Deuda pública = PIB
La austeridad trae a la vez tasas de crecimiento muy cortas y un mayor endeudamiento público
Si la política de austeridad, que es la marca de la Unión Europea en los últimos años, trata de corregir el enorme endeudamiento (público o privado) que dio lugar a los actuales problemas económicos, ¿cómo se explica la aparente paradoja de que a medida que avanzan los sacrificios presupuestarios y del bienestar de la gente aumente más aún la deuda pública?
Los últimos datos son inequívocos. Al finalizar el pasado mes de febrero, las distintas Administraciones públicas acumulaban una deuda casi similar a todo lo que produce un país como España en un año entero: el 95,6% de su producto interior bruto (PIB), 987.000 millones de euros. Y siendo tan significativa la cifra global, más lo es el extraordinario ritmo de crecimiento. Desde que se inició la crisis económica en 2007, su gestión ha supuesto que la deuda pública se incremente nada menos que en 56,5 puntos porcentuales (desde el 37% del PIB).
La UE ha hecho que los países del Sur paguen unos intereses por las emisiones de deuda y los créditos muy superiores a los países del Norte
¿Se acuerdan de aquel criterio del Tratado de Maastricht que decía que para formar parte del club del euro no se debía superar el 60% de PIB de deuda pública? Todo el mundo subraya el porcentaje de déficit máximo —el 3%—, pero no se invoca con el mismo énfasis el de la deuda pública, a pesar de que es dinero que habrán de pagar las generaciones futuras (que, en buena parte, o no tienen empleo, o lo tienen con salarios misérrimos, como consecuencia de esa política de austeridad).
La austeridad, esa especie de devaluación continua de salarios, precios y gastos públicos, no consigue su principal objetivo, sino todo lo contrario. Las enormes restricciones presupuestarias y los incrementos de impuestos han bajado un poco el porcentaje de déficit público, pero han lanzado hacia delante las deudas que se han de pagar.
¿Por qué? Porque se ha socializado parte de la deuda privada y se ha convertido en pública (las ayudas a la banca y los déficit sobrevenidos), porque se han reducido espectacularmente los ingresos de un Estado cada vez más anémico, o porque la fragmentación de la UE ha hecho que los países del Sur paguen unos intereses (la célebre prima de riesgo) por las emisiones de deuda y los créditos muy superiores a los países del Norte. A pesar de los esfuerzos de consolidación fiscal, la deuda pública sigue subiendo.
Además, para pagar sus obligaciones y financiar los Estados de bienestar, los Gobiernos de la UE —en una tendencia más bien global— han ido sustituyendo impuestos por apelación a los mercados. Se han reducido los impuestos al capital y a los más favorecidos a cambio de deuda pública que ha de pagar toda la sociedad. Cuando se estudien las series históricas, probablemente se podrá concluir que la política de austeridad ha sido un procedimiento administrativo —es decir, al margen del mercado— para conseguir una distribución negativa de los esfuerzos de la sociedad. Una política que ha sido contractiva en términos de crecimiento y expansiva en los de endeudamiento público.
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