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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Perdón o permiso

Los continuos escándalos de los políticos han convertido el mundo del cotilleo rosa en un dinosaurio. Las celebridades son los imputados. Y sus cuñados. Y sus esposas

Boris Izaguirre
Imagen de los Golfos Apandadores.
Imagen de los Golfos Apandadores.

La Operación Púnica ha vuelto a poner de moda las redadas. Esta operación policial, que hace referencia a las históricas guerras que terminaron con el saqueo y rendición de Cartago por las tropas de Roma, ha desmantelado la más reciente trama de corrupción pública en el país, con asombrosas redadas en alcaldías y otras oficinas subvencionadas con nuestros impuestos. Las redadas de antes eran de travestis, prostitutas y maleantes. Las cartas han cambiado, ahora los delincuentes son señores elegidos por, supuestamente, inocentes ciudadanos.

La corrupción puede terminar por dejarte en una redada, sólo que es difícil calcularlo antes, cuando lo disfrutas. Hay que reconocerle a los travestis mejor servicio público y arrojo estético con sus atrevidos atuendos que a los funcionarios y políticos que se hicieron trajes a medida con dinero ajeno y siempre quisieron mantenerse dentro de los límites de lo convencional en el vestir y de lo liberal en lo económico. A lo mejor, en el futuro, alguien estudiará estos trajes y concluirá: los trajes pagados con dinero público no aportaban originalidad, sino la vulgaridad de hacerse rico tan sólo con el esfuerzo de desactivar la alarma antirrobo.

El robo y los políticos con sus continuos escándalos han convertido el mundo del cotilleo rosa en un dinosaurio. Las nuevas celebridades son los imputados. Y sus cuñados. Y sus esposas. Hace una semana no teníamos mucha idea de quién era David Marjaliza. Hoy es una estrella de la que todos hablan, un individuo con una feroz capacidad de medrar con subsidios y contratos públicos de toda esa zona de la sierra madrileña. Una zona muy bonita, pero para verla de lejos, porque vivir en ella, ¡madre mía!, es como si todos los de Falcon Crest y Tierra de Lobos se mezclaran en un Halloween sin fin.

Tan cierto como eso es que en los diferentes escándalos de corrupción descubrimos bastantes cosas en común. Un ejemplo: a los corruptos les chifla bautizar sus empresas de blanqueo y operaciones con alguna palabra en inglés. Las tarjetas de Bankia fueron black. La empresa recaudadora de Gürtel se llamaba Orange Market. Y ahora con la Operación Púnica surge Waiter Music. Literalmente traducido vendría a significar música de camarero.

Nunca se termina de conocer a ese compañero de partido que pueda terminar fastidiándolo todo con su inclinación a corromperse. “Son malas elecciones de personas”, como dicen en el PP. Ocurrió con Luis Bárcenas, ese hombre que fue ejemplar para su partido hasta que terminó aireando papeles y cajas B. Y volvió a pasar con “esa persona de la que usted me habla”, como le llama Rajoy al exministro Rodrigo Rato. Y ahora resulta que ese simpático señor de gafitas y pelo rizado, Francisco Granados, que lo fue casi todo en el Gobierno de Esperanza Aguirre, en realidad ocultaba un JR de armas tomar en esa nueva Dallas al sur de Madrid. Pobre Esperanza, en un rápido cálculo de oportunidades fue la primera en pedir perdón y manifestarse indignada ante las cámaras de televisión por lo que ocultaba Granados. Medio enredada y sin darse cuenta de que cuantas más cosas afloran, más en entredicho puede quedar su candidatura a la alcaldía de Madrid.

Dos días después, Rajoy pide perdón en el Senado. Pero pide sin dar explicaciones. Ese perdón del presidente recuerda el célebre vídeo de YouTube donde interrogan a una aspirante a Miss Venezuela sobre qué es más difícil, ¿pedir perdón o pedir permiso? La miss se hizo un lío. Ahora lo vemos, no es fácil pedir perdón, pero es igual de complicado pedir permiso. ¿Se puede pedir permiso para corromperse?

Ay, la corrupción. No respeta nada ni a nadie. Pasó con la inauguración del Salón del Autobús en el recinto ferial. Casi ninguno se dio cuenta de ello. No fue ni la alcaldesa. El autobús, como la radio, el cotilleo y las tapas son esenciales para nuestro país. Como lo son quienes toman el autobús que también financian los coches oficiales y el Jaguar de los corruptos. El único alivio es pensar que en ese salón se hayan mostrado nuevos modelos donde llevarse lejos a todos esos nuevos Golfos Apandadores, esos antisistema que están ahora imputados.

Seguramente no lo veremos, pero sí podemos desear que las celebridades vuelvan a ser felizmente las de siempre. En esta enredada semana, María Teresa Campos presentó su nuevo libro Amar, ¿para qué?, un título que coincide con el despertar del amor maduro en su autora. Ana Rosa Quintana le preguntó “si hacía cositas” con Bigotes, el sobrenombre con el que todos conocemos al nuevo novio de María Teresa. Campos asume estos encuentros con Quintana cual si fueran una partida de cartas entre Isabel I y María Estuardo. “Si te refieres a si es platónico, no, no es platónico. Practico lo que puedo, no me quejo”, zanjó para deleite de sus fans. El amor puede ser muchas cosas, es lo que propone Campos en su libro. Quizá personas como María Teresa podrían explicarnos en qué momento y cómo se torció tanto el país. Y si alguien pidió permiso para dejarlo como está ahora: sin perdón.

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