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Si hay miedo, no hay talento

Los recursos más importantes de una empresa ya no se pueden tocar (al menos sin correr el riesgo de sufrir una denuncia por acoso sexual), según los gurús Jonas Ridderstråle y Kjell Nordström. Pero no siempre ha sido así. Antes el poder estaba en el capital, la maquinaria o los recursos naturales, fundamentalmente. En ese entorno, el miedo era el modelo clásico de gestión de las compañías. Y era efectivo, no le quitemos su mérito. Cuando el mercado era estable y los clientes estaban cautivos, los empleados podían actuar como autómatas. Las personas se mimetizaban con la cadena de montaje o los mostradores. Y no es de extrañar que Henry Ford en la década de los treinta se lamentara que su principal problema consistía en que cada vez que pedía un par de brazos le vinieran con cerebro. No hacía falta pensar… y parecía que funcionaba bien.

Sin embargo, la competencia ha saltado al ruedo y nuestros cerebros han tomado la alternativa (y máxime en tiempos de crisis donde no se puede perder un cliente). La fuerza muscular, tan anhelada antaño, pasa a un segundo plano. La materia gris ha ganado. Y se busca y se desea en todos los puestos de la organización. Su objetivo es sencillo: salvar con éxito los momentos de la verdad, como diría Jan Carlzon. Atención personalizada, una azafata con sonrisa Profidén que nos ayuda amablemente a colocar el equipaje... Son imágenes que la publicidad nos vende y que, sin embargo, viven su momento de la verdad cuando, sentados en el avión, pulsamos el botón de llamada y la azafata o el sobrecargo nos atiende. Aunque la estrategia de la compañía haya sido maravillosamente bien definida en los grandes despachos, su momento de la verdad se vive en la interacción con los profesionales de la empresa. Y para que los trabajadores desempeñen de manera óptima su trabajo, se les pide compromiso, capacidad de tomar decisiones y más ilusión que miedo. Sin embargo y a pesar de ello, todavía hoy el temor se sigue empleando en muchas organizaciones.

El 51 por ciento de los directivos reconocen que en su empresa se fomenta el miedo para lograr los objetivos. Es el resultado de una muestra realizada sobre 185 mandos medios y directivos. En ese mismo estudio se observa “casualmente” que las organizaciones que se centran en el potencial de los profesionales dejan el miedo fuera de juego. Y, lo más interesante, las empresas basadas en el talento obtienen los resultados esperados de los empleados. Es lógico. La parte del cerebro que se activa cuando somos creativos o disfrutamos con nuestro trabajo es distinta a la que lo hace cuando tenemos miedo. Lo mismo nos sucede como personas. Podemos optar por las oscuridades del miedo o luchar por desarrollar nuestro potencial y desafiar nuestros límites. Podemos anclarnos en nuestras inseguridades o intentar superarlas. Y todos podemos elegir. Existen personas y organizaciones que lo llevan a la práctica a las mil maravillas.

Los líderes y las organizaciones tienen ante sí el desafío de evitar el miedo de sus equipos. Aunque haya sido el modelo clásico, los éxitos del pasado no garantizan los del futuro. Así quedó evidenciado en el estudio que realizó Raj Sisodia, Jag Sheth y David Wolfe sobre el estilo de dirección y los resultados financieros en 60 organizaciones punteras estadounidenses. Aquellas empresas dirigidas por directores generales que inspiran respeto, lealtad e incluso cariño, más que miedo, según los autores, habían incrementado sus resultados en los últimos diez años un 758 por ciento, frente al 128 por ciento que aumentaron como media las principales 500 empresas estadounidenses. Los mejores líderes tienen, además, un punto en común, profundidad al cubo: tienen un profundo conocimiento de la persona, un profundo conocimiento de sus puntos débiles y fuertes e inspiran una profunda confianza. Y los colaboradores quieren seguirlos no sólo por una decisión racional, sino también emocional. Un último dato: sólo el 36 por ciento de los profesionales aseguran poner en práctica todo su potencial en las empresas. ¿Se imagina los resultados de los equipos y de nosotros mismos si el ratio se acercara al 100 por ciento?

Basado en Jericó, Pilar (2006): NoMiedo, Alienta

Fotograma: Tiempos Modernos (1935)

Comentarios

Pues yo creo que el miedo te hace ser prudente y eso a veces te puede salvar de fracasar http://xurl.es/9ik46
Estamos ante la típica política de recursos humanos en España. El miedo no es sinónimo de prudencia todo lo contrario es sinónimo de la falta de creencia en uno mismo.Aprender implica a veces arriesgar .El trabajo nunca debe ser una funcijon autómata todo lo contrario cada día debe ser un desafío,
el miedo paraliza, y nos hace a veces actuar mal, es una pasión pero debe ser gobernada por la recta razón para evitar algún mal, que a futuro puede hacernos mas mal, pero no nos debe paralizar para hacer algún bien, y en este caso particular del articulo, el saber reconocer nuestros derecho y deberes como trabajador, y que somos personas libre e independiente para obrar el bien.
El principio del miedo es lo que utilizan los gobiernos.... http://adf.ly/4hVPL
Es muy cierto, que se piden brazos sin cerebro para ejercer en las empresas, porque así se aseguran los gestores que nadie incordie con preguntas.Y menos con iniciativas que descabalguen los diseños de la jerarquía y peor aun, que les haga quedar mal.Deslucidos, o incompetentes ante la demanda del momento.Desde la sabia costumbre de culpar de los errores a los subalternos que no se enteran, y se les puede llamar inútiles con la boca llena justificando la pifia y el gasto, que les es garantía y parapeto.Diferente a cuando saben los subalternos plantear con limpieza opciones que superan las ideas del jefe.Entonces empiezan los problemas.Para el empleado brillante.Hoy se asienta más que nunca esa teoría, lo rentable de la mediocridad sostenida a ultranza con cargo a los gastos generales, y tutelada desde pedestales inamovibles.Mientras no nos vengan de afuera a dejarnos obsoletos produciendo más y a mejor precio.Aprovechando las ideas de los empleados, y sacándole provecho y rendimiento por el salario.Rentables y al día.Utilizando la cabeza propia y la de los demás.
Bermúdez, cuanta verdad deciste! La única dignidad para el empleado de cualquer empresa es tener participacion en los lucros. No hay otra manera de ser creativo, participativo, leal. ..
Gracias por las aportaciones. Andrea, hay dos tipos de miedo: el sano o prudente; o el tóxico y que paraliza. Cuando se usa, se convierte en tóxico, de ahí el daño que realiza.Daniel, totalmente de acuerdo. Si hay un exceso de miedo, las personas no arriesgan. Se paralizan y no hay avance.Me temo que sí, Iman, al igual que algunas religiones….Bermúdez, en la búsqueda de la mediocridad, la empresa pierde un talento. Y no creo que como país o sociedad tenga sentido perder dicho capital.Y Venecia, hay más modos que no solo implicarles en los lucros (que por supuesto, funciona). El ambiente de trabajo y el liderazgo son claves para que uno dé lo mejor de sí mismo.

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