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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

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El mundo se ha puesto patas arriba por un invento que solo tiene 25 años

MARCOS BALFAGÓN

"Propuesta vaga, pero emocionante”; con esta versión científica del “progresa adecuadamente”, Tim Berners-Lee tuvo el plácet para crear hace 25 años la Gran Araña, la World Wide Web, el sistema de comunicación hoy básico para 3.000 millones de personas, casi la mitad de la humanidad. Decir que nos comunicamos es poco; existimos con, para, en, entre, contra Internet. La vida de media humanidad gira en torno al sistema de conexión de la World Wide Web, y la otra media la necesita como un bien básico, como la electricidad o el agua corriente (de la que disfrutan menos personas que de Internet).

En este aniversario, su cofundador británico —sin olvidar al belga Robert Cailliau— ha alertado de los peligros que se ciernen sobre esta autopista de la información, un sistema demasiado poderoso como para que Gobiernos, dictatoriales y democráticos, no caigan en la tentación de hacerse con su control.

Berners-Lee propone a Naciones Unidas que Internet se incluya en la Carta de los Derechos Humanos. El creador de Facebook, Mark Zuckerberg, se ha adjudicado la misión de que la WWW llegue a cada rincón del planeta; Bill Gates, creador de Microsoft, prefiere que le llegue agua y comida, aunque el fundador de Facebook cree que con Internet conseguirían antes los alimentos básicos.

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La red de ordenadores de Internet más el protocolo de transferencia de archivos, el world wide web inventado en un despacho del CERN en Suiza, han creado un nuevo mundo, una nueva economía, una nueva forma de relacionarnos y de medirnos las distancias y los tiempos; a costa, sin duda, de desbaratar lo establecido y sin tiempo para asimilarlo.

Un cuarto de siglo de la World Wide Web y el mundo se ha puesto patas arriba. Con razón se decía que los años de Internet son como los de los perros, equivalen a siete. Es decir, que han pasado 175 años. Así se entiende mejor esta compresión inaudita de la historia y de la economía. Pero si se mira bien, esta revolución de revoluciones que ha supuesto Internet no es tan innovadora. Finalmente todo, maldiciones y bendiciones, nos sigue llegando, misteriosamente, desde el cielo.

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