Hillary Clinton intenta evitar que un lapsus “arruine” sus ambiciones políticas
Lamenta haber dicho que salió "completamente arruinada" de la Casa Blanca, pero sigue sin revelar si quiere regresar allí
Casi 600 páginas de intensas memorias políticas y detalles personales. Una gira promocional agotadora, pese a lo cual ha logrado no soltar ni una pista sobre lo que todos quieren saber-si será candidata presidencial en 2016-. Profusas opiniones sobre las últimas crisis mundiales, desde Rusia y Ucrania a Oriente Medio.
Pero, ¿qué es lo que sigue persiguiendo a Hillary Clinton a casi dos meses de lanzarse de gira promocional de sus memorias “Hard Choices” (Decisiones Difíciles), considerada por muchos como su trampolín presidencial?
Son apenas dos palabras, “dead broke” -completamente arruinada-, con las que describió en una entrevista en junio cómo abandonó la Casa Blanca al término del mandato de su esposo y presidente Bill Clinton (1993-2001).
Y es que viniendo de una persona que, al igual que su marido y expresidente cobra decenas, si no cientos de miles de dólares por conferencia -y da muchas- y que tiene un patrimonio valorado en millones -en plural- de dólares, el comentario ha sentado muy mal en un Estados Unidos que todavía trata de salir de la peor recesión vivida en más de una generación.
Un error más grave aún cuando se trata de una política demócrata con sospechadas aspiraciones presidenciales que busca que el estadounidense medio se identifique con una persona que hace décadas que no vive en el día a día de un ciudadano cualquiera.
Así que no es de extrañar que Hillary Clinton aproveche la oportunidad de entonar el mea culpa que le ha proporcionado el periodista de origen mexicano Jorge Ramos, quien la entrevistó para su programa en la cadena Fusion que se emitió la noche del martes, pero de la que ya había adelantado algunos extractos.
“Lo lamento, fue poco afortunado”, dijo Clinton a una pregunta del periodista, conocido por su estilo directo.
Según Clinton, la descripción de su situación financiera en ese principio de década fue “preciso”.
“Pero somos exitosos y estamos tan bendecidos por el éxito que hemos tenido, y mi marido ha trabajado de forma increíblemente dura”, justificó Clinton su salida del bache.
Consciente sin embargo de que sus declaraciones podrían quizás dar de nuevo pie a malinterpretaciones, la ex primera dama y ex secretaria de Estado se apresuró a subrayar que los esfuerzos de toda su familia se centran en “intentar crear más trampolines de oportunidad para más estadounidenses”.
“No me preocupa mi familia, me preocupan otras familias en el país que sienten que están yendo hacia atrás”, insistió la que muchos consideran una candidata demócrata segura para 2016. Una insistencia comprensible en vista de que muchas carreras políticas se han visto arruinadas en EE UU por un despiste, un comentario banal o incluso por uno sincero.
En la memoria electoral estadounidense todavía está muy presente la pregunta que se considera selló el destino del candidato presidencial demócrata en 1988, Michael Dukakis. En el último debate presidencial, el periodista Bernard Shaw le hizo una pregunta inesperada: “¿Si Kitty (su esposa) fuera violada y asesinada, apoyaría de forma irrevocable la pena de muerte para el responsable?”
Dukakis, que no había ocultado nunca su oposición a la pena capital, respondió conforme a su conciencia. Más que la respuesta en sí, fue según analistas -y tanto la pregunta como la respuesta de Dukakis son ya un clásico recordado en la antesala de casi cada debate electoral- el tono del candidato demócrata, “frío” frente a una cuestión tan personal y grave, el que consolidó su derrota en las urnas frente al republicano George H. Bush.
En la memoria de Hillary Clinton debería resonar además otro caso más reciente aún: el famoso “47 por ciento” que se considera dio el toque de gracia al candidato republicano de 2012, Mitt Romney.
El exgobernador y exitoso empresario fue grabado poco antes de las elecciones hablando en un evento privado ante ricos donantes de forma despectiva del “47 por ciento de los estadounidenses” que dijo de todos modos votarían por su rival Barack Obama porque dependen de las ayudas del gobierno. Sus palabras -reproducidas por la revista progresista Mother Jones- causaron fuerte indignación, sobre todo porque venían de un multimillonario al que ya se cuestionaba su contacto con el ciudadano de a pie, una sospecha que ahora Clinton trata de alejar de sí.
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