El órdago griego
El mayor peligro para Europa no es Tsipras, sino la incapacidad de las instituciones
Después del órdago griego, debemos examinar la amenaza al proyecto europeo desde una perspectiva más amplia. Están en marcha muchas negociaciones multinacionales importantes. Irán, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y China tratan de llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní. Rusia, la UE y Estados Unidos se pelean por el futuro de Ucrania. Los gobiernos del Pacífico afrontan críticas internas mientras intentan forjar un inmenso acuerdo comercial, el Partenariado Transpacífico.
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En todas estas disputas, es fácil atribuir a un bando el papel del malo o rebelde. Sin embargo, para entenderlas bien y prever sus resultados, debemos tener en cuenta todas las posturas. El mejor ejemplo es el constante tira y afloja entre Grecia y sus acreedores.
Para muchos europeos es fácil condenar al gobierno de Syriza. Grecia ha acumulado una deuda enorme que debe pagar. Si se resiste al cambio, en el futuro necesitará más rescates. Pero no pensemos en el gobierno, sino en el sufrimiento de sus ciudadanos.
España, Portugal e Irlanda han perdido menos del 7% del PIB desde que comenzó la crisis de la eurozona. Grecia, el 26%. Los sueldos han bajado un 14%. Es el único país de la UE en el que ha bajado el salario mínimo. El desempleo está en el 26%, y más del 75% de los parados lleva más de un año sin trabajar. El paro juvenil supera el 50%. Según la OCDE, casi uno de cada cinco griegos no puede pagarse una comida decente. Hay mucha más gente sin hogar. El índice de pobreza infantil ha subido al 40,5%. El British Medical Journal habla de “un aumento significativo, marcado y sostenido” de los suicidios.
Las ásperas excentricidades del gobierno heleno han endurecido la postura de la Unión Europea
En los últimos cinco años, Grecia ha recortado el gasto y subido los impuestos en un 30% del PIB. Más que cualquier otro gobierno de la eurozona. Ha recortado las pensiones. Ha subido la edad de jubilación a 67 años. Y, de cada euro de los fondos de rescate, el gobierno recibe menos del 20%. El resto va a los banqueros y portadores de bonos.
Las ásperas excentricidades de Tsipras y sus ministros han endurecido la postura europea. Es una tontería exigir más indemnizaciones a Alemania por la Segunda Guerra Mundial o acusar al FMI de “saquear” el país. Grecia queda mal cuando Syriza ofrece una nueva propuesta a los acreedores y luego dice que se ha equivocado de documentos. A Europa le molesta ver a Tsipras coqueteando con Putin.
Pero veamos las cosas desde la otra parte. La austeridad ha causado sufrimiento a millones de personas que no son responsables de la política griega. No es extraño que los votantes eligieran a un partido que prometía aliviar su situación, y Tsipras quiere cumplir todas las promesas posibles. Tiene un margen de maniobra limitado, debido a los sondeos que indican que el 70% de los griegos quiere permanecer en el euro, la unidad de los acreedores y las acusaciones de traidor procedentes de la izquierda con cada concesión. Se le puede acusar de torpe, pero no de no intentar lograr el mejor acuerdo. Para eso le eligieron los griegos.
Algunos dirán que, si Grecia logra más flexibilidad, España, Portugal y tal vez Italia también querrán “concesiones”. Pero Grecia es un caso especial. La situación de los otros es mucho más firme, y tampoco puede esperarse el perdón de la deuda ni el fin de la austeridad. Pasarán muchos años hasta que el país sea un modelo digno de imitar. Los acreedores tienen razón: debe pagar su deuda. Pero solo podrá hacerlo si empieza a crecer. Y si la medicina empleada deja tumbada a toda una generación, ¿cómo van a aprender la lección y volver a trabajar?
Hay que verlo todo en su contexto. El mayor peligro para Europa no es que Grecia eluda sus responsabilidades y otros países puedan tratar de hacer lo mismo. Es que esta lucha y la ira que despierta alimenten aún más el sentimiento que ha generado tantos partidos antieuropeos de izquierda y derecha en todo el continente. La frustración por la incapacidad de las instituciones europeas de satisfacer las necesidades de los ciudadanos es el motivo de que en Gran Bretaña se vaya a celebrar un referéndum sobre la permanencia y en Francia el Frente Nacional encabece las encuestas.
Eso, y no los detalles del próximo rescate griego, es lo que amenaza el futuro de Europa.
Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor de Superpower: Three Choices for America's Role in the World. Pueden seguirle en Twitter @ianbremmer.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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