#NiUnaMenos: un clamor contra la resignación
La sociedad argentina se moviliza contra la violencia machista tras el asesinato de una niña de 14 años embarazada
La sociedad mediática necesita a veces un revulsivo para que problemas muy enquistados emerjan con una luz nueva que los hace de repente insoportables. Ocurrió en España con la muerte de Ana Orantes, que marcó un antes y un después en la conciencia social sobre la violencia machista. En diciembre de 1997, trece días después de que narrara en televisión el calvario que durante 40 años había soportado por los malos tratos de ex marido, este la esperó en la puerta de su casa, la roció con gasolina y le prendió fuego. El horror de este suceso marcó un antes y un después en la percepción social de la violencia machista, considerada hasta entonces un asunto de pasiones del ámbito de lo privado.
Algo parecido ha ocurrido ahora en Argentina. Chiara Páez tenía apenas 14 años y estaba embarazada. Murió asesinada por su novio, de 16, que la ocultó en el jardín de su casa con la ayuda de sus padres. Del horror de este asesinato surgió una idea que ha movilizado al país y ha resultado ser un revulsivo contra la resignación: “Ni una mujer menos, ni una muerte más”. La frase procede de un texto de Susana Chávez, poeta y activista mexicana contra la violencia machista, que fue asesinada en 2011. #NiUnaMenos se convirtió en un reclamo viral que colonizó las redes sociales y movilizó a la sociedad, no solo en Argentina, sino en otros países de América Latina igualmente castigados por esta lacra.
Argentina tiene una ley contra la violencia de género, pero su aplicación dista mucho de ser la óptima. Por no tener, ni siquiera tiene estadísticas oficiales de las muertes que se producen. Las cuenta, mediante un seguimiento puntilloso de los medios de comunicación, una entidad, la Casa Encuentro. Pero los datos disponibles son elocuentes: en España, con 46 millones de habitantes, se produjeron el año pasado 54 asesinatos de mujeres. Argentina, con 41 millones, registró por lo menos 277, y hay que decir “por lo menos” porque muchos asesinatos quedan camuflados como accidentes domésticos. Estas cifras permiten visualizar el largo trecho que queda por recorrer en América Latina. Como España, Argentina tiene una normativa en vigor que se considera adecuada, pero ni se ha desarrollado ni ha sido dotada de medios. Este es uno de los problemas de la lucha contra la violencia machista, que una cosa es el discurso oficial, y otra la realidad. Una cosa es la ley, y otra su aplicación.
La comparativa demuestra que se puede avanzar. Pero también en España tenemos que hacernos muchas preguntas. Tras una punta de 76 mujeres asesinadas en 2008, la cifra anual de víctimas permanece estancada desde hace unos años entre 50 y 60. ¿Significa eso que no se puede ir más allá? En absoluto. Que sea difícil avanzar no significa que hayamos de abandonarnos a la resignación. Ni a la tentación de pensar que, si ya se ha hecho todo lo posible y la estadística no mejoran, tal vez haya que aceptar que un cierto nivel de violencia es consustancial a la condición humana. No hay datos que sustenten esa idea. Al contrario: la aplicación de la ley es mejorable y aún queda mucho por hacer en prevención.
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