero crucial para paliar la hipertensión del país.

De media, el portugués consume 11 gramos de sal por día, más del doble de lo que aconseja la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo mismo que EE UU, aunque no llega a ser un Portuquistán: los países que más sal consumen son los de Asia Central, principalmente Kazajistán, Tayikistán, Turkmenistán o Kirguizistán.

El 95% de los portugueses ingiere sal por encima de lo recomendado, en su contra juega su pasión por el bacalao. El principal inconveniente para reducir la ingesta de sal es el desconocimiento, pues tres de cada cuatro portugueses no saben identificar los alimentos con más sal, y la juventud, pues el 85% pasa de verificar el cloruro sódico que contienen las bolsas de patatas fritas.

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La OMS impulsa desde hace años la impresión de semáforos de colores en los alimentos preparados. El rojo para los productos con mucha sal, el amarillo para los moderados, y el verde para los que contienen menos sal; pero la industria de la alimentación se resiste.

El 40% de la población portuguesa es hipertensa; son 3,5 millones de personas, un factor de riesgo en las dolencias cardiovasculares, más aún cuando la mitad está sin tratar. El plan de los restaurantes es voluntario, sin sanciones ni amenazas oficiales, aunque sí va a haber un control de su aplicación.

La advertencia de las sopas bajas en sal llega en una época trágica para los gustos gastronómicos portugueses. Al aviso de los peligros de la carne —se han reducido en un 20% las ventas— se ha añadido un estudio de la Global Footprint Network sobre la huella ecológica de la alimentación. Portugal es el país de Europa meridional que deja más rastro ecológico por culpa del pescado que consume. Cada portugués necesita 1,5 hectáreas de mar o de tierra para su alimentación anual, así que más vale que nos quiten la sal a que nos quiten el bacalao.

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