Cuando el 'selfie' no es suficiente
Las numerosas variaciones de la autofoto van de la playa al gimnasio y la granja, pasando por diferentes partes de nuestra anatomía
Es una de las grandes revoluciones de la fotografía digital y en 2013 el selfie se convirtió en la "palabra del año", según los diccionarios Oxford de lengua inglesa. Y ahí efectivamente se quedó, como recuerdo de lo mejor del año pasado. Porque en lo que llevamos de 2014, las redes nos han demostrado que el selfie por sí mismo ya no es suficiente y que a día de hoy resulta imperativo declinarlo hacia otros escenarios, a cual más insólito y quizá camino hacia su propio selficidio.
Las variaciones selfie no pasarán a la historia como ejemplo de exquisitez fotográfica, pero sí como paradigma de lo que da de sí el ego en las redes sociales. Después de intentar comprender las razones de los selfies, toca ahora desgranar las distintas desviaciones de sus bastardos.
Beardie
Término acuñado el 1 de mayo de este 2014 por un locutor de la emisora Teamrock, este vocablo se refiere al señor que se saca una foto de su barba y la exhibe con orgullo y satisfacción en cualquier red social. El beardie es la consecuencia lógica de una época en la que se entregan premios a las mejores barberías, Spotify acaba de crear una lista con las mejores canciones de artistas barbudos de la actualidad y durante 20 minutos parece que se estuvo a punto de ponerse de moda adornar con flores las barbas, en una tan obscena como perfecta intersección de dos imparables tendencias: el barbismo y la floristería masculina, que es donde los últimos recelos del hombre pre metrosexual van a morir. En el beardie se debe ver poca cara y mucho pelo. Como en el porno de los setenta.
Hairfie
Hairfie o helfie, ¿qué más da? La cuestión en lucir melena de anuncio o peinado imposible con el que presumir de peluquero en las redes sociales. El fenómeno tiene su origen en la imagen de Beyoncé y su peinado pixie dorado y aunque en esta tendencia las usuarias femeninas son legión, también encontramos valientes machos dispuestos a posar frente al espejo de su smartphone y ante el mundo entero. Tintes arcoriris, crestas aún demasiado tímidas y largos de ensueño se repiten ad eternum navegando por este hashtag que ha ayudado a muchas almas a saber qué tal les queda su nuevo look cuando ninguno de sus amigos contesta por el whatsup.
Welfie
Inmersos como estamos en el imperio de los guapos, cultivar el cuerpo se ha convertido en condición sine qua non para alimentar nuestra imagen social. ¿Qué mejor entonces que unir las horas que pasamos en el gimnasio con el tiempo empleado en las redes sociales? Para algo inventaron los espejos de la sala de máquinas, para que enseñes a tus contactos lo mucho que disfrutas en la cinta de correr. El welfie, acrónimo de working-out-selfie, busca ser inspiración para quién no puede disponer de enternador personal, pero no todos los que presumen de músculos en Instagram lucen tan perfectos y tan perfectas sudando como las chicas de Victoria's Secret, perpetradoras de esta etiqueta. Las pesas a veces no son el complemento adecuado.
Feetfie
El mejor lugar del mundo actualmente para un fetichista son las redes sociales, más aún si el oscuro objeto de deseo es un pie, o ambos. No importa si el hashtag por el que se mueve el voyeur sea footfie, feetfie o instafeet, sino la belleza de las extremidades que nos mantienen en contacto con la tierra. Más valor poseen aquellas imágenes de pies medio sumergidos en aguas cristalinas, fotografía recurrente en época vacacional que tanto sirve para presumir de destino de ensueño como para lucir pedicura realizada ad hoc, faltaría. Los tímidos que aún no se atreven a enseñar sus dedos como Dios los trajo al mundo son partidarios del shoefie, que cuenta a la vez con un buen número de encantados seguidores. Seccionado del cuerpo, independiente y protagonista de la imagen, el pie también sustenta nuestro ego.
Belfie
Los 90, al menos en sus inicios, fueron una década de costillas. Los primeros diez años de este siglo fueron para las tetas. Y esta segunda década es, sin duda, la de los culos. Desde el pizpireto pompis de Pippa Middleton hasta esa masa descomunal y hasta violenta que es el trasero de Kim Kardashian, pasando por ubicuos culos de Miley Cyrus, Lady Gaga y Rihanna o la madre de todas las posaderas, que no es otra que la masa cárnica sobre la que se sienta Jennifer Lopez, la jefa de todo esto. Su culo es a todo esto lo que los Beatles al pop. Así, el belfie, es un selfie que una (o uno) se saca de su propio trasero (más vale culo conocido…). Hay que manejar bien el escorzo, tener un espejo de ciertas dimensiones cerca y asegurarse de llevar ropa interior limpia o ropa de baño de esta temporada. En la imagen, Jen Selter, la reina en Instagram de las sentadillas.
Beachfie
La playa ha dejado de ser un paisaje físico para transformarse en una extensión de nuestra vida emocional. Atardeceres en playas edénicas, olas indómitas y fotografías de cuerpos serranos tostándose al sol conforman el ecosistema del afortunado y despreocupado beachfie (también beachie), otra de las etiquetas que vemos día sí día también en verano. Al amante de la playa y de los horizontes en tonos añiles se le suma el swimie, que alude tanto al que opta por la piscina como a quien lo único que pretende es presumir de bañador. Eso sí: el bullicio de Benidorm no esperéis encontrarlo por aquí.
Aftersex
Hay gente que es capaz de detectar la cara que pone un recién follado. Quien esto escribe, consciente de que el sexo es algo que le pasa a los demás, es incapaz de detectar ese rictus de ¿felicidad? ¿agotamiento? ¿epifanía? ¿hambre? ¿dolor de rodillas? ¿aún me dará tiempo de ver la segunda parte del partido? que se le supone a la cara de recién follado. Gracias a Dios que este año ha llegado a la red una simpática tendencia que es la de hacerse fotos después del coito. El selfie aftersex muestra a parejas de todas las inclinaciones sexuales después haber realizado el acto. Los hay con uno (o ambos) fumando, los hay con uno pensando "Dios, qué hecho", los hay con gente sonriente y los hay que son la más clara expresión de la bíblica tristeza post coitum. Pero si algo revelan casi todas las imágenes del aftersex selfie es que la gente tiene un gusto pésimo a la hora de comprar edredones y fundas de almohada.
Shelfie
Contaba esta primavera el Wall Street Journal que una tal Alice Gao había logrado 13791 ‘me gusta’ en Instagram gracias a una perfectamente compuesta imagen en la que aparecía un juego de té acompañado de unas flores de membrillo. Así es el mundo del shelfie, que no es más que una foto que uno saca de sus posesiones. Puede ser nostálgico (juguetes de la infancia en perfecta formación, fotos familiares enmarcadas, urnas con las cenizas del abuelo…), cultureta (estantes con libros, pilas de viejos NewYorkers en el suelo bajo una ventana austriaca que deja pasar los rayos de luz al atardecer) o directamente ñoño (cupcakes y cualquier cosa en colores pastel sobre una mesa de madera vintage, listos para una merienda en la que se discutirá sobre lo duro que es ser madre hoy o lo que se ha corrido esta mañana). La idea es, claro, crear un museo de uno mismo y exhibirlo en la red.
Dronie
Amazing Dronie of Climbers at The Summit of The Matterhorn #dronie pic.twitter.com/LBM05uWE96
— Dave Morin (@davemorin) June 7, 2014
El selfie high-tech y a control remoto: el dronie es el Al filo de lo imposible de la autofoto, la mejor herramienta para presumir de álbum vacacional. Aunque advertimos que para lograr un dronie tan espectacular como el de Dave Morin hay que saber manejar el aparato como un experto de la NSA. El término fue acuñado por Alexandra Dao comentando un video del empresario Amit Gupta y desde entonces los propietarios de drones, al acecho de cómo convertirse en la nueva sensación viral, están acaparando las redes con sus selfies: Vine, YouTube, Vimeo... Están por todas partes.
Felfie
Según la rigurosísima web Urban Dictionary (el New York Times o la RAE de los que, cuando se les acaba la batería del móvil, ni se les ocurre que un taxi se puede pedir levantando el brazo), el felfie es un selfie sacado en familia. Pero no. O sí. También lo es, pero el verdadero felfie proviene de farmers selfie, o sea, una autofotografía de granjeros y agricultores en su entorno vital. Un buen felfie debe contener en su encuadre, al menos, un ser humano y, como mínimo, un miembro de esa facción del reinoanimal que no sabe que no se cruzan los semáforos en rojo ni le prestaría nunca dinero, pero, para compensar, tampoco ha empezado jamás ninguna guerra. Vacas, caballos, asnos y cerdos (estos últimos tienden a confundirse que los humanos que los acompañan) son los más comunes protagonistas de estas instantáneas.Como estamos en los inicios de la tendencia, los resultados aún son simpáticos y folk. Espere unos meses y verá cómo la red se llena de modernos barbudos que acaban de practicar sexo enseñando su trasero junto a un galgo en una casa rural y sostenible que sirve cupcakes para desayunar y cobra 200 euros la noche por el placer de ordeñar cada mañana a unas vacas utilizando guantes de American Apparel.
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