El Parlamento británico pide a la reina que se apriete el cinturón
Las reservas financieras de la casa real han bajado 40 millones de euros desde 2001 La comisión de cuentas reprocha a Isabel II el maltrecho mantenimiento de sus residencias y le recomienda rentabilizar el patrimonio
El palacio de Buckingham, sede oficial de la reina de Inglaterra en Londres solo abierta al público dos meses del verano, debería ser accesible a los turistas siempre que Isabel II no resida en sus instalaciones, con el objetivo de recaudar más. Esa es una de las recomendaciones de la comisión de cuentas del Parlamento británico, que ha criticado el estado de las finanzas del presupuesto real, el maltrecho mantenimiento de las residencias de la monarca y, por encima de todo, su incapacidad para apretarse el cinturón.
En una democracia como la británica nadie se rasga las vestiduras porque un grupo de diputados llame la atención a la mismísima soberana sobre el estado de las cuentas de la casa real o le reproche que los palacios, castillos y tres centenares y medio de residencias bajo su insignia estén “desmoronándose”. Son edificios del patrimonio público cuyo mantenimiento sufraga el contribuyente a través de los 31 millones de libras (38 millones de euros) anuales que recibe la reina.
La reprimenda de la comisión, presidida por la laborista Margaret Hodge, apunta a los gestores de la casa real y al departamento del Tesoro, a quienes reprocha haber conseguido un “ahorro eficiente” de tan solo el 5% en los últimos cinco años, cuando muchos ministerios han reducido su gasto en casi un tercio del presupuesto. Aunque admite que “el palacio vive de forma precaria desde hace un tiempo”, Hodge y sus colegas consideran que hay margen para rentabilizar ese impresionante patrimonio, que en el caso del palacio de Buckingham solo recibe medio millón de visitas anuales por el tiempo limitado de su apertura al público: 10 meses al año el turista se conforma con contemplar desde el exterior el famoso cambio de la guardia real.
Una de las principales inquietudes de los parlamentarios es el deprimente estado de algunas de las sedes de la monarca. Las viejas calderas de Buckingham se traducen en una factura anual de 774.000 libras, mientras la urgente necesidad de reparaciones en el castillo de Windsor ha obligado en ocasiones a sus empleados a recoger el agua de las goteras en cubos para que no dañe las obras de arte y antigüedades desplegadas. Ante esa situación, la casa real ha debido recurrir a sus reservas financieras, hasta tal punto que el pasado 31 de marzo rozaban un “mínimo histórico” de un millón de libras (1,2 millones de euros), frente a los 35 millones que engrosaban el fondo en 2001.
Los asesores de palacio han replicado que las cuentas de la reina son más escrutables que nunca desde que hace dos años se modificó su sistema de financiación, sustituyendo las distintas partidas de los presupuestos generales por la llamada Sovereign Grant, que se nutre del 15% de los beneficios generados por el patrimonio de la corona (propiedades inmobiliarias, inmuebles…). Pero eso no significa que estas cuadren: en el ejercicio 2012-2013 las precarias reservas financieras tuvieron que cubrir un déficit de 2,3 millones de libras. Permitir tal situación no es el mejor modo de servir a Isabel II por parte de los responsables de sus finanzas, ha apostillado Hodge. Quizá a la soberana no le entusiasme la idea, pero la hipotética apertura de Buckingham durante todas las estaciones sería una noticia muy bien recibida por la legión de turistas que recala en Londres.
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