_
_
_
_
_
en primera línea

Washington se lava las manos

Tercera entrega del diario de viaje del periodista de la ONG, desplazado en el hospital Elwa3, donde se trata a enfermos de ébola en Monrovia, Liberia

La acción de lavarse las manos con agua clorada se repite en los centros de pacientes de Ébola como ELWA3 gestionado por MSF en Monrovia, capital de Liberia.
La acción de lavarse las manos con agua clorada se repite en los centros de pacientes de Ébola como ELWA3 gestionado por MSF en Monrovia, capital de Liberia.Fernando G. Calero/MSF

“Casi todos mis amigos pensaban que se trataba de una invención, pero yo lo tuve claro desde el principio; siempre supe que era real. Les decía que se metieran en Internet, que buscaran información. Y al igual que tantos otros, se negaban a creerlo”, recuerda Washington, conductor de Médicos sin Fronteras (MSF).

Más información
Aislamientos preventivos /1
El abrazo que nunca se dieron /2

“En el fondo puedo entenderlo”, le respondo y me digo a mí mismo. De repente llega a tu país una enfermedad que hasta entonces nadie conocía, rodeada de tanto misterio y toda esa rumorología, y te dicen que tienes que creerlo, que de repente todo el mundo está en peligro. Supongo que algo así no tiene que ser muy fácil de asumir.

“La verdad es que es muy raro todo, muy pero que muy raro", asegura. "Unos dicen que fue un murciélago, otros te cuentan que fue un mono, pero al final lo único que importa es que la gente se muere. Habrás oído mil veces lo del enemigo invisible, ¿no? Pues es que es así, con el ébola no hay lugar donde esconderse”.

“¿Sabes de dónde llegó?”, le pregunto. “Sí, claro que lo sé: de Guinea. Bueno, o por lo menos eso es lo que todo el mundo piensa”. “Pero, ¿y cómo llegó aquí?”, insisto bajando la voz y bastante avergonzado. En el fondo, sé bien que ninguno de los dos tenemos la respuesta. De repente me asalta la idea de que, probablemente, no esté bien hacer este tipo de preguntas que lo que buscan son afirmaciones forzadas. Y, sin embargo, tengo que reconocer que siento mucha curiosidad por escuchar su respuesta. Tras unos segundos en los que reflexiona llega la decepción. Para todos los que, como yo, esperarais una explicación ligada a la brujería o a los norteamericanos ya os adelanto que os vais a quedar con las ganas: “Eso ya sí que no lo sé. Nadie lo sabe”, me aclara con un gesto serio. “¿O acaso lo sabes tú?”

“¿Y en tu casa?”, le pregunto poco convencido tratando de alargar la conversación después del fiasco anterior aunque sin saber muy bien hacia dónde llevarla. Me doy cuenta de que me estoy metiendo de nuevo en el pozo, de que estoy a punto de caer en el error de hacerle esa pregunta horrible e irrespetuosa que tantas veces he escuchado y he hecho: ‘¿Has perdido algún familiar?’. Lo solemos preguntar los periodistas occidentales a cualquiera que se nos cruza en el camino; y lo hacemos como quien pregunta si alguna vez has perdido las llaves y cómo hiciste para entrar en casa. “No te entiendo. ¿A qué te refieres con lo de en mi casa?”, me pregunta Washington sacándome de golpe de mi reflexión. “¿Pues que cómo hacéis?”, le digo. “¿Tomáis medidas de precaución para que no os pase nada?”. Otra pregunta cliché, pero por lo menos he salido del paso y no he hecho la que no debía hacer.

Muchas personas enfermas de ébola llegan al hospital Elwa 3 en ambulancia. Las hay que también llegan en taxi que hay que desinfectar.
Muchas personas enfermas de ébola llegan al hospital Elwa 3 en ambulancia. Las hay que también llegan en taxi que hay que desinfectar.Caroline Van Nespen/MSF

“En casa tenemos agua clorada y nos lavamos las manos siempre. Cuando se acaba, vamos a la tienda y compramos más cloro. Los precios han subido y el cloro no es una excepción, pero lo importante es que las manos tienen que estar siempre limpias”. “¿Y con tu familia, evitáis el contacto físico?”, le pregunto volviendo a mi vieja obsesión, a esa que me tenía tan preocupado antes de venir y que me sigue provocando desvelos una vez en Monrovia. Y no es por miedo, sino todo lo contrario; es por la falta de contacto. El hecho de que aquí tengamos que mantener las distancias con todo el mundo, me sirve para constatar, una vez más, lo importante que es poder sentirse cerca, también físicamente, de la gente a la que quieres.

