Berlín, Atenas
Alexis Tsipras asegura en 'Financial Times' que “respetará las obligaciones de Grecia"
"La política de reducir [el país] a la servidumbre durante una generación, de envilecer la vida de millones de seres humanos y de privar a toda una nación de felicidad, sería odiosa y detestable, aunque nos enriqueciera a nosotros, aunque no sembrara la decadencia de toda la vida civilizada de Europa". Era impracticable que ese país abonase las fuertes cantidades adeudadas. Tras esos pagos, aparecería a los ojos de sus ciudadanos como una víctima humillada, no como un Estado deudor.
El país en cuestión era Alemania, y las anteriores palabras son el diagnóstico de Keynes, en 1919, en su libro Consecuencias económicas para la paz, en el que criticó con mucha dureza el Tratado de Versalles porque las condiciones en el pago de las deudas que los vencedores de la Gran Guerra impusieron a la Alemania derrotada eran imposibles de abordar y conducirían a otro conflicto bélico.
Terrible premonición de Keynes ante la miopía de los ambiciosos; poco más tarde llegaron los nazis y comenzó la Segunda Guerra Mundial. Ocho años después de finalizada ésta y dado que el panorama era muy parecido (imposibilidad de que una Alemania arrasada cumpliese las exigencias) se llegó al Acuerdo de Londres: en 1953, 25 países acreedores (los más grandes, pero también Grecia o la paupérrima España de Franco, que todavía no había logrado superar los niveles de producción de antes de la Guerra Civil) firmaron una quita del 62% de las deudas contraídas por el país germano. Esa reestructuración fue clave para que Alemania volviese a ser una gran potencia. En octubre de 2010, 57 años después, Alemania terminó de pagar la deuda pendiente.
25 países, entre ellos Grecia y la España pobre, perdonaron el 62%
Hoy hay elecciones generales en Grecia. Su deuda pública supera el 177% del PIB después de siete años de austeridad que ha reducido la riqueza de los helenos una cuarta parte, generando un empobrecimiento masivo. Cualquiera que las gane habrá de mirar de frente a esta realidad. Alexis Tsipras, líder del partido favorito en las encuestas, ha firmado un artículo en el Financial Times ("Pongamos fin a la austeridad en Grecia antes de que acabe con nuestra democracia") en el que afirma que un Gobierno encabezado por él "respetará las obligaciones de Grecia como miembro de la eurozona para mantener el equilibrio presupuestario". Dado que la austeridad ha disparado los niveles de deuda, pide que "se convoque una conferencia de deuda a nivel europeo que contribuya a impulsar el crecimiento en Europa. Se trata de un deber moral".
¿Quién puede estar en desacuerdo con ese contrato publicado en el periódico favorito de los inversores de todo el mundo? También recuerda el líder de Syriza que en una democracia es fundamental que el Gobierno que acaba de ser elegido decida cómo quiere conseguir estos objetivos: "La austeridad no forma parte de los tratados europeos; sí lo son la democracia y el principio de soberanía popular".
Es difícil que Samarás, el otro contendiente, no piense lo mismo.
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