Iceta lo peta
La imagen del socialista Miquel Iceta bailando en esta campaña me ha devuelto la esperanza en el ser humano. Y no me extraña. Ese baile suyo vale más que mil arengas
En el mundo de la cultura el adjetivo “simpático” está infravalorado; en el de la intelectualidad ser simpático es el equivalente a ser un simple. La simpatía se contempla como un recurso del que echan mano los que no tienen la categoría necesaria para ser arrogantes. La arrogancia está mucho mejor vista, dónde va a parar: de una persona importante se respeta que sea distante, que anteponga sus caprichos al interés del prójimo y que sea de difícil trato. A mí una vez me llamaron simpática y me lo tomé muy mal. Era evidente que quien así me definía no me encontraba otras virtudes intelectuales. Ay, qué pena de adjetivo, tan denostado. Con lo complicado que es encontrar a gente simpática, y más en campaña electoral. Es probable que sea, simpático, el epíteto menos usado para definir a los personajes en la actual literatura: a quién le va a interesar una heroína o un héroe simpáticos.
Y, sin embargo, cuánto favorecen las personas simpáticas el que suba el nivel de alegría colectiva. En la arena política ocurre que cuando nuestros representantes quieren acercarse al pueblo se hacen los simpáticos. A la mayoría no les sale, porque la simpatía es un don del que, habría que investigar porqué, muchos políticos carecen. Y ver cómo se hace el gracioso quien no lo es roza lo patético. En cambio, qué diferencia cuando un tipo se destapa de pronto con una simpatía que una no esperaba. La imagen del socialista Miquel Iceta bailando en esta campaña me ha devuelto la esperanza en el ser humano. “Iceta lo peta”, le dicen. Y no me extraña. Ese baile suyo vale más que mil arengas.
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