Mylmo, la voz de Malí
Un educado rapero que iba para pintor manda en el 'hip-hop' en el país africano Este género conquista a los más jóvenes en un país donde la edad media es de 16 años
“¡Mylmo!, ¡Mylmo!” Quedar con el rapero cerca de su casa, en el punto más conocido de un barrio modesto de Bamako, la capital de Malí, es toda una experiencia. Niños y jóvenes le llaman a gritos, le saludan con devoción en cuanto reconocen al tipo alto, hoy vestido de un blanco inmaculado. Lleva camisa y pantalón confeccionados a medida y atravesados por tiras rojas, amarillas y verdes, los colores de la bandera de su país.
Su actitud nada tiene que ver con la que suele ser común en sus colegas occidentales. Aparentemente, no existe asomo de esa vanidad que tanto se prodiga en quienes rapean. Mahamadou Soumbounou, Mylmo, 27 años, sortea en chanclas, con elegancia, los charcos pestilentes sobre la tierra roja de las calles entre esos críos que acarrean garrafas de agua mayores que ellos y gritan su nombre con una expresión maravillada.
Acude puntual a la cita, al contrario de lo usual en el país, y abre su casa, modesta, con patio y unas cuantas gallinas, en las que mujeres, ancianos y niños entran y salen de las estancias. "El rap me da para vivir, no para ganar millones, pero por ejemplo mi coche -un auto de rojo estridente con su nombre estampado en la matrícula, al estilo estadounidense- me lo regaló un admirador", dice. La umbría habitación en la que se ha sentado a hablar se ilumina con la cotidianeidad del sonido de llantos de niños, el trasegar de cacharros de cocina y la riqueza de su verbo.
Mylmo es uno de los principales exponentes del rap de Malí. En una nación de enorme riqueza musical, que ha generado artistas con proyección mundial desde hace décadas como Salif Keita, Amadou y Miriam o Toumani Diabaté, el hip-hop abandera hoy el fervor de los más jóvenes en un país donde la edad media es de 16 años. Una gran diferencia con la tradición de los griots, esa especie de juglares mandinga que cantaban las virtudes de los poderosos.
Este hombre cortés es el representante del llamado "rap moralista". Buenos modales, nada de insultos y cosas que decir, o mejor dicho, sobre las que educar. "Nuestra música debe ser un vehículo para difundir un mensaje positivo, contribuir a crear un futuro mejor para los más pequeños. Habitualmente el rap prepara a los chicos para cosas que no son buenas, beber, drogarse..., esos no son nuestros valores", dice. Un ejemplo: en la última crisis del ébola, que tanto ha afectado a Malí, Mylmo ha compuesto dos canciones para educar sobre la prevención de la enfermedad.
Su trayectoria es un tanto singular. Siempre se sintió artista, pero de pequeño pintaba. "Dibujaba, hacía mis cuadros y los vendía, y en cada uno de ellos escribía un pequeño poema. Mis hermanos hacían rap , pero emigraron. Aún hoy uno vive en Angola y otro en Francia. Dejaron todo, la radio, las casetes con los beats. Yo las ponía y creaba textos sobre ellos. Pensé, ¿por qué no utilizar la música y hablar de los problemas sociales?. Y ¿por qué el rap?, porque era una música juvenil. Y me lancé. Estudié en el conservatorio. Multimedia".
Malí es uno de los países más pobres del mundo, con casi cuatro de cada 10 habitantes bajo el umbral de la pobreza. Es un hecho habitual que las familias, como es el caso de la del músico, hayan perdido a sus hijos en la emigración, un tema que protagoniza el último disco de Mylmo, Le retour de Bandjibou. "Él vuelve de Europa y cuenta las dificultades con las que se ha topado. Regresa rico, pero no le dice a nadie como ha ganado el dinero. Para obtenerlo has de hacer cosas que no son muy legales".
Llora un bebé. Es el hijo del músico. Quizá una de las razones por las que no se ha ido. "La inmigración no es cosa mía. Pienso que lo más importante es adquirir un bagaje intelectual", reflexiona sobre el asunto. "¿Por qué no ir a estudiar a Europa y luego volver a servir a tu país con todo lo que has aprendido? Estamos en una nación subdesarrollada y necesitamos todas las ideas que se nos ocurran. Por ejemplo, si tu padre tiene campos, tú te vas a estudiar fuera y con tus conocimientos puedes imaginar la manera en la que él pueda conseguir más tierras, cosas que él jamás hubiese pensado. En general, pienso que la emigración es muy negativa para un país que aún no está desarrollado".
Bamako era tan solo hace cuatro años una meca turístico-musical para los amantes de los sonidos afropop. Sus noches transcurrían como una competición de grupos ocupando los escenarios de los clubes. Casi nada de aquello queda ahora en la capital de un país que ha ahuyentado a los viajeros, salvo a los de las fuerzas internacionales que tratan de controlar el inestable norte del país, donde, antes, se multiplicaban los festivales. En enero de 2012, una sublevación en esa zona liderada por los tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), desembocó en la toma de control de dos tercios del territorio por parte de grupos yihadistas. Inmediatamente después, en marzo, el ejército, derrotado previamente en la revuelta septentrional, derrocó al presidente Amadou Toumani Touré.
