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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Comienzo del cambio

Los partidos emergentes determinan los pactos del nuevo mapa municipal

Si las elecciones del 24 de mayo anunciaron el comienzo de un cambio político en España, la constitución de Ayuntamientos consumó ayer una mudanza de considerables dimensiones. Que cuatro de las cinco ciudades más pobladas (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza) sean gobernadas por agrupaciones de la izquierda alternativa ofrece una imagen de vuelco tan fuerte como el retroceso del Partido Popular, simbolizado especialmente en la pérdida de las alcaldías de Madrid y Valencia tras 24 años con el bastón de mando.

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El PP sigue siendo la fuerza más votada en España, lo cual le ofrece todavía una plataforma de recuperación para las elecciones generales. Pero su capacidad de pacto es reducida y la confianza que su dirección hubiera depositado en entendimientos con el PSOE se ha visto truncada por la actitud de este, que ha llevado hasta el final el compromiso de no apoyar a la derecha en la constitución de Ayuntamientos.

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El PP conserva alcaldías de capitales con el apoyo de Ciudadanos, también dispuesto a ayudarle en algunas autonomías —Madrid es la más importante—, pero el partido de Albert Rivera le condiciona en un terreno complicado de gestionar, como es el de la regeneración democrática. Aunque el voto conservador siga siendo fuerte, quedarse sin buena parte del poder territorial le debilita. Están dadas las condiciones para que el PP emprenda rápidamente su propia renovación; sin embargo, el comentario de Mariano Rajoy de “rebajar expectativas” arroja confusión sobre lo que está dispuesto a hacer. Haber mantenido en cabeceras de lista a personas tan controvertidas como Esperanza Aguirre, Rita Barberá o Javier León de la Riva no le ha ayudado a dar la batalla municipal. De momento se inclina por criticar al PSOE, presentándole como compañero de viaje de los radicales y llamando a rebato contra las izquierdas.

Los socialistas salen de la constitución de Ayuntamientos con más poder del que tenían; recuperan alcaldías importantes, como Sevilla, pero las bases de las que disponen no les permiten considerarse ganadores. La apuesta de Pedro Sánchez contra el PP y a favor de las fuerzas emergentes le sitúa en condiciones relativamente inciertas para disputar la presidencia del Gobierno, dada la competencia electoral directa que le van a hacer sus actuales aliados.

Los nacionalistas obtienen un poder municipal muy matizado. El PNV recupera las alcaldías de las tres capitales vascas —la de Vitoria con el apoyo de Bildu, formación que por su parte obtiene Pamplona— y fracasa el intento de nacionalistas e independentistas catalanes de tomar impulso sobre la base de una apuesta común.

Es engañoso interpretar todo lo sucedido como una revolución. Pero sí es la confirmación del vuelco puesto en marcha por los partidos emergentes, que llevan la iniciativa, pese a no ser los más votados, y condicionan a los dos tradicionales, PP y PSOE. Las nuevas plataformas de izquierda conquistan el poder en Madrid y Barcelona, las dos ciudades más emblemáticas de España, pero también en otras capitales de provincia: Cádiz, A Coruña. En realidad se trata de gobiernos minoritarios, posibles solo gracias a apoyos externos, lo cual hace difícil la radicalidad de políticas que, tal como se formularon, no alcanzaron suficientes apoyos. Por eso, para responder a las altas expectativas, personas como Manuela Carmena o Ada Colau, alcaldesas respectivas de Madrid y Barcelona, tendrán que superar las dificultades de la gestión.

El cambio se ha producido con la normalidad que cabía esperar de un país políticamente maduro, salvo tensiones aisladas. No sabemos cuánto darán de sí los nuevos alcaldes y los futuros presidentes autonómicos, pero los pactos electorales han dado resultado. La gobernabilidad está asegurada; cualquier otra opción era impensable.

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