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ENTREVISTA

“Respetar los derechos humanos tiene un coste; no hacerlo, más aún”

Michael Addo, del grupo de trabajo de la ONU para empresas, aboga introducir cambios en las compañías a base de consenso, diálogo y concienciación

Pablo Linde
Michael Addo, del grupo de trabajo de la ONU para empresas y derechos humanos.
Michael Addo, del grupo de trabajo de la ONU para empresas y derechos humanos.

Lo primero que Michael Addo hace, tras saludar al entrevistador, es entregarle un pequeño librito con los Principios rectores sobre empresas y Derechos Humanos, publicado por el grupo de trabajo del que forma parte en la ONU. Es la base de todo su discurso y el modelo que propone la organización para que los negocios sean sostenibles social y medioambientalmente; un pequeño tratado de 35 páginas que ofrece recomendaciones tanto a los Estados, para que velen por las libertades de los trabajadores, como a las empresas, para que respeten los derechos de los empleados y los entornos en los que se asientan. Un año después de la tragedia del Rana Plaza, una fábrica textil de Bangladesh donde murieron 1.130 trabajadores, ha estado en Madrid participando en un encuentro sobre el Derechos Humanos y empresa.

Pregunta. ¿Cuáles son sus principales conclusiones tras estos tres años trabajando en el grupo de la ONU?

Respuesta. Pensamos que hay un acuerdo general y un compromiso de cambio, tanto entre las empresas como entre los gobiernos. La segunda conclusión es que debemos intentar un entendimiento común de los principios que guíen a las empresas en el ámbito de los derechos humanos.

P. ¿Más allá de compromisos, han logrado algo de lo que estén orgullosos?

R. Sí, estamos muy orgullosos de hacer a la gente consciente de los principios en todas las regiones del mundo. El programa de concienciación ha sido un éxito. Ahora tenemos que avanzar hacia una estrategia para hacer realidad estos principios, para que cada país tenga un programa que los implante. En foros como los que hacemos en Ginebra o Medellín acuden empresas y víctimas [de tragedias como vertidos petrolíferos, por ejemplo], participan juntas, charlan, algo que sería imposible sin estos encuentros. En este sentido, uno de los éxitos de nuestro grupo es servir de vehículo para que dialoguen. También pensamos que muchas compañías han empezado a implementar políticas, y no siempre son las que están en el punto de mira por asuntos relacionados con Derechos Humanos, también otras que no tienen tanta presión.

P. ¿Cumplir con los Derechos Humanos puede ser un beneficio para la empresa desde el punto de vista económico, no solo para mejorar su imagen?

R. Sí, hay estudios que lo demuestran. Implementar estas políticas tiene un coste, pero el de quedarse parados es aun mayor. Puede suponer un gasto del 80% más. Y tiene sentido, porque los principios rectores tienen que ver con la prevención. Si hacen auditorías internas, identificando riesgos y evitándolos, ahorrarán dinero. Para su reputación también es importante, porque el público demanda cada vez más un respeto por los derechos humanos en las empresas.

P. ¿Cree que la gente en la calle realmente se preocupa por estos asuntos a la hora de consumir?

R. Todos hemos de hacer más, incluida la prensa y los gobiernos, para que la gente se conciencie. Porque lo normal es que si das a elegir entre dos opciones se vayan a la más económica sin preguntarse por qué lo que compran es más barato. Creo que si damos más información a la ciudadanía se pueden cambiar conductas; es algo que ya muchos están adoptando.

P. ¿Cómo se consigue?

R. Es un proceso triangular: con las empresas, para que adopten los principios rectores; con los gobiernos, para que presionen sobre el cumplimiento de los Derechos Humanos y con la gente, para que sea más consciente.

P. Estará tres años más trabajando en el equipo de la ONU, ¿qué le gustaría ver cumplido antes de marcharse?

R. Que los países implantasen sus planes de cumplimiento de Derechos Humanos en las empresas; y que las compañías adoptasen los principios de la ONU para prevenir desastres. Y esperamos concienciar a los países y las compañías de que todo lo que mejoran en un país tiene impacto en otro y que el cumplimiento de derechos en uno beneficia a los demás.

P. ¿Qué le parece la directiva europea sobre divulgación de información no financiera para empresas como medida para mejorar la transparencia? ¿Es suficiente?

R. Suficiente querría decir que estamos al final del camino, cuando realmente lo estamos iniciando. Pienso que es una muy buena iniciativa, pero me gustaría ver a la UE llegando más allá.

