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Columna
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Aborto

Esa libertad de voto les habrá costado a los defensores de la fe y la coherencia un máximo de 600 euros

Jorge M. Reverte

El aborto ha provocado que, por primera vez, aparezcan grietas entre el PP y la Conferencia Episcopal.

Ha cometido el Partido Popular el, en este caso, pecado de olvidar la doctrina de la Iglesia a cambio de un puñado de no sabemos cuantos votos y de unos gramos, que tampoco sabemos cuantos, de responsabilidad social.

Consiste la tropelía en cambiar la ley del aborto que preparó el anterior Gobierno socialista para hacerla más restrictiva, fundamentalmente para las jóvenes menores de 18 años que tendrían que pedir permiso a sus padres para que les practicaran lo que los ultramontanos califican de vicio, el vicio del aborto.

La bronca en el seno de los populares se produce entre la derecha y la derechona. Alfonso Alonso, que parece más de la primera, ha salido muy serio, pero descompuesto, ante las cámaras para decir que no se trata de un derecho. Y ha resultado que sí. Lo que supongo que ha llevado a los de las túnicas y las casullas a montar en cólera. En este asunto se ve lo que muchas veces se ha echado de menos en España: la diferencia entre la derecha y los ultras, que sólo está clara donde mandan los nacionalistas.

Y hete aquí que ahora aparecen diputados del PP, y obispos, y madres de familia numerosa (todos los niños rubitos y con sombrero los domingos) que piden libertad de voto para asegurar la libertad de conciencia.

Menos mal que la mayoría de los católicos ha asumido hace unos años que ya no hay que purificar por el fuego a los pecadores, porque esta es la ocasión que muchos esperaban para comenzar una yihad, pero en cristiano.

Esa libertad de voto les habrá costado a los defensores de la fe y la coherencia un máximo de 600 euros.

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