Tengo miedo de que cuando MSF se vaya, nos volvamos a quedar solos

- No, no. En Liberia ahora hacemos todo lo posible para no tener contacto físico con los demás, asegura Washington.

- Pero hombre, en casa será distinto. ¿Cuántos sois en tu familia?, le digo.

- Cuatro: mis dos hijos, mi mujer y yo. Y también evitamos el contacto físico.

- Y entonces, ¿qué le dices a tu mujer? ¿qué duerma en otro cuarto?

- ¡Pero cómo voy a decirle eso! ¡Pues claro que no: siempre dormimos juntos!

- Ahh…. ¡lo sabía!, afirmo con tono triunfalista.

- Vale, te doy la razón si quieres. Pero te aseguro que siempre nos lavamos las manos. Sin excepción. Y a los niños, cuando vienen a despertarme por las mañanas, les digo: ’¿os habéis lavado las manos?, porque si no lo habéis hecho ya sabéis que no hay abrazo’. En Liberia todos hemos aprendido. Ahora también desinfectamos las casas y siempre nos lavamos las manos. Por eso cada vez se infectan menos personas. Cada vez que veo a mis amigos, me quedo con las ganas de darles un apretón de manos, pero esto es lo que hay ahora. Mientras no se acabe, seguiremos comportándonos con el mismo cuidado y respeto.

Y es cierto, una parte muy grande del mérito de que se esté produciendo este cambio de tendencia lo tiene la población liberiana. Por un lado, las políticas de sensibilización y de promoción de la salud han empezado a dar sus frutos (radios, periódicos, Internet y televisiones de todo el país se han volcado en pasar el mensaje de manera adecuada), y por otro, todo el mundo se ha concienciado de la gravedad del asunto y por fin ha empezado a tomar medidas de precaución. Los pacientes llegan antes porque ya no se esconden en sus casas, y la gente se ha acostumbrado a acudir a los centros de tratamiento de ébola de MSF en cuanto aparecen los primeros síntomas. Eso aumenta exponencialmente sus probabilidades de vivir y también evita que puedan seguir contagiando a otros.

- ¿Y tú me puedes decir hasta cuándo se queda MSF en Liberia?, me comenta con aire preocupado.

- Lo dices por el ébola o por el trabajo?, le respondo.

- Por las dos cosas: obviamente por mi trabajo, porque aquí con vosotros me siento seguro, y sé que conduciendo un taxi no lo estoy. Pero también porque tengo miedo de que cuando MSF se vaya, nos volvamos a quedar solos. Y que entonces el ébola vuelva a aparecer.

Lamentablemente yo no puedo responderle a esa pregunta, pero lo que sí le puedo decir es que MSF no va a bajar la guardia. Somos conscientes de que la epidemia aún está muy lejos de haber terminado y sabemos que pueden aparecer nuevos casos en cualquier momento. También le puedo asegurar que vamos a seguir manteniendo nuestros equipos mientras haya un solo caso confirmado y que ya estamos poniendo en marcha algunas medidas como la distribución de profilaxis para la malaria y de paquetes básicos para la protección personal de las familias.

Por otro lado, estamos trabajando en el establecimiento de zonas de triage (recepción y clasificación) de pacientes sospechosos de padecer ébola, un proyecto que se pondrá en marcha en los próximos días junto al hospital Redemption, y que permitirá a este centro público reabrir paulatinamente sus puertas. También estamos estudiando la posibilidad de establecer un sistema propio de ambulancias ya que hay muy pocas operativas. Así que, para tratar de animarle, le explico todo esto.

"Ya hemos llegado Fernando Torres", me dice Washington (aquí soy Fernando Torres, nada de Fernando G. Calero). "No olvides lavarte las manos antes de irte a dormir".

Fernando G. Calero es periodista y trabaja en Médicos sin Fronteras. Escribe desde el Elwa 3, el centro para pacientes de ébola de MSF en Monrovia, Liberia.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_