J. W. Anderson tira de la manta

¿Qué te pasa con las mantas?

Tengo cientos en mi casa. Escocesas, de piel, rosas... Acabo de diseñar una de borrego que es perfecta para tumbarse encima. Supongo que en parte es porque crecí en Irlanda y siempre hacía frío. Vosotros no tenéis ese problema.

Me han contado que incluso te las llevas de veraneo.

Suelo ir de vacaciones a Ibiza. En España la gente pasa el día en la playa, pero al caer la tarde te congelas, asÌ que me llevé unas cuantas la última vez.

¿Eres fetichista?

Me obsesiono y me pongo a coleccionar compulsivamente. En cinco años se me suele haber pasado y entonces lo vendo todo. Me gusta deshacerme de cosas. Y me gusta disfrutar del proceso. Recientemente me volví loco comprando obra de un artista inglés, Keith Vaughn, pero me aburrí rápidamente y la saqué a subasta.

¿Qué coleccionabas de pequeño?

Ropa. Les hice a mis padres quitar las puertas de mi armario para poder ver lo que había dentro. Jean Paul Gaultier, zapatos Patrick Cox, Gucci... Pero no queda nada. Mi madre lo regaló.

¿No te lo ponías?

Algunas cosas, sí. Pero a otras no llegué ni a quitarles la etiqueta. Creo que lo que me gustaba era la idea de tenerlas.

¿Eras el típico niño que pinta o el típico niño que juega al fútbol?

Definitivamente no era de los que juegan al fútbol. Mi familia es muy aficionada al rugby, pero yo no era muy bueno, asÌ que acabé haciendo natación, que es más fácil y más seguro [risas].

Generaciones de padres respetables compran ropa en Loewe desde hace décadas. ¿Cómo han reaccionado ante la ambigüedad de tus primeras colecciones?

Si la despojas de lo que la rodea, es ropa normal. La imagen sirve para vender un sueño, pero al cliente tradicional todo eso le da lo mismo. Entra en la tienda y compra.

¿Entonces seguirán encontrando corbatas?

Sí. Acabo de diseñar 64.

¿Hay relación entre tu marca homónima y Loewe?

Sí. Habrá momentos en que estén más separadas, pero es muy difícil para un diseñador hacer cosas totalmente independientes. Tiene que haber una correspondencia. Además, está muy bien poder cultivar una tendencia por duplicado [risas].

 Suena cómodo.

Mucho. ¡Puedes imponérsela a la gente!

Como diseñador, nunca pareces dudar. Quiero que Loewe sea la mejor marca del mundo y creo que se lo merece. Y para eso no puedes hacer concesiones. Tienes que decir lo que quieres y hacerlo, aunque a veces cometas errores.

¿Eres así con todo?

Sí. Es complicado para la gente que me rodea... No soy la persona más fácil del mundo.

Espero que luego les mandes flores.

Siempre.

¿Qué te obsesiona ahora?

La cerámica. He conocido a gente con muchísimo talento en este campo, creo que la modernidad viene ahora mismo de ahÌ. De hecho estoy en el proceso de comprar una gran colección de cerámica. En los próximos cinco años pretendo restaurar una casa muy antigua y crear... bueno, algo allí.

¿Qué relación tienes con Instagram?

Me gusta mucho, pero no suelo poner mi cara. No me acostumbro a hacerme fotos en la cama.

Hace poco subiste una foto de Missy Elliott. ¿Qué hacías en 2001?

Estaba en Washington DC, probablemente escuchando a Missy Elliott en alg˙n club, y resultando bastante ridÌculo.

En una entrevista de hace unos años decías que "en cierto momento, tienes que esperar agotarte. La cuestión no es adónde vas, sino si tu salud te lo permitirá".

Todavía pienso así. La creatividad tiene una vida limitada. Ahora mismo la gente que entra en la tienda es de mi edad. Sé lo que quieren porque sé qué quiero yo. Pero llegará alguien más joven. Siempre pasa. Así que mira, si puedo mantenerme en el negocio unos buenos diez o quince años, estupendo. Luego desapareceré y dejaré a la gente en paz un rato.