Leopoldo López, preso político
Ya muchas dudas había dejado la detención del líder opositor Leopoldo López el pasado mes de febrero, acusado de instigación pública, asociación para delinquir, daños a la propiedad e incendio, luego de las protestas que por esos días tuvieron lugar en las calles de varias ciudades venezolanas.
En un país donde el Ejecutivo tiene cooptadas todas las ramas del poder púbico, era una quimera pensar que tendría derecho a un juicio imparcial con las debidas garantías, menos cuando el propio Nicolás Maduro se refirió a él públicamente como responsable de los delitos de los que se lo acusa. Lo sentenció antes del juicio.
Aun así, hasta el pasado domingo el Gobierno del país vecino insistía en que la detención del exalcalde del municipio de Chacao había sido motivada por sus supuestos delitos, sin que mediara consideración política.
Pero esta postura tendrá que cambiar después de las declaraciones de Nicolás Maduro el pasado domingo, en las que afirmó: “La única forma de que usen las facultades presidenciales que tengo para liberar al monstruo de Ramo Verde (lugar de reclusión de López) es montarlo en un avión que lo deje en Estados Unidos y me entreguen a Rivera (Óscar López Rivera, líder independentista puertorriqueño preso en este país desde 1981), pelo a pelo, hombre a hombre” (...) sus palabras fueron un reconocimiento tácito de su condición de preso político.
No son días fáciles los que hoy vive Venezuela. Para salir avante, necesita más democracia. Casos como este constatan que ha tomado el camino contrario, y con alto riesgo de terminar en un callejón sin salida.
Bogotá, 7 de enero
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