Renzi echa a Letta
La lucha por el poder en el centroizquierda italiano se salda con la dimisión del primer ministro
Acorralado por su propio partido centroizquierdista, el primer ministro italiano presenta hoy su dimisión, tras 10 meses en el cargo. La defenestración de Enrico Letta estaba sellada desde el momento en que su rival y correligionario Matteo Renzi, estrella ascendente del Partido Democrático, anunciara ayer en la reunión extraordinaria de la dirección que dejaba de apoyar al débil Gobierno de coalición. Los italianos, que según los sondeos no querían este desenlace, asisten perplejos a las vísperas de un nuevo cambio de Gobierno, el tercero en que su timonel tampoco tendrá el respaldo de las urnas. El presidente Napolitano ha descartado nuevas elecciones con las anquilosadas herramientas constitucionales actuales.
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El desenlace de esta lucha por el poder en el partido gobernante se ha precipitado después de que el primer ministro se negara a dimitir en su tenso encuentro del miércoles con Renzi. Anunció que pelearía, pero los hechos han desmentido a Letta, un moderado de perfil discreto, aislado en su autodestructivo partido, pero también en la coalición gubernamental y falto del empuje necesario para cambiar la degradada realidad italiana. El programa de renovación política y económica que presentó in extremis ese mismo día es ya papel mojado.
Desde su victoria rotunda en las primarias del Partido Democrático, en diciembre, en volandas de su halo reformista y sus procedimientos expeditivos, Renzi no ha escondido su ambición de quitar de en medio a Letta, al que juzgaba incapaz de sacar a Italia de su gravísima recesión. El país transalpino, que se ha encogido económicamente un 10% desde 2008, soporta una gigantesca deuda pública y un desmesurado paro juvenil. Pero el alcalde de Florencia, que nunca ha afrontado unas elecciones parlamentarias y cuya experiencia se confina al ámbito local, va a encontrarse con obstáculos formidables.
Renzi controla la nueva dirección de su dividido partido, pero no a muchos de los diputados que ganaron su escaño el año pasado. El líder centroizquierdista no solo tiene que afianzar su credibilidad pública ante quienes le recuerdan ya sus tajantes declaraciones, desmentidas por los hechos, sobre la pureza de sus procedimientos políticos. Al frente del próximo Gobierno de Italia, Renzi, carente de la legitimidad popular que otorgan las urnas, se va a encontrar con los enquistados problemas de un sistema político y económico esclerotizado, en el que persisten enormes resistencias al cambio en la Administración, los sindicatos, los Gobiernos locales o los cotos profesionales.
Y está por verse el alcance de su reciente y todavía impreciso pacto con Silvio Berlusconi, cuyos riesgos son obvios, pero cuyos votos necesita en el Parlamento para sacar adelante reformas constitucionales cruciales. Un Berlusconi que todavía cuenta, encantado con que Renzi llegue también al poder por la puerta falsa y heredando la misma endeble coalición que ha segado la hierba bajo los pies de Letta.
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