Un régimen de libertades con prestigio internacional cayó víctima de una asonada. ¿Democracia modélica? No para Mylmo y otros raperos del país, que habían denunciado en sus composiciones la crisis sistémica generada por la corrupción y la desigualdad. El músico había estrenado su primer disco en 2011 y uno de sus temas, Bandjougou, ya hablaba del desempleo y de la inmigración. Otro artista, Amkoullel, decía meses antes del golpe en la canción titulada SOS: "Si no hay esperanza, si nada cambia, no os sorprendáis si todo explota un día".
"Cubrí la crisis de 2012 de la A a la Z", rememora Mylmo. "Al día siguiente del golpe de Estado, lancé una canción que se llamaba Couvre feu (Toque de queda) en forma de carta dirigida al líder [el entonces capitán Amadou Haya Sanogo, ascendido después a general y encarcelado por el asesinato de 21 soldados]". En el tema, cantado en bambara, resaltaba el problema del norte del país y le preguntaba si la asonada era la solución. "Predije cosas que pasaron dos semanas después [los enfrentamientos entre las fuerzas leales al depuesto presidente y las del golpista]. Se difundió un rumor que decía que Sanogo me iba a parar. Pero al contrario, me invitó a su casa y me dijo que la canción le había inspirado". De hecho, le pidió que escribiese un tema para alentar a los más jóvenes a votar. "Hice varias canciones y una de ellas en las elecciones, en las que pedía que no se apostase por los viejos, que se diese la oportunidad a Malí de rejuvenecerse. El presidente [Ibrahim Boubacar Keita, que tiene ya 70 años] ha comprendido que no podía nombrar a jefes de Gobierno viejos y así lo ha hecho, por dos veces. Ha confiado en gente más joven".
Malí conoció el hip-hop a mediados de los 80 del pasado siglo, a través de los hijos de los ricos, criados en hogares con televisión por satélite. Los raperos, que, como Mylmo, escribían sus rimas sobre la música del loro, tuvieron un peso marginal hasta los levantamientos de 1991, cuando se derrocó al dictador Moussa Traoré, en el poder durante 23 años. La liberalización de los medios de comunicación desembocó en la creación de emisoras de radio que difundían los nuevos sonidos.
El grupo más importante e incendiario fue Tata Pound, que en 2002 rapeaba dirigiéndose al presidente y denunciando la corrupción. El mandatario, Amadou Toumani Touré, les llamó para que actuaran en el palacio presidencial. Ellos no se cortaron y escenificaron su protesta. Después de oír sus denuncias, les tendió la mano y repuso: "¿Habéis venido a mi casa a darme un mensaje como este? Bravo".Eso les noqueó. Poco después utilizó una de sus canciones durante una alocución televisada y dijo que había tomado nota de lo que querían los jóvenes, un mensaje que le había llegado a través del trío.
En 2006, los Tata Pound editaron Yelema (Revolución), un álbum que, según el experto Andy Morgan, constituye el antes y el después del rap de Mali, "la respuesta del país al disco de Public Enemy It Takes a Nation of Millions to Hold Us Back. Es un trabajo en el que los beats, los ritmos y la pura ira catártica se mezclan en una de las más efectivas armas de instrucción masiva en la historia moderna de la música de Malí". Yelema sorprendió a la nación porque contenía acusaciones directas, un asunto tabú culturalmente. De hecho, el grupo recibió muchas críticas y el disco fue retrasado.
Mylmo ha optado por otro camino, más entroncado en la tradición mandinga de comunicarse con tacto y con mensajes positivos. "La generación previa a la nuestra, la que nos ha precedido, eran muy agresivos", sostiene en una referencia a Tata Pound. "Lanzaban rimas como, 'señor presidente, nos ha robado'. Yo creo que el tiempo de decir eso ha pasado. Porque si yo te digo continuamente que eres una ladrona, tú robas. Aunque no seas una delincuente, si llega un momento en que tienes la ocasión de hacerlo, vas a robar. Yo hablo de la familia, de los problemas sociales. Todo el mundo vive en familia. Cada padre y madre vela por los suyos Debo educar, cuando veo mi cedé en todos los coches de Malí entiendo que quieren escuchar eso, se puede hacer avanzar el país. Hay esperanza, es difícil curar una nación que sale de la crisis, hay que darse la mano. Que cada uno sepa lo que tiene que hacer y ojalá que el presidente pueda encontrar las soluciones para levantar el país. Hace falta que nos demos la mano y hagamos cada uno nuestro trabajo". Por cierto, el mandatario ha acabado por ir a ver una de sus actuaciones a un estadio.
Mylmo, "el nombre es una adaptación de los mille mots, los mil nombres de Alá", sube a un coche azul, de su tío, para llevarnos de vuelta a la calle principal, dando botes sobre el barro. Vuelven los niños a sonreír de oreja a oreja al verle. Es una celebridad. No lo parece. Y recuerdas sus palabras: "En el rap americano se presume de llevar un reloj de tal marca, conducir un coche caro o vivir en un castillo. No puedes hablar de eso, porque si lo haces en Malí, estás vejando a los jóvenes".
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