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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acuerdos urgentes

Europa no puede permitirse un nuevo fracaso en la crisis de los refugiados

Después de un mes de agosto terrible, en el que hemos asistido a escenas que no se veían desde los éxodos masivos de las guerras mundiales, los líderes comunitarios parecen haber tomado conciencia de que la crisis de la llegada masiva de refugiados exige una respuesta urgente y duradera, que no sirva solo para salir del paso sino para encarar un fenómeno complejo y difícil que irá a más. Solo de Siria se estima que han salido ya más de cuatro millones de personas, la mayoría de las cuales están en Líbano o Turquía esperando seguir ruta hacia Europa a pesar de que el viaje, como se ha visto, entraña grandes peligros.

Desde el punto de vista humanitario, la situación es insostenible. Por eso hay que esperar que la cumbre de ministros de Justicia e Interior convocada de urgencia para el próximo día 14 permita dar el salto hacia una política de asilo común que ordene el flujo de refugiados y los reparta entre los 28 miembros de la Unión Europea por algún sistema equitativo. No hay que olvidar que los refugiados que llegan a las costas de Grecia o Italia no viajan a esos países, sino a Europa, y es Europa en su conjunto la que debe afrontar la situación. No será fácil aunar los diferentes intereses que cada país tiene, pero es de vital importancia que se consiga. De lo contrario, como ha advertido la canciller Angela Merkel, es mucho lo que está en peligro.

Para empezar, está en riesgo la Europa de Schengen. Y no solo porque Alemania, el país que más refugiados acoge, amenace con cuestionar la libre circulación de personas si no se afronta de forma solidaria el reparto de refugiados, sino porque la incapacidad de gestionar un problema común tan claro sería un nefasto indicador de falta de cohesión que se extendería a otros muchos asuntos.

Editoriales anteriores

En los últimos días se han sucedido los gestos de dirigentes de países como Alemania, Italia y Francia llamando a la responsabilidad de los Gobiernos para articular una respuesta solidaria. La propia Comisión Europea, con la visita de su vicepresidente al puerto de Calais, ha lanzado el mensaje de que otorga máxima prioridad a este problema. Hay que esperar que la movilización obtenga resultados más fructíferos que los que siguieron a la cumbre de jefes de Estado celebrada en abril. La propuesta más atrevida —repartir 40.000 inmigrantes por cuotas obligatorias— fracasó por la negativa de varios países, entre ellos Reino Unido y España.

No parece una estrategia acertada la que sigue el presidente Rajoy al presumir ante Merkel de buenos resultados económicos y mostrarse al mismo tiempo tan estricto a la hora de aceptar refugiados. Se pueden discutir los criterios del reparto, pero el Gobierno debería mostrarse más participativo, además de exigir —como hace— que se acelere el plan europeo de cooperación con África.

La crisis migratoria se nutría al principio de inmigrantes económicos. Ahora ha derivado hacia una crisis de refugiados. La mayoría de los que llegan al continente o perecen en el intento son personas —familias enteras con niños y ancianos— que huyen de las guerras en Siria, Irak o Afganistán. Antes que nada, requieren una respuesta solidaria. También de España.

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