Alerta sanitaria
El uso incorrecto de los antibióticos puede dejarnos sin el arma que salva más vidas
El descubrimiento de la penicilina marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, porque el desarrollo de los antibióticos permitió controlar una de las principales causas de mortalidad: las infecciones. Pero el mal uso de estos medicamentos puede dejarnos sin esta poderosa herramienta. Las autoridades sanitarias advierten desde hace tiempo sobre el incremento de resistencias bacterianas por el uso inadecuado de los antibióticos, bien por tomarlos para patologías en las que no están indicados, bien por no terminar los tratamientos prescritos por el médico. Ahora, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanza una alerta mundial sobre la proliferación de cepas bacterianas resistentes a uno o varios de los antibióticos disponibles, incluidos los más avanzados, y recomienda revisar a fondo la forma en que se producen, prescriben y utilizan estos fármacos.
La aparición de resistencias a los tratamientos es un fenómeno natural, pues las bacterias y los microorganismos que causan las infecciones y otras enfermedades, como la tuberculosis, se defienden de la agresión que suponen para ellos los fármacos que los combaten. Mutan y generan resistencias, con la consecuencia de que dejan de ser efectivos. Las primeras resistencias aparecieron en los hospitales, donde se encuentran los mayores nidos bacterianos, pero en los últimos años se ha comprobado que las infecciones por bacterias resistentes se dan también fuera del hospital. Los datos recabados por la OMS sobre las siete infecciones más frecuentes han permitido constatar la presencia de bacterias resistentes en todas las zonas del mundo, con especial incidencia en los países más pobres, donde la malnutrición se convierte en un poderoso aliado de los agentes patógenos. En los países ricos, las personas inmunodeprimidas y los ancianos son los grupos más vulnerables.
Es preciso reforzar las medidas destinadas a controlar la prescripción médica de esos fármacos, impedir la automedicación y sancionar a las farmacias que los despachan sin receta. Los ciudadanos han de ser conscientes de que las resistencias bacterianas avanzan más deprisa que la investigación para obtener nuevos y más eficaces antibióticos por lo que, si no colaboran, nosotros mismos, nuestros hijos y nuestros nietos podemos morir por las mismas enfermedades comunes —neumonía, infección de orina, tuberculosis— por las que fallecían nuestros bisabuelos.
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