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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Justos por pecadores

La llegada de forasteros y ciertas malas prácticas amenazan la continuidad del rebusco

Marcos Balfagón

El rebusco era una institución social agraria y ancestral por la que propietarios y autoridades aceptaban que, una vez terminadas cosechas, recolecciones y vendimias, los más pobres del lugar pudieran entrar en las fincas y recoger la uva o las aceitunas que encontraran. Con lo que se había desechado, muchos hacían su aceite y su mosto y aliviaban su miseria. Era una práctica aceptada que tenía también ciertas normas: respetar los tiempos y no hacer destrozos.

La institución se mantuvo cuando la industrialización cambió la estructura agraria. Pero su naturaleza empezó a modificarse: aparecieron los intermediarios, a los que los rebuscadores vendían lo que conseguían. Salir al campo, recolectar y depositar la uva en alguno de los puestos de recogida, normalmente de chatarra, donde la compran puede dejar ahora en el bolsillo del recolector entre 30 y 40 euros diarios.

Con la crisis, el rebusco dejó de ser una práctica local para transformarse en un fenómeno extraño difícil de gestionar. Al campo han ido llegando forasteros organizados en cuadrillas, con grandes furgonetas y nulo respeto por la naturaleza. Su presencia y sus malas prácticas han pervertido la razón de ser de esta tradición y ello ha llevado a los propietarios a pedir que se prohíba.

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Mientras tanto, la devaluación general que sufre el país ha alcanzado también al rebusco con la caída de los precios que pagan los intermediarios. No se sabe si es porque incurren en abuso de posición o porque hay exceso de oferta. El caso es que en Almedralejos, por ejemplo, allí donde antes se pagaban 20 céntimos de euro por kilo de uva, ahora solo se pagan 7.

Con estos precios, ni a los más pobres les sale a cuenta salir con su carrito de la compra a buscar en unos campos arrasados. No pueden competir con los nuevos profesionales del rebusco. La Junta de Extremadura hizo un amago de regularlo por decreto en 2013, pero no llegó a prosperar. Este año ha recurrido al procedimiento administrativo: exigir a los intermediarios condiciones de higiene que no pueden cumplir. Con lo que se ha cegado la vía a los rebuscadores de verdad. Habría que buscar una salida digna para esta situación en la que no tuvieran que pagar justos por pecadores.

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