Todos felices con un dibujo
La gente ha arrancado los carteles de Paula Bonet para llevárselos
Cuál sería el sueño existencial de un artista con ansia de perdurar? Que la gente busque sus obras desesperadamente y las ame desesperadamente. Algo de eso ha podido experimentar la ilustradora Paula Bonet (Vila-real, 1980), a la que los promotores de la La Cabina encargaron el cartel de difusión del festival de cine de mediometrajes que se celebra en Valencia entre el 8 y el 17 de noviembre. Tan bueno era el cartel del anuncio que de los 3.000 que se editaron y se repartieron por toda la ciudad, ya no queda rastro.
La gente los ha arrancado para llevárselos, lo que ha dado lugar a una curiosa e interesante paradoja: tanto éxito ha tenido la forma en que se ha vehiculado el mensaje, que el mensaje mismo ha desaparecido. La Cabina se ha quedado sin su publicidad, algo que Paula Bonet trata de compensar hablando todo lo que puede del festival. Pero la noticia de la desaparición de los carteles, en estos tiempos de derrumbes culturales, es un hecho tan insólito que la propia noticia sobre la desaparición de los carteles ha terminado convirtiéndose e una excelente e inesperada campaña del festival.
Al final, todos contentos: la artista, que ya tiene 100.000 seguidores en Facebook, ha podido notar el calorcillo del éxito y afianzar aún más su fama como ilustradora; y el propio festival que, visto el éxito de la primera edición, está considerando volver a llenar la ciudad de carteles, aún a riesgo de que duren cinco minutos. Así es el mundo de la comunicación: un bucle permanente en el que, como decía Umberto Eco, toda obra se alimenta de muchas otras obras. El cartel que tanto ha gustado muestra la cabeza de una atractiva muchacha tocada con el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas.
La obra de Bonet está plagada de ninfas delicadas, sensuales y tiernas, que se confunden con la naturaleza en una representación a veces onírica, a veces realista. Pero la clave de su popularidad no parece radicar solo en la belleza plástica, sino en la capacidad de representar un mundo en que los sentimientos afloran con fuerza y naturalidad, en un sutil juego de metáforas, líneas y colores. Como se ve en Llorar a mares y que se te queden dentro, donde vemos a una mujer cuyas lágrimas la están llenando de agua.
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