Harry y la bomba de la paz digital
El príncipe sucumbe a una de las modas más populares de la Red: colarse en la foto donde los protagonistas son otros
El príncipe Enrique de Inglaterra hizo una mueca chistosa el pasado lunes por la noche cuando vio que tres hombres sentados unas filas delante de él en las gradas de un estadio de Glasgow se disponían a hacerse una foto y que él iba a salir de fondo. El gesto en sí no fue nada espectacular: de gente que sonríe con la boca abierta y los pulgares alzados está Internet lleno. Pero eso es porque lo importante de la estampa era lo simbólico y lo que simbolizaba era el final de una historia, cuyo argumento había enunciado el propio príncipe la semana pasada cuando se reunió con unos 60 gurús digitales en Londres. “Odio Twitter”, admitió entonces. Podría haber incluido al resto de Internet. Porque allí donde la relación de miembros de otras casas reales con redes sociales aburre, la de Enrique siempre se ha distinguido por problemática. Por las fotos filtradas, los chismorreos y los perfiles de Facebook que él daba por privados pero que eran de acceso público. Hasta que este lunes hizo esa mueca y todo cambió.
Posar en una foto en la que los protagonistas son otros es una de las modas más fuertes que hay hoy en la Red. La cosa se llama photobomb y empezó, como todo, con una broma: la cómica foto de tres mujeres en el mar sonriendo a cámara con un pez raya colgado de las espaldas. Al ojo humano, que no sabe que al pez lo puso ahí el fotógrafo, parece que el animal ha brotado del mar para abrazar a las tres mujeres sonriéndole de la forma pícara a la lente. A finales de 2012 la imagen se popularizó tanto que hacer photobombs se convirtió en el chiste privado de moda. En 2013 la práctica llegó a famosos enrrollados: Jennifer Lawrence, Bill Clinton, Bill Murray… Todos bombardearon fotos de famosos. Para cuando llegaron los Oscar de este año, la alfombra roja fue un concurso de photobombs de unos famosos a otros.
El 'selfie', la reina y yo. La semana pasada dos australianas subieron un selfie a Instagram. Salían ellas y, de fondo, la reina de Inglaterra. Mirada clavada en cámara, sonriendo quizás por presenciar la ridícula estampa que deja alguien haciéndose un autorretrato. Haciendo un photobomb, vamos. Accidental, pero photobomb. Elizabeth II había metido a la familia de Inglaterra en la cultura digital por accidente. Al poco, en Glasgow, Enrique vio su oportunidad. El primer guiño voluntario de su clan a las modas de la Red. Sonrió y alzó los pulgares. Internet era el enemigo y él no era rey, pero estaba paz la sellaba él.
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