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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Protestas a analizar

Burgos y Melilla han protagonizado virulentas manifestaciones este fin de semana que no tienen una explicación sencilla

SOLEDAD CALÉS

Al margen de la gran manifestación del País Vasco por los presos etarras, que tiene unas connotaciones políticas bien definidas, España ha registrado este fin de semana dos protestas callejeras que se han destacado por su especial virulencia. La primera tuvo lugar el viernes en Melilla y las razones son concretas: la publicación de la lista de vecinos que podrán acceder a los empleos de seis meses que ofrecen la Delegación del Gobierno y el Ayuntamiento.

No es la primera vez que ocurre. En realidad, las algaradas han empezado a ser ya habituales. Es imposible que las listas de los elegidos puedan dar satisfacción a todos los que buscan un empleo en una ciudad que registra una de las tasas de paro (41,20%) más altas de España, muy por encima de la media (25,98%). Lo que sorprende es la escalada de violencia. Porque si en otras protestas ha habido barricadas, esta vez los manifestantes han utilizado escopetas de perdigones y de postas, como mínimo, pues la policía ha encontrado una bala del calibre 22.

Los vecinos alegan que la gente anda alborotada porque no tiene trabajo y, por tanto, futuro. Es una explicación, pero no puede ser la única. Hay provincias andaluzas donde la tasa de paro es aún mayor y la gente no sale a la calle con escopetas por un trabajo temporal y mileurista.

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Harían bien los estamentos públicos melillenses en analizar si hay otras causas que tienen sublevado al personal. No vaya a ser que sean sus propias listas —y no solo el paro— las que soliviantan. De la misma manera, las autoridades burgalesas tienen una tarea similar. Porque la misma noche decenas de manifestantes la emprendieron contra la policía y destrozaron abundante mobiliario urbano.

El inicio de la manifestación fue la transformación de una calle, pero luego un grupo de exaltados reventó la protesta. Aquí las razones son más difusas. Una de ellas no puede ser la precariedad laboral en una ciudad cuya tasa de paro está por debajo de la media (19,11%) y cuesta pensar que los vecinos estén tan sensibilizados con el urbanismo; sobre todo teniendo en cuenta los destrozos. Quizá el denomidor común sea ese que una vecina apuntaba ayer: “Estamos hartos y no nos escuchan”.

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