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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Costa de Marfil: reconciliación, PIB, impunidad y elecciones

Ángeles Jurado

"Hay una calma como la de antes de que sople un huracán", asegura Adele Boga, lúgubre, por Skype. Es maestra de primaria en Yamusukro, la capital política de Costa de Marfil, y confiesa que almacena provisiones en su hogar para estar preparada en caso de contingencias. También dice que imploró inútilmente a sus tres hijos que abandonaran temporalmente Abiyán para venirse con ella. Les urgió por teléfono a hacerlo, sin éxito, esta semana. Lamenta no tenerlos cerca mañana, domingo, para poder ir todos juntos a la iglesia y recogerse en casa, conectados a la televisión pública, la RTI, en la seguridad de su hogar. Mañana se celebran elecciones presidenciales aquí y el país entero contiene el aliento, aunque intente aparentar que se trata de unas elecciones normales. Adele no es la única ciudadana que hace acopio de víveres y agua, escondida tras las puertas trancadas de su casa.

En teoría, todo está bien atado y además, tres de los nueve contrincantes de Ouattara ya se han retirado de la carrera electoral y un cuarto candidato podría hacer pública su renuncia en las próximas horas. En realidad, estas elecciones deberían ser un mero trámite, la legitimación definitiva de Ouattara ante el mundo -si eso fuera necesario- para borrar definitivamente de nuestra memoria colectiva que arribó al poder gracias a unas elecciones, sí, pero también los bombardeos de las tropas francesas y de la ONU, los líderes de un golpe de estado que tuvo lugar en 2002 y una guerra.

Imagen de la campaña electoral de Alassane Dramane Ouattara, ADO / Sophie Rosenberg en African Arguments

Ouattara está seguro de su victoria y tiene sus razones: Costa de Marfil crece a toda velocidad, se trufa de grandes infraestructuras y obras, se llena de expatriados y delegaciones de empresarios extranjeros, es sinónimo de negocios lucrativos, estabilidad y prosperidad. Hace nada que recibió las bendiciones de la Fundación Mo Ibrahim. Se le considera un país relativamente tranquilo y seguro, el más rico de la región. La oposición está dividida y es débil, Ouattara ha sabido reforzarse de cara al interior y exterior y sobre todo, los marfileños están cansados de guerras y tristezas.

A pesar de todo esto, todavía se nota cierta prudencia, cierto miedo a las elecciones. Sobre todo, entre los ciudadanos de a pie y mayormente, entre los partidarios de la oposición. Las últimas elecciones tuvieron lugar a finales de 2010 y desembocaron en una guerra en la que perdieron la vida unas 3.000 personas, según cálculos de la ONU. También se saldaron con el envío del antiguo presidente del país, Laurent Gbagbo, y su ministro de Juventud, Charles Ble Goudé, al Tribunal Penal Internacional, donde esperan su juicio.

Es cierto que el ambiente se ha enrarecido en los últimos meses. En las semanas previas a estas elecciones, los controles y las redadas, junto con la lluvia, tomaron las noches en la capital económica marfileña. Ciudadanos a los que la policía sorprendió en el lugar y momento equivocados pasaron por el calabozo, se escucharon carreras y tiros en algunos barrios de Abiyán. Amnistía Internacional ha denunciado detenciones y acoso a la oposición, mientras los antidisturbios se han empleado a fondo en las poco mediáticas manifestaciones que los opositores vienen convocando desde hace tiempo. Todavía hay refugiados marfileños en países vecinos, como Ghana. Precisamente en Ghana se encuentra la hija mayor de Adele, Natacha. Profesora también, escapó de Abiyán en las postrimerías de la crisis post-electoral y se niega a regresar al país hasta que pasen las elecciones. Los comicios se han convertido en una fuente de trauma y malos recuerdos para muchos marfileños como ella.

No es fácil hablar de la crisis postelectoral marfileña.

En realidad, se trata del penúltimo capítulo de un conflicto que hunde sus raíces en la sucesión del padre de la independencia del país y primer presidente, Félix Houphouët-Boigny. Sindicalista, parlamentario, terrateniente, abogado, FHB sigue siendo la figura más respetada de la política marfileña. Es un símbolo de la paz en su país, a pesar de haber establecido una autocracia muy hostil con la oposición durante 33 años y ejercer de hombre de confianza de Francia en la región, partícipe en todas las conspiraciones que desestabilizaron la parte del continente que le quedaba más a mano, desde Biafra a la Burkina de Thomas Sankara. Boigny también fue el padre del "milagro marfileño", que convirtió al país en una referencia de éxito y fortuna y que atrajo a millares de inmigrantes de otros países más pobres. Especialmente Mali y Burkina Faso.

La muerte del Viejo, como se le conocía popularmente, marcó el principio de la caída en picado del país. ADO ejercía entonces como primer ministro impuesto por el FMI para sacar adelante los planes de ajuste estructural que se cebaron en un país endeudado y de rodillas desde los 80. Laurent Gbagbo era en ese momento el principal opositor a Boigny, socialista y habitual de la cárcel y las manifestaciones. Henri Konan Bedié ocupaba el cargo de presidente de la Asamblea Nacional y se consideraba heredero del estadista fallecido. Ouattara y Bedié se enzarzaron en una batalla sin piedad por el poder en 1993 y así nació la ivoirité, un concepto que el último utilizó para apear de la carrera presidencial a Ouattara, al que acusó de nacionalidad "dudosa"*.

El drama marfileño tiene muchos más actos, actores y ramificaciones. Pero estos tres hombres -Ouattara, Gbagbo y Bedié- son las principales estrellas del culebrón todavía hoy, 22 años después de la muerte de Boigny.

Las cosas han cambiado un poco desde 2010.

El gobierno de ADO cuenta desde la crisis postelectoral con el apoyo fundamental de Bedié, su antiguo némesis y actual presidente del Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI) fundado por Boigny. Bedié lanzó la denominada "llamada de Daoukro" en marzo para que su partido respaldara la candidatura de Ouattara en bloque. Algunos miembros del PDCI díscolos no la escucharon y se sumaron a una iniciativa que tiene como finalidad formar un frente anti-Ouattara: la Coalición Nacional por el Cambio (CNC). Entre los traidores destacan Essy Amara, ministro de Asuntos Exteriores con Boigny y Bedié, y Charles Konan Banny, ex-presidente del Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO), primer ministro con Gbagbo y presidente de la Comisión por el Diálogo, la Verdad y la Reconciliación del gobierno Ouattara. Ambos abandonaron la carrera electoral esta semana calificando las elecciones de fraudulentas. Denunciaron -entre otras cosas- que sólo hay cuatro representantes de la oposición en una comisión electoral de 17 miembros y que las listas electorales han sido trucadas. Se les consideraba los únicos contendientes capaces de plantar cara a Ouattara, junto a Mamadou Koulibaly, ex primer ministro de Gbagbo y que también ha renunciado a concurrir en estas elecciones. Todos ellos piden la abstención a los marfileños.

Por otra parte, el gobierno de Ouattara se enfrenta a dos problemas cruciales que han marcado la legislatura que ya termina: lograr un crecimiento económico inclusivo que no deje a la mayoría de los marfileños en la cuneta y acabar con la impunidad y la justicia de los vencedores.

En el primer caso, muchos marfileños se quejan de la carestía de la cesta de la compra, el aumento de la tarifa de servicios básicos como la electricidad o de las tasas universitarias y el reparto desigual de la riqueza en un contexto en el que recuerdan que el asfalto de las nuevas carreteras "no se come". Costa de Marfil es un caso de estudio típico del desarrollo a dos velocidades: un país en el que la mayoría vive en la pobreza y el paro afecta a más de cuatro millones de jóvenes sobre una población estimada de 26 millones mientras las cifras macroeconómicas pintan un auténtico paraíso del crecimiento económico y la inversión. Los cortes en el suministro de la electricidad son continuos. La economía informal sigue siendo la norma.

La impunidad de los actores gubernamentales implicados en la crisis post-electoral es otro tema espinoso que sigue sin afrontarse. Ouattara se apoyó en los jefes de un movimiento golpista surgido en 2002 para acceder al poder en 2011. Ese movimiento rebelde, que utilizó los agravios del norte musulmán y con raíces extranjeras en muchos casos como argumento, ocupó la mitad del país durante casi un decenio imponiendo una economía de guerra, violencia y rapiña. Al frente se situaban los com-zones, jefes de zona que se repartieron el país ocupado y que hoy continúan la explotación mafiosa de recursos del país para enriquecerse y su escamoteo a través de las fronteras. Integrados en el ejército oficial con cargos de responsabilidad, son apenas perseguidos por la justicia, de manera casi anecdótica, mientras sus víctimas esperan siempre una reparación y una justicia que no tiene lugar y siguen viviendo en el miedo. Masacres como las de Duekoue o Nahibly siguen sin investigarse. La reconciliación entra en el territorio de la quimera.

Sin embargo, hay aspectos novedosos en estas elecciones, continuación de tendencias que ya se vieron en 2010 y que llenan de esperanza a los observadores de la realidad del país. Una de ellas es el papel cada vez más dinámico de la sociedad civil. Trabajando en red con ayuda de las nuevas tecnologías y agrupados bajo hashtags como #JeSuisPeace, los marfileños debaten pacíficamente en las redes sociales, siguen la actualidad y la comentan y sobre todo, se ríen de nuevo de sus desgracias. La comunidad web marfileña se ha convertido en la principal salvaguardia de unas elecciones pacíficas, involucrándose en la campaña con entusiasmo. La pasión que ha despertado el programa de RTI Face Aux Electeurs, por el que pasaron esta semana la mayoría de los candidatos, es significativa. Tuiteada y compartida en Facebook, blogueada, carne de meme, esta emisión ha reunido a los marfileños alrededor de sus televisiones y en tertulias transnacionales ejemplares.

Lo cierto es que todos parecen tener claro que esta elección está ya ganada antes de disputarse, pero intentan disfrutarla a su manera. Esperan, con curiosidad, un nuevo mandato de Ouattara minado con viejos problemas. Saben que las próximas elecciones, previstas en 2020, serán mucho más complicadas.

* El artículo 35 de la Constitución de Costa de Marfil establece que el presidente del país debe ser marfileño de padres marfileños. Ouattara utilizó la nacionalidad burkinesa mientras trabajó como funcionario internacional y jamás aportó pruebas de la nacionalidad marfileña de sus dos progenitores. Su candidatura a un segundo mandato presidencial sería ilegal según la Constitución, puesto que ésta no ha cambiado y Ouattara se benefició de una autorización especial del presidente Laurent Gbagbo para poder concurrir a las elecciones en 2010. Ouattara ya ha prometido cambiar el artículo 35 en su próximo legislatura.

Comentarios

nosotros hemos sido pioneros en pasar de la brutalidad de los poderosos al respeto de la persona, no teníamos referencias y eso nos ha costado siglos de aprendizaje y sufrimiento, en este punto ellos, al menos, han tenido más suerte, de momento van a tener nuestra ayuda, por poca que sea, por el bien de las población que es lo que realmente interesa.
nosotros hemos sido pioneros en pasar de la brutalidad de los poderosos al respeto de la persona, no teníamos referencias y eso nos ha costado siglos de aprendizaje y sufrimiento, en este punto ellos, al menos, han tenido más suerte, de momento van a tener nuestra ayuda, por poca que sea, por el bien de las población que es lo que realmente interesa.

Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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