P. Teniendo en cuenta que no obliga a nada, no hay sanciones ni inspecciones, ¿no falta valentía?

R. Le sorprendería el esfuerzo que se ha realizado para conseguir lo firmado. Se ha abierto un camino y creo que, dadas las circunstancias, es un éxito.

P. ¿Cuáles son los próximos pasos en este camino?

R. Desde la ONU no somos los que debemos decir cuáles son los próximos pasos. Han dado uno importante y, mientras no se detengan, mientras sigan mejorando, será una buena señal.

P. ¿Cuáles son los sectores más y menos respetuosos con los Derechos Humanos?

R. Nosotros no lo miramos de esa forma. Creemos que todos deberían respetarlos. Hay algunos sectores que tienen un impacto más directo, como el extractivo, al que se le exige mucho cuidado. Pero no quiere decir que uno lo haga mejor que otro.

P. Ha pasado un año de la tragedia del Rana Plaza, ¿qué ha cambiado desde entonces en el sector textil?

R. Muchas empresas han incorporado algunas recomendaciones de los principios rectores sobre auditorías a las empresas. Hay una historia interesante: en el inmueble había un cartel que advertía de que no era un edificio seguro. Si las empresas hubiesen seguido los principios y hubiesen investigado a sus subcontratas habrían detectado esto fácilmente. La lección del Rana Plaza es que hay que asumir responsabilidades sobre lo que sucede en tu cadena de producción. También han mejorado cosas en lo que se refiere a horas extra y sueldos, así que es una tragedia de la que se pueden extraer cosas positivas.

P. Los sueldos y las horas extra son una de las grandes asignaturas pendientes de la industria textil, según reconocía a este periódico la responsable de sostenibilidad e H&M. ¿Cree que sigue habiendo esclavitud en las fábricas de ropa?

R. No en el sentido tradicional de la palabra. Pero hay nuevas formas de esclavitud. A pesar de ello, pensamos que ninguna compañía permitiría esta situación si fuesen conscientes de que sucede. Es más un problema de falta de conocimiento o de conexión con las fábricas. Tendrían que preguntarse por qué son tan baratos sus proveedores y poner remedios.

P. ¿Las grandes empresas no podrían hacer más para cambiar estas condiciones?

R. Quizás no pueden forzar a sus proveedores a nada, pero sí pueden hacerles entender lo que está bien. Pero esto se complica cuando las compañías trabajan en países con altos grados de corrupción, donde no hay un marco legal adecuado. Ahí es donde los gobiernos tienen que tomar partido. Las empresas quizá no puedan influir directamente en los Estados, pero sí dirigirse a los suyos, a sus embajadores, para que hagan presión internacional a los países donde están asentadas.

P. ¿Qué debería ser obligatorio para las empresas en términos de Derechos Humanos y transparencia?

R. Depende mucho de cada país. Pero en ocasiones, mejor que hacer cosas obligatorias es intentar aplicar los principios y promover que las empresas se sumen. Muchas veces irán más allá de lo que una norma puede establecer. Porque si impones medidas, a lo mejor te encuentras con que los departamentos legales de las empresas las paran. Si las van adoptando de forma flexible, a la velocidad que cada una sea capaz de asumir, puede resultar más beneficioso. Las compañías se tienen que dar cuenta de que obtener beneficios está bien, pero no todos son aceptables.

P. ¿Deberían los gobiernos tener un papel más activo en la supervisión de los Derechos Humanos de sus empresas?

R. En el Reino Unido de hecho están haciéndolo…

P. Quizás en el Reino Unido no sea un problema tan acuciante. ¿Qué hay de países como Bangladesh, Camboya, China?

R. Ah, de acuerdo. Esa es una pregunta más difícil. Si la pregunta es si debería existir la supervisión, mi respuesta es sí. Si es, ¿la están haciendo? No lo sé. Pero es una buena práctica que deberían seguir.

P. Ha hablado del papel de los Gobiernos, de los ciudadanos y de las empresas. ¿Qué deberían hacer las ONG?

R. Las ONG normalmente exigen y denuncian a las empresas. Este es un papel importante. Pero más allá de acusar, también podrían tener un rol educativo. Antes de publicar una denuncia, podrían prensetársela a las compañías para que cambien las cosas. No tienen por qué ser enemigas, podrían asesorarlas en lo que está bien en lugar de tratar de avergonzarlas. Ese sería un método más positivo de mejorar y menos agresivo